/ martes 21 de noviembre de 2023

Qué abusivos

Durante el sexenio de Guillermo Padres, exgobernador de Sonora, algunos choferes de taxis y concesionarios se quejaban mucho del trato abusivo que les daba la dirección del transporte, inventando cursos o verificaciones que solían cobrárselos muy caros o así les parecía.

Lo mismo ocurría en otros estados de la República y los trabajadores del volante reaccionaban igual.

Era mucho lo que se hacía contra ellos y en su lucha estaban casi prácticamente solos.

¡Que abusivos!

Los pasajeros que escuchamos esas historias y empatizábamos con ellos, nos sumábamos a su indignación, pues según las cifras que referían, si que las autoridades se estaban pasando de tueste.

Como sentían nuestro viaje, corto o largo, se convertía en terapia de grupo o casi en un mitín en donde todos los de abordo arremetimos contra el gobierno, le tupimos al infubable gobernador y despotricamos a gusto contra los excesos del poder.

Por poco y nos bajamos del carro para iniciar una huelga de hambre ahí merito.

Me parece, sin embargo, que el servicio que ofrecían la mayoría de los taxistas, les impedían tener la voz completa para exigir el mejor de los tratos y si se les pedían que se pusieran las pilas dándole una manita - o manota - de gato a sus unidades y ellos le echaran ganitas para afinar sus modales y darle un trato más digno al usuario, pretextaban una y mil cosas para no hacerlo y así siguieron en las mismas o siguen las mismas, nomás que ahora en otro contexto y en otras circunstancias.

No pasó mucho tiempo para que llegara uber y eso más enojo.

Argumentaban que era una competencia desleal, que no eran controlados por la dirección del trasporte y no pagaban impuestos.

Dijeron también otras cosas pero no las puedo citar aquí y además los destinatarios se enojarían mucho.

No conforme con eso, se plantaron en algunos lugares como palacio de gobierno para expresar su descontento y exigir trato parejo a favor de todos quienes prestaban un servicio de este tipo pero nada tolerantes se ponian hacia alguien que apoyara a Uber o les recordaba el lema " renovarse o morir" porque de lo contrario, si mantenía sus carros en malas condiciones, si continuaban dedicandose a ciertas prácticas relacionada con la droga , el alcohol y el lenocidio,la modernidad les pasaria por encima y terminarían volviendose polvo de otros ayeres.

Fueron muy pocos los que lo hicieron y ni modo, todo se tuvo que dejar a la ley de la oferta y la demanda y a las preferencias de cada usuario.

Ahora tenemos esas dos opciones en donde, por un lado- sin ser todos- sobresalen unidades envejecidas con choferes mayoritariamente desaliñados quienes a la hora de cobrar parece que quieren recuperar lo que no han ganado en dos días.

Algunos optan por recorrer la ciudad y otros deciden quedarse en el sitio o en la central respectiva de su preferencia o la que pertenecen.

No sé si actualmente la dirección de transporte les de un buen trato o los mantenga a raya, pero todo indica que ya no y por eso ocurren abusos como desde algunos años para acá, cometen los taxistas que están en la central de autobuses o sus alrededores.

Estos choferes que suelen abordar a todo aquel que salga a la banqueta después de viajar por horas, no se tientan el corazón al momento de fijar la tarifa las cuales están muy por encima del precio promedio cuando se requiere sus servicios.

Mas de uno habrá vivido una experiencia así con estos señores que, sintiéndose arropados por la cobija de la impunidad hacen y deshacen sin que ninguna dependencia o autoridad les ponga un alto.

Peor aún: si eso hacían con pasajeros locales o nacionales, el abuso ha aumentando considerablemente, con la llegada de migrantes extrajeros a quienes al cobrarles si que se les pasa la raya.

Esta semana, precisamente el testimonio de una trabajadora de las que venden los boletos para viajar, nos cuenta que ella y su esposo tuvieron que salir en defensa de uno grupo de personas a las que un taxista pretendía cobrarles, sin pudor alguno, ochocientos pesos de la central de autobuses al centro.

¡Qué abusivos!

Como esta historia de exceso hay otras más que se quedan nomas como evidencia de lo que pasa con los que ofrecen este servicio, pero continúan haciéndolo porque no hay consecuencias de sus actos ni reciben sanción alguna.

Solemos quejarnos mucho por el trato que se les da a nuestros compatriotas, allá del otro lado de la frontera y señalamos con furia cualquier hecho de esa naturaleza.

No obstante, al ver lo que aquí pasa, tenemos que aceptar que no nos distinguimos ni tantito.

Las ganas de pasar por encima de nuestros semejantes pues, no parece tener una sola nacionalidad.

Somos defensores de mejores tratos sólo de dientes para afuera, en tanto no se nos presente la oportunidad de cometerlos cualquiera de nosotros.

Ni hablar, así somos y de ese tamaño es la incongruencia a la hora de analizar que tanto empatan nuestro decir y el hacer.

