/ domingo 26 de septiembre de 2021

¿Queréis conocer la omega…?

Como resultado del primer plebiscito concedido a los habitantes de Baja California Sur, en septiembre de 1920 tomó a su cargo la gubernatura de esta entidad mexicana el señor Agustín Arriola Martínez.

En su Historia de Baja California, Pablo L. Martínez expresa al respecto que “el acto electoral se efectuó el 15 de agosto de 1920... Un gran regocijo despertó en la ciudadanía sudcaliforniana la concesión del gobierno federal, y durante el periodo del señor Arriola las comunidades fueron atendidas con acuciosidad, lo mismo que las personas.”

Reorganizó la administración pública con exigencia de eficacia, responsabilidad y respeto a las garantías constitucionales, impuso honradez en la aplicación del erario, expidió la primera ley de hacienda, fue trazada la carretera al norte, protegió a los ramos productivos principales de la entidad (agricultura, ganadería y minería), y envió el primer grupo de jóvenes a cursar estudios en la ciudad de México –como ofreció en su campaña política-, entre otras varias realizaciones significativas para Baja California Sur.

El nuevo titular del poder ejecutivo, persona de cultura, estaba consciente de que el desarrollo regional, de evidente atraso en varios sentidos, consistía en ofrecer mejores perspectivas de desarrollo a los jóvenes de su tierra, así que uno de los primeros actos de su gestión fue convocar a los mejores alumnos que hubiesen concluido la educación primaria para recibir una beca que les permitiría cursar la secundaria, preparatoria y profesional en la ciudad de México, ya que en la provincia se carecía por entonces de los niveles educativos posteriores a los primarios.

Así se dispusieron a salir del nido los primeros diez muchachos en el primer viaje de su vida hacia un mundo desconocido aunque cobijados por su gobierno.

Ellos fueron Alejandro Pedrín, Félix Sánchez, Federico Jenkins, Francisco Cota, Francisco Borbón, Gustavo Moreno, Jesús Castro, Luis Peláez, Manuel Galván y Pablo Nolasco.

Autoridades, familiares, maestros, amigos, niños y curiosos se habían reunido en el muelle del puerto de La Paz, el 19 de noviembre, para verlos partir.

Ahí el poeta Filemón C. Piñeda, con inocultable regocijo les inquirió, severo:

¿Queréis conocer la Omega

conociendo el Alfa ya?

y en la última parte de la emocionada composición:

¡Adiós!, con trémula voz

hace explosión la palabra

como temiendo que se abra

y se parta el alma en dos.

“Las impresiones de esta despedida, multiplicadas por el espectáculo que ofrecía el muelle, estaban a punto de hacer estallar nuestros corazones. Con lágrimas en los ojos y un apretado nudo en la garganta, subimos a la cubierta del barco que poco después se alejaba en dirección a la bocana. Pronto, los pañuelos blancos se perdieron de vista confundidos con la línea del horizonte…” *

Al llegar a la capital del país aquella hornada dirigida por el maestro Arturo Oropeza, quedó fundada la “Casa del estudiante sudcaliforniano” en Mixcoac. Pronto se les unirían Alfredo Green, Arturo Delgado, Basilio Flores, Benjamín Osuna, Braulio Maldonado, Héctor Núñez, Ignacio Rochín y Roberto Piñeda. Al cabo del tiempo previsto regresaron en su mayor parte al solar nativo aquellos muchachos, convertidos en profesionales, para servir a sus paisanos y a su tierra, con mayor o menor fortuna.

El albergue estudiantil, luego de algunos cambios de ubicación continúa brindando oportunidades a nuevas generaciones de calisureños que desean hacer una carrera en alguna de las instituciones capitalinas de enseñanza superior, aun cuando ya