/ martes 28 de noviembre de 2023

Mi gusto es... (o la otra mirada) | Y etcétera, etcétera

Según la primera definición que encontré, el mentado etcétera es una expresión que se usa para sustituir la parte final de una enumeración y evitar seguir detallándola por ser muy larga o por sobreentenderse lo que sigue con facilidad.

No obstante, a mí me sigue pareciendo una palabra que solo aviva, le aplaude, auspicia a la flojera, a la apatía, a la huevonada, a la holgazanería y estoy convencido de que, el culpable de su existencia, era un gandul, un perezoso, un haragán de marca o un tipo incapaz de encontrar las palabras adecuadas para continuar la marcha de su redacción y llegar hasta donde topara.

Si era reportero, pudo consultar un diccionario.

Si era abogado pudo agarrar un libro de los que tantos hay y aceitarse para seguir escribiendo.

Si era un médico pudo marcarle a un colega que era amigo de un egresado de letras hispánicas de la universidad que quieran y sopearlo en torno a otras palabras que le ayudaran a continuar ese escrito que terminó con una palabra que, tal vez, nadie entendió.

" Me confesó que me quería, pero luego me dijo etcétera. Ha de ser un piropo en griego ".

" ¿Etcétera? ¡Eso lo serás tú!

Por eso la palabra etcétera me cae gorda y siento que su utilización afea cualquier texto.

Si me apuran, la veo como una tachadura, como un literal escupitajo o una mancha de café, derramada sobre un escrito impecable.

Así la veo.

Arriba dice que sirve para sustituir la parte final de una enumeración y evitar seguir detallándola por ser muy larga o por sobreentenderse lo que sigue con facilidad

Eso creen.

Pero lo que yo percibe es que logra un efecto contrario. Deja en ascuas a un lector, que esperaba leer la mejor descripción en eso que leía, pero, de repente, aparece el mentado etcétera, como si lo que estaba haciendo le quitaria horas y horas de su vida, o tres noches con sus días o toda una pandemia y avienta el bote hacia nosotros para que interpretemos.

Ah, qué comodidad la suya.

En primer lugar, no es cierto que nació el etcétera para evitar seguir detallando. Eso me parece a mí.

Fue más bien, porque a su autor, se le acabó el parque de su imaginación, no tuvo más palabras con qué dispararnos y entonces se sacó de la manga ese extraño vocablo llamado etcétera.

El jefe de redacción lo estaba apurando ya que el cierre estaba al punto de las doce y aquel vuelto loco se sacó de la manga esa palabreja y así cerró la nota: etcétera.

Quizá así le decían a una tía suya - la tía Etcétera-, o ese era el nombre de la comunidad donde nació- San Etcétera de los tomates - o era el nombre que habían escogido para una yegua y, viniéndosele a la mente, recurrió a ella, para salir del atolladero.

Quizá.

Porque creo que ni para eso sirve ya que no es una palabra homófona, o sea que junto con otra palabra se pronuncian igual, pero tienen significados diferentes y tampoco es homógrafa, es decir que dos palabras se escriben igual, pero tienen significados diferentes.

Tampoco es una palabra polisémica

Imaginemos: Etcétera y Etcétera

La primera es una expresión que se usa para sustituir la parte final de una enumeración y evitar seguir detallándola por ser muy larga o por sobreentenderse lo que sigue con facilidad.

La segunda es un adjetivo para describir a un hombre o a una mujer que piensa o está convencido que está diciendo cosas muy interesantes frente a un público pero en realidad está diciendo puras tonterías, redundancias o lugares comunes

“Ese tipo es un etcétera “

“Aquella señora es un etcétera”

“Me choca la gente etcétera”

Significa entonces que esta palabra vino a este mundo única y exclusivamente a cumplir la función que ya todos conocemos.

Punto.

Si no me creen, hagan el intento: utilícenlo como nombre propio y a su siguiente hijo o hija pónganle así: “ María Etcétera “ “ Karina Etcétera “.

Y en masculino está peor: “Raúl Etcetero ““Miguel Etcetero” “Étcetero de Jesús”

_Adivina quien vino”

_ ¿Quién?

