/ martes 19 de abril de 2022

"Soy un fandango" (o los "inadvertidos")

Puede que alguien pase desapercibido porque así lo quiere esa persona o porque el resto de la gente nunca sabe de él.

Lo primero es válido y hay que respetarle el anonimato que decidió.

Lo segundo me parece un tanto injusto ,si de vidas que vale la pena contar se trata, pues mientras unos se ofertan como paladines frente a nosotros, aun cuando en los hechos sean la nada, hay otros de bajo perfil que están ahí, diariamente, sin jactarse de lo que son ,porque su valía ni ellos mismos la perciben.

Yo quiero poner un ejemplo de estos últimos, de los cuales hay hasta para aventar para arriba pero es cuestión de que bajes de esa nube donde andas, y te acerques a una realidad en la que suele fingirse menos

Me refiero a la que está a diario, en los que asisten a la tienda de la esquina, los que suben a un camión, sin pronunciar ni una palabra( porque tú tampoco interactúas) , los que despachan en la barra en una cantina, los que conducen un taxi desde que eran unos jóvenes, los que tienen décadas cruzando el umbral de un mercado de tal ciudad y lleva consigo una historia propia y trascedente que debiéramos conocer todos.

Yo, tú, vos, usted, él, ella, nosotros, nosotras, ustedes, vosotros, vosotras, ellos y ellas.

Por eso dije todos.

Ya lo dijo el lunático Edgar Mitchell:

“La trascendencia te lleva más allá del ego. Si vas más allá del ego, ves todo esto desde una perspectiva más decente y puedes empezar a juntar todas las piezas. Aún no lo hemos hecho. No como civilización”.

Para que sepan, por mencionar uno de tantos, de Don Alfonso Castro Gámez, " El Chiquirrín" , que sabe bailar con sus ojos de risa, para ponerle ritmo a lo que cuenta.

“El Chiquirrin" es un cronista nato.

Por eso sabe lo que sabe, por eso ni percibe la valía de su testimonio que ofrece en cada pregunta , por voluntad propia, o a cuenta gotas como el ocaso de una lluvia que está por terminar, después de cuarenta días ,como aquella del cuarenta y seis que don Alfonso cuenta.

Narra el episodio como si su memoria fuera un pronter (inalámbrico) como ese que le ponen a los que no tienen mucha sal en la mollera y no les queda más que ponerse a leer porque no da para más su entendedera.

Narra una ciudad que ya no está, según creemos pero él la trae al presente y la deja, con su voz quedita, ahí, a un ladito de la taza de café que nos tomamos y que ya está por acabarse, tal vez como su existencia, aunque él lo sepa o no, mas sin embargo, lo ignora o no le importa y sigue el camino del vivir hasta donde tope.

La carga en sus brazos y en la memoria y la verbaliza en su platicadera como resucitándola, como dándole respiración de boca a boca, de año en año, de recuerdo en recuerdo para que no exhale su último calle para siempre.

Así como las cuadras que recorre, hasta donde topen o decida, cargando una canastita de palma, llena de dulces que ofrece y con la cual ha subsistido , porque no aspiró a nada mas o nadie le ofreció un empleo mejor como esos que a veces les llega, sin esfuerzo alguna , a los haraganes de carrera

"El trabajo es Alegría y es salud " jura mi pariente y alecciona recordando lo que fue su escuela, no sé cuántos años cursados, pero los suficientes para saber y practicar que las reglas de urbanidad o convencionalismos sociales, inculcados por su maestra de primaria, como " buenos días" " pase usted " y otros, nos hacen más civilizados.

“El Chiquirrín” no es “El Chejuan” ni se confundan, así como lo siguen haciendo , pero si es el mero mero que posó para que se erigiera esta estatua que yace en la plaza Hidalgo, en honor de aquel paletero, de Villa de Seris al que mi amigo Angel Mayboca, “El Kánkili “le hiciera una canción y que los que sin oficio ni beneficio, nomás porque sí, le tumbaron una mano( a la estatua, no al Kánkili ni al Chiquirrin)

Ejemplo pal viviente

Su trabajo no lo miente

Eso nunca lo detiene

Pues quizá no se mantiene.

*

Gritando nieves y paletas

Vengan todos, no se metan

Es historia y es pasado

Y estos versos se ha ganado.

“El chiquirrìn” es otro o muchos a la vez:

El andariego que contempla a diario lo que fue la capital donde vive y lo que sabe para decirlo.

El hombre “solitario” que un día optó por no tener mujer a lado porque era muy borracha y fumadora.

El hijo cuya madre murió quince minutos antes de las cuatro de la tarde, luego de vivir los dos juntos a lo largo de treinta y siete años, para hacerse compañía.

El que vio la lluvia caer día y noche, día y noche , por casi dos meses por allá en el año cuarenta y seis , como un diluvio .

“Soy una fandango” dice al mirar de frente como quien no debe nada.

Y eso es “El Chiquirrìn”: baile, ruido, jolgorio, canción y tonadilla.

También es silencio, a ratos prolongados.

