/ domingo 28 de junio de 2020

Un pirata inglés en California* (Primera de dos partes)

Woodes Rogers (1679-1732) fue un marino inglés, quien con autorización de su gobierno asoló naves españolas en el Atlántico y el Pacífico. En el extremo sur de la península de California capturó al galeón de Manila o nao de China el 22 de diciembre de 1709, en un cruento combate en el que perdió a muchos de sus tripulantes y desistió de su acoso. Al regresar a su patria escribió un libro que tituló A Cruising Voyage Round the World (Un viaje de crucero alrededor del mundo), y de él tomamos la parte correspondiente a California.

Empieza diciendo que:

“Todavía no se sabe con certeza si se trata de una isla o se une al continente, ni tampoco nuestro tiempo o las circunstancias nos permiten intentar descubrirlo. Escuché de los españoles que algunos de su nación habían navegado tan lejos entre California [cabo San Lucas] y la tierra principal de latitud 42° norte [actual línea divisoria entre Alta California y Oregón], donde se encuentra un banco de agua y abundancia de islas; no se atreven a aventurarse más; de modo que, si esto es cierto, con toda probabilidad se une al continente un poco más al norte, por lo que los bancos de agua y las islas son signo general de estar cerca de alguna tierra principal, pero los españoles tienen más territorios en esta parte del mundo de lo que saben, y no sienten curiosidad por descubrir más. Los barcos de Manila que se dirigen a Acapulco a menudo costean en la latitud 40° norte [un par de grados arriba de Sacramento], y nunca he escuchado que se hubieran aventurado más hacia el norte. Algunos bocetos [cartográficos] antiguos logran unirse a la Tierra de Jesso [en la costa de Asia], pero como esto aún no se ha determinado, no podría afirmar si es una isla o si se une al continente.”

Habla enseguida de los holandeses, quienes “dicen que anteriormente tomaron un buque español en esos mares, que habían navegado por California, y descubrieron que era una isla, pero no se puede confiar en ello y elijo creer que se une al continente. No hay forma de saber con certeza su forma o tamaño, y habiendo visto tan poco remitiré al lector a nuestros bocetos comunes para su situación. Lo que puedo decir de mi propio conocimiento es que la tierra donde estábamos es en su mayor parte montañosa, árida y arenosa, y no tenía nada más que unos pocos arbustos que producen frutas y bayas de varios tipos.”

De la tierra comenta además que “Los hombres que partieron en uno de nuestros botes para ver la región alrededor de 15 leguas hacia el norte, dijeron que estaba cubierta con árboles altos. Los españoles nos contaron de varios buenos puertos en esta región, pero no encontramos ninguno cerca de este cabo [San Lucas]”, y añade que, con frecuencia “vimos humos en varios lugares, lo que nos hace creer que los habitantes son bastante numerosos. La bahía donde viajamos tenía un terreno de anclaje muy indiferente en aguas profundas, y es el peor lugar de reclusión con el que nos encontramos desde que salí.”

Luego de hablar un poco del clima y los vientos, hace algunos apuntamientos étnicos importantes:

“Los nativos que vimos aquí eran unos 300, tenían grandes extremidades, eran rectos, altos y de un color mucho más negro que cualquier otra gente de la que había visto en los mares del sur. Su cabello largo, negro y liso que colgaba hasta sus muslos. Los hombres completamente desnudos, y las mujeres tenían una cubierta de hojas sobre sus partes privadas, o pequeños ropajes hechos de hierba de seda o las pieles de pájaros y bestias. Todos ellos a quienes vimos eran viejos y miserablemente arrugados; suponemos que tenían miedo de dejar que alguna de sus jóvenes viniera cerca de nosotros, pero no se necesitaba, porque además del buen orden que mantuvimos entre nuestros hombres a ese respecto, a juzgar por lo que vimos no podrían ser muy tentadoras. El lenguaje de los nativos fue tan desagradable para nosotros como su aspecto, porque era muy duro y extenso, y lo pronunciaban en la garganta como si sus palabras hubieran estado listas para ahogarlos. Pensé en llevar a dos de ellos conmigo para haber tenido información del país cuando hubiesen aprendido nuestro idioma como para permitirles darla; pero al no tener provisiones no me atreví a aventurarlo.”

De sus adornos, comenta: “Algunos de ellos usan perlas sobre sus brazos y cuello, habiéndoles hecho un nudo redondo y sujetándolas con una cadena de hierba de seda; supongo que porque no sabían cómo perforarlas. Las perlas se mezclaron con pequeñas bayas rojas, palos y pedazos de proyectiles que parecían ser un adorno tan fino, que aunque teníamos cuentas de cristal de varios colores y otros juguetes, no aceptaron ninguno de ellos. No codiciaban nada que tuviéramos sino cuchillos y otros instrumentos de corte, y fueron tan honestos que no se entrometieron con nuestras herramientas de cobre y de carpintería, así que cualquier cosa que quedara en tierra por la noche, la encontramos intacta en la mañana.”

Dato

* Versión original en inglés cortesía de Simón O. Mendoza.