_ Doña Etcétera

Me ponen así y no salgo a la calle.

Tampoco es útil como sustantivo propio: “Abarrotes El Etcétera ““Carnicería “ Mi Etcétera “ Rancho “Los Tres Etcéteras”.

Ya no digamos en diminutivo: etcétera.

Ven, es imposible.

Eso creo, supongo, me imagino, considero, estimo, a lo mejor, etcétera.

Tampoco me parece que haya surgido porque se sobreentendía con facilidad lo que continuaba. Eso creyó él o lo inventó para justificarse después cuando le dijeran que lo que había escrito, era un galimatías.

Eso hay que dejárselo a los lectores y que sean ellos los que lo llenen al autor de tal palabra, de insultos, piropos, reclamos, cuestionamientos, injurias observaciones, embrujos, escupitajos, análisis, escrutinios, condenas, etcétera.

Sí, porque si esas vamos, al rato haré algo peor que lo que están leyendo y para evitar las críticas, dejaré una palabrita por ahí medio sangrona, por si las dudas y, el día de mañana, justificaré todas mis tonterías, arguyendo que todo se sobrentendía o que estaba por demás, seguir detallando y así.

Por eso insisto que el culpable de su existencia, era un huevón o un tipo incapaz de encontrar las palabras adecuadas para continuar la marcha de su redacción y llegar hasta donde topara.

Tan lo era, que no conforme con arruinar lo que estaba haciendo e inventar ese término, el muy vil (o la muy vil) lo abrevió.

¡Lo abrevió!

Son marranadas: estábamos a punto de leer la gran obra, pero bostezó o le dio hambre o tenía que irse al baño y antes de irse, puso un punto final con el famoso etcétera, que ahora, para no provocar tanta fatiga, basta resumirlo en etc. y ya.

Habrase visto.

Esto, para la lingüística o para cualquier disciplina o ciencia, me parece algo así como una profanación, una violación, una irreverencia, un perjurio, un desacato, una rebeldía, una insubordinación, un daño, un detrimento, una lesión, un menoscabo, un quebranto, un agravante, un deterioro, una inconveniencia e, incluso, un largo etcétera.

¡Habrase visto!

Según la primera definición que encontré, el mentado etcétera es una expresión que se usa para sustituir la parte final de una enumeración y evitar seguir detallándola por ser muy larga o por sobreentenderse lo que sigue con facilidad.

No obstante, a mí me sigue pareciendo una palabra que solo aviva, le aplaude, auspicia a la flojera, a la apatía, a la huevonada, a la holgazanería y estoy convencido de que, el culpable de su existencia, era un gandul, un perezoso, un haragán de marca o un tipo incapaz de encontrar las palabras adecuadas para continuar la marcha de su redacción y llegar hasta donde topara.

Si era reportero, pudo consultar un diccionario.

Si era abogado pudo agarrar un libro de los que tantos hay y aceitarse para seguir escribiendo.

Si era un médico pudo marcarle a un colega que era amigo de un egresado de letras hispánicas de la universidad que quieran y sopearlo en torno a otras palabras que le ayudaran a continuar ese escrito que terminó con una palabra que, tal vez, nadie entendió.

" Me confesó que me quería, pero luego me dijo etcétera. Ha de ser un piropo en griego ".

" ¿Etcétera? ¡Eso lo serás tú!

Por eso la palabra etcétera me cae gorda y siento que su utilización afea cualquier texto.

Si me apuran, la veo como una tachadura, como un literal escupitajo o una mancha de café, derramada sobre un escrito impecable.

Así la veo.

Arriba dice que sirve para sustituir la parte final de una enumeración y evitar seguir detallándola por ser muy larga o por sobreentenderse lo que sigue con facilidad

Eso creen.

Pero lo que yo percibe es que logra un efecto contrario. Deja en ascuas a un lector, que esperaba leer la mejor descripción en eso que leía, pero, de repente, aparece el mentado etcétera, como si lo que estaba haciendo le quitaria horas y horas de su vida, o tres noches con sus días o toda una pandemia y avienta el bote hacia nosotros para que interpretemos.

Ah, qué comodidad la suya.