Como el que deja una ciudad que ya no está. Cuando así lo permitimos.

Puede que alguien pase desapercibido porque así lo quiere esa persona o porque el resto de la gente nunca sabe de él.

Lo primero es válido y hay que respetarle el anonimato que decidió.

Lo segundo me parece un tanto injusto ,si de vidas que vale la pena contar se trata, pues mientras unos se ofertan como paladines frente a nosotros, aun cuando en los hechos sean la nada, hay otros de bajo perfil que están ahí, diariamente, sin jactarse de lo que son ,porque su valía ni ellos mismos la perciben.

Yo quiero poner un ejemplo de estos últimos, de los cuales hay hasta para aventar para arriba pero es cuestión de que bajes de esa nube donde andas, y te acerques a una realidad en la que suele fingirse menos

Me refiero a la que está a diario, en los que asisten a la tienda de la esquina, los que suben a un camión, sin pronunciar ni una palabra( porque tú tampoco interactúas) , los que despachan en la barra en una cantina, los que conducen un taxi desde que eran unos jóvenes, los que tienen décadas cruzando el umbral de un mercado de tal ciudad y lleva consigo una historia propia y trascedente que debiéramos conocer todos.

Yo, tú, vos, usted, él, ella, nosotros, nosotras, ustedes, vosotros, vosotras, ellos y ellas.

Por eso dije todos.

Ya lo dijo el lunático Edgar Mitchell:

“La trascendencia te lleva más allá del ego. Si vas más allá del ego, ves todo esto desde una perspectiva más decente y puedes empezar a juntar todas las piezas. Aún no lo hemos hecho. No como civilización”.

Para que sepan, por mencionar uno de tantos, de Don Alfonso Castro Gámez, " El Chiquirrín" , que sabe bailar con sus ojos de risa, para ponerle ritmo a lo que cuenta.

“El Chiquirrin" es un cronista nato.

Por eso sabe lo que sabe, por eso ni percibe la valía de su testimonio que ofrece en cada pregunta , por voluntad propia, o a cuenta gotas como el ocaso de una lluvia que está por terminar, después de cuarenta días ,como aquella del cuarenta y seis que don Alfonso cuenta.

Narra el episodio como si su memoria fuera un pronter (inalámbrico) como ese que le ponen a los que no tienen mucha sal en la mollera y no les queda más que ponerse a leer porque no da para más su entendedera.

Narra una ciudad que ya no está, según creemos pero él la trae al presente y la deja, con su voz quedita, ahí, a un ladito de la taza de café que nos tomamos y que ya está por acabarse, tal vez como su existencia, aunque él lo sepa o no, mas sin embargo, lo ignora o no le importa y sigue el camino del vivir hasta donde tope.

La carga en sus brazos y en la memoria y la verbaliza en su platicadera como resucitándola, como dándole respiración de boca a boca, de año en año, de recuerdo en recuerdo para que no exhale su último calle para siempre.

Así como las cuadras que recorre, hasta donde topen o decida, cargando una canastita de palma, llena de dulces que ofrece y con la cual ha subsistido , porque no aspiró a nada mas o nadie le ofreció un empleo mejor como esos que a veces les llega, sin esfuerzo alguna , a los haraganes de carrera

"El trabajo es Alegría y es salud " jura mi pariente y alecciona recordando lo que fue su escuela, no sé cuántos años cursados, pero los suficientes para saber y practicar que las reglas de urbanidad o convencionalismos sociales, inculcados por su maestra de primaria, como " buenos días" " pase usted " y otros, nos hacen más civilizados.

“El Chiquirrín” no es “El Chejuan” ni se confundan, así como lo siguen haciendo , pero si es el mero mero que posó para que se erigiera esta estatua que yace en la plaza Hidalgo, en honor de aquel paletero, de Villa de Seris al que mi amigo Angel Mayboca, “El Kánkili “le hiciera una canción y que los que sin oficio ni beneficio, nomás porque sí, le tumbaron una mano( a la estatua, no al Kánkili ni al Chiquirrin)

Ejemplo pal viviente

Su trabajo no lo miente

Eso nunca lo detiene

Pues quizá no se mantiene.

*

Gritando nieves y paletas

Vengan todos, no se metan

Es historia y es pasado

Y estos versos se ha ganado.

“El chiquirrìn” es otro o muchos a la vez:

El andariego que contempla a diario lo que fue la capital donde vive y lo que sabe para decirlo.

El hombre “solitario” que un día optó por no tener mujer a lado porque era muy borracha y fumadora.

El hijo cuya madre murió quince minutos antes de las cuatro de la tarde, luego de vivir los dos juntos a lo largo de treinta y siete años, para hacerse compañía.

El que vio la lluvia caer día y noche, día y noche , por casi dos meses por allá en el año cuarenta y seis , como un diluvio .

“Soy una fandango” dice al mirar de frente como quien no debe nada.

Y eso es “El Chiquirrìn”: baile, ruido, jolgorio, canción y tonadilla.

También es silencio, a ratos prolongados.

Como el que deja una ciudad que ya no está. Cuando así lo permitimos.