* Traducción de Adrián Coronado Díaz B.

Woodes Rogers (1679-1732) fue un marino inglés, quien con autorización de su gobierno asoló naves españolas en el Atlántico y el Pacífico. En el extremo sur de la península de California capturó al galeón de Manila o nao de China el 22 de diciembre de 1709, en un cruento combate en el que perdió a muchos de sus tripulantes y desistió de su acoso. Al regresar a su patria escribió un libro que tituló A Cruising Voyage Round the World (Un viaje de crucero alrededor del mundo), y de él tomamos la parte correspondiente a California.

Empieza diciendo que:

“Todavía no se sabe con certeza si se trata de una isla o se une al continente, ni tampoco nuestro tiempo o las circunstancias nos permiten intentar descubrirlo. Escuché de los españoles que algunos de su nación habían navegado tan lejos entre California [cabo San Lucas] y la tierra principal de latitud 42° norte [actual línea divisoria entre Alta California y Oregón], donde se encuentra un banco de agua y abundancia de islas; no se atreven a aventurarse más; de modo que, si esto es cierto, con toda probabilidad se une al continente un poco más al norte, por lo que los bancos de agua y las islas son signo general de estar cerca de alguna tierra principal, pero los españoles tienen más territorios en esta parte del mundo de lo que saben, y no sienten curiosidad por descubrir más. Los barcos de Manila que se dirigen a Acapulco a menudo costean en la latitud 40° norte [un par de grados arriba de Sacramento], y nunca he escuchado que se hubieran aventurado más hacia el norte. Algunos bocetos [cartográficos] antiguos logran unirse a la Tierra de Jesso [en la costa de Asia], pero como esto aún no se ha determinado, no podría afirmar si es una isla o si se une al continente.”

Habla enseguida de los holandeses, quienes “dicen que anteriormente tomaron un buque español en esos mares, que habían navegado por California, y descubrieron que era una isla, pero no se puede confiar en ello y elijo creer que se une al continente. No hay forma de saber con certeza su forma o tamaño, y habiendo visto tan poco remitiré al lector a nuestros bocetos comunes para su situación. Lo que puedo decir de mi propio conocimiento es que la tierra donde estábamos es en su mayor parte montañosa, árida y arenosa, y no tenía nada más que unos pocos arbustos que producen frutas y bayas de varios tipos.”

De la tierra comenta además que “Los hombres que partieron en uno de nuestros botes para ver la región alrededor de 15 leguas hacia el norte, dijeron que estaba cubierta con árboles altos. Los españoles nos contaron de varios buenos puertos en esta región, pero no encontramos ninguno cerca de este cabo [San Lucas]”, y añade que, con frecuencia “vimos humos en varios lugares, lo que nos hace creer que los habitantes son bastante numerosos. La bahía donde viajamos tenía un terreno de anclaje muy indiferente en aguas profundas, y es el peor lugar de reclusión con el que nos encontramos desde que salí.”

Luego de hablar un poco del clima y los vientos, hace algunos apuntamientos étnicos importantes:

“Los nativos que vimos aquí eran unos 300, tenían grandes extremidades, eran rectos, altos y de un color mucho más negro que cualquier otra gente de la que había visto en los mares del sur. Su cabello largo, negro y liso que colgaba hasta sus muslos. Los hombres completamente desnudos, y las mujeres tenían una cubierta de hojas sobre sus partes privadas, o pequeños ropajes hechos de hierba de seda o las pieles de pájaros y bestias. Todos ellos a quienes vimos eran viejos y miserablemente arrugados; suponemos que tenían miedo de dejar que alguna de sus jóvenes viniera cerca de nosotros, pero no se necesitaba, porque además del buen orden que mantuvimos entre nuestros hombres a ese respecto, a juzgar por lo que vimos no podrían ser muy tentadoras. El lenguaje de los nativos fue tan desagradable para nosotros como su aspecto, porque era muy duro y extenso, y lo pronunciaban en la garganta como si sus palabras hubieran estado listas para ahogarlos. Pensé en llevar a dos de ellos conmigo para haber tenido información del país cuando hubiesen aprendido nuestro idioma como para permitirles darla; pero al no tener provisiones no me atreví a aventurarlo.”

De sus adornos, comenta: “Algunos de ellos usan perlas sobre sus brazos y cuello, habiéndoles hecho un nudo redondo y sujetándolas con una cadena de hierba de seda; supongo que porque no sabían cómo perforarlas. Las perlas se mezclaron con pequeñas bayas rojas, palos y pedazos de proyectiles que parecían ser un adorno tan fino, que aunque teníamos cuentas de cristal de varios colores y otros juguetes, no aceptaron ninguno de ellos. No codiciaban nada que tuviéramos sino cuchillos y otros instrumentos de corte, y fueron tan honestos que no se entrometieron con nuestras herramientas de cobre y de carpintería, así que cualquier cosa que quedara en tierra por la noche, la encontramos intacta en la mañana.”

Dato

* Versión original en inglés cortesía de Simón O. Mendoza.

* Traducción de Adrián Coronado Díaz B.