¡Qué abusivos!

Durante el sexenio de Guillermo Padres, exgobernador de Sonora, algunos choferes de taxis y concesionarios se quejaban mucho del trato abusivo que les daba la dirección del transporte, inventando cursos o verificaciones que solían cobrárselos muy caros o así les parecía.

Lo mismo ocurría en otros estados de la República y los trabajadores del volante reaccionaban igual.

Era mucho lo que se hacía contra ellos y en su lucha estaban casi prácticamente solos.

¡Que abusivos!

Los pasajeros que escuchamos esas historias y empatizábamos con ellos, nos sumábamos a su indignación, pues según las cifras que referían, si que las autoridades se estaban pasando de tueste.

Como sentían nuestro viaje, corto o largo, se convertía en terapia de grupo o casi en un mitín en donde todos los de abordo arremetimos contra el gobierno, le tupimos al infubable gobernador y despotricamos a gusto contra los excesos del poder.

Por poco y nos bajamos del carro para iniciar una huelga de hambre ahí merito.

Me parece, sin embargo, que el servicio que ofrecían la mayoría de los taxistas, les impedían tener la voz completa para exigir el mejor de los tratos y si se les pedían que se pusieran las pilas dándole una manita - o manota - de gato a sus unidades y ellos le echaran ganitas para afinar sus modales y darle un trato más digno al usuario, pretextaban una y mil cosas para no hacerlo y así siguieron en las mismas o siguen las mismas, nomás que ahora en otro contexto y en otras circunstancias.

No pasó mucho tiempo para que llegara uber y eso más enojo.

Argumentaban que era una competencia desleal, que no eran controlados por la dirección del trasporte y no pagaban impuestos.

Dijeron también otras cosas pero no las puedo citar aquí y además los destinatarios se enojarían mucho.

No conforme con eso, se plantaron en algunos lugares como palacio de gobierno para expresar su descontento y exigir trato parejo a favor de todos quienes prestaban un servicio de este tipo pero nada tolerantes se ponian hacia alguien que apoyara a Uber o les recordaba el lema " renovarse o morir" porque de lo contrario, si mantenía sus carros en malas condiciones, si continuaban dedicandose a ciertas prácticas relacionada con la droga , el alcohol y el lenocidio,la modernidad les pasaria por encima y terminarían volviendose polvo de otros ayeres.

Fueron muy pocos los que lo hicieron y ni modo, todo se tuvo que dejar a la ley de la oferta y la demanda y a las preferencias de cada usuario.

Ahora tenemos esas dos opciones en donde, por un lado- sin ser todos- sobresalen unidades envejecidas con choferes mayoritariamente desaliñados quienes a la hora de cobrar parece que quieren recuperar lo que no han ganado en dos días.

Algunos optan por recorrer la ciudad y otros deciden quedarse en el sitio o en la central respectiva de su preferencia o la que pertenecen.

No sé si actualmente la dirección de transporte les de un buen trato o los mantenga a raya, pero todo indica que ya no y por eso ocurren abusos como desde algunos años para acá, cometen los taxistas que están en la central de autobuses o sus alrededores.

Estos choferes que suelen abordar a todo aquel que salga a la banqueta después de viajar por horas, no se tientan el corazón al momento de fijar la tarifa las cuales están muy por encima del precio promedio cuando se requiere sus servicios.

Mas de uno habrá vivido una experiencia así con estos señores que, sintiéndose arropados por la cobija de la impunidad hacen y deshacen sin que ninguna dependencia o autoridad les ponga un alto.

Peor aún: si eso hacían con pasajeros locales o nacionales, el abuso ha aumentando considerablemente, con la llegada de migrantes extrajeros a quienes al cobrarles si que se les pasa la raya.

Esta semana, precisamente el testimonio de una trabajadora de las que venden los boletos para viajar, nos cuenta que ella y su esposo tuvieron que salir en defensa de uno grupo de personas a las que un taxista pretendía cobrarles, sin pudor alguno, ochocientos pesos de la central de autobuses al centro.

¡Qué abusivos!

Como esta historia de exceso hay otras más que se quedan nomas como evidencia de lo que pasa con los que ofrecen este servicio, pero continúan haciéndolo porque no hay consecuencias de sus actos ni reciben sanción alguna.

Solemos quejarnos mucho por el trato que se les da a nuestros compatriotas, allá del otro lado de la frontera y señalamos con furia cualquier hecho de esa naturaleza.

No obstante, al ver lo que aquí pasa, tenemos que aceptar que no nos distinguimos ni tantito.

Las ganas de pasar por encima de nuestros semejantes pues, no parece tener una sola nacionalidad.

Somos defensores de mejores tratos sólo de dientes para afuera, en tanto no se nos presente la oportunidad de cometerlos cualquiera de nosotros.

Ni hablar, así somos y de ese tamaño es la incongruencia a la hora de analizar que tanto empatan nuestro decir y el hacer.

¡Qué abusivos!