En primer lugar, no es cierto que nació el etcétera para evitar seguir detallando. Eso me parece a mí.

Fue más bien, porque a su autor, se le acabó el parque de su imaginación, no tuvo más palabras con qué dispararnos y entonces se sacó de la manga ese extraño vocablo llamado etcétera.

El jefe de redacción lo estaba apurando ya que el cierre estaba al punto de las doce y aquel vuelto loco se sacó de la manga esa palabreja y así cerró la nota: etcétera.

Quizá así le decían a una tía suya - la tía Etcétera-, o ese era el nombre de la comunidad donde nació- San Etcétera de los tomates - o era el nombre que habían escogido para una yegua y, viniéndosele a la mente, recurrió a ella, para salir del atolladero.

Quizá.

Porque creo que ni para eso sirve ya que no es una palabra homófona, o sea que junto con otra palabra se pronuncian igual, pero tienen significados diferentes y tampoco es homógrafa, es decir que dos palabras se escriben igual, pero tienen significados diferentes.

Tampoco es una palabra polisémica

Imaginemos: Etcétera y Etcétera

La primera es una expresión que se usa para sustituir la parte final de una enumeración y evitar seguir detallándola por ser muy larga o por sobreentenderse lo que sigue con facilidad.

La segunda es un adjetivo para describir a un hombre o a una mujer que piensa o está convencido que está diciendo cosas muy interesantes frente a un público pero en realidad está diciendo puras tonterías, redundancias o lugares comunes

“Ese tipo es un etcétera “

“Aquella señora es un etcétera”

“Me choca la gente etcétera”

Significa entonces que esta palabra vino a este mundo única y exclusivamente a cumplir la función que ya todos conocemos.

Punto.

Si no me creen, hagan el intento: utilícenlo como nombre propio y a su siguiente hijo o hija pónganle así: “ María Etcétera “ “ Karina Etcétera “.

Y en masculino está peor: “Raúl Etcetero ““Miguel Etcetero” “Étcetero de Jesús”

_Adivina quien vino”

_ ¿Quién?

_ Doña Etcétera

Me ponen así y no salgo a la calle.

Tampoco es útil como sustantivo propio: “Abarrotes El Etcétera ““Carnicería “ Mi Etcétera “ Rancho “Los Tres Etcéteras”.

Ya no digamos en diminutivo: etcétera.

Ven, es imposible.

Eso creo, supongo, me imagino, considero, estimo, a lo mejor, etcétera.

Tampoco me parece que haya surgido porque se sobreentendía con facilidad lo que continuaba. Eso creyó él o lo inventó para justificarse después cuando le dijeran que lo que había escrito, era un galimatías.

Eso hay que dejárselo a los lectores y que sean ellos los que lo llenen al autor de tal palabra, de insultos, piropos, reclamos, cuestionamientos, injurias observaciones, embrujos, escupitajos, análisis, escrutinios, condenas, etcétera.

Sí, porque si esas vamos, al rato haré algo peor que lo que están leyendo y para evitar las críticas, dejaré una palabrita por ahí medio sangrona, por si las dudas y, el día de mañana, justificaré todas mis tonterías, arguyendo que todo se sobrentendía o que estaba por demás, seguir detallando y así.

Por eso insisto que el culpable de su existencia, era un huevón o un tipo incapaz de encontrar las palabras adecuadas para continuar la marcha de su redacción y llegar hasta donde topara.

Tan lo era, que no conforme con arruinar lo que estaba haciendo e inventar ese término, el muy vil (o la muy vil) lo abrevió.

¡Lo abrevió!

Son marranadas: estábamos a punto de leer la gran obra, pero bostezó o le dio hambre o tenía que irse al baño y antes de irse, puso un punto final con el famoso etcétera, que ahora, para no provocar tanta fatiga, basta resumirlo en etc. y ya.

Habrase visto.

Esto, para la lingüística o para cualquier disciplina o ciencia, me parece algo así como una profanación, una violación, una irreverencia, un perjurio, un desacato, una rebeldía, una insubordinación, un daño, un detrimento, una lesión, un menoscabo, un quebranto, un agravante, un deterioro, una inconveniencia e, incluso, un largo etcétera.

¡Habrase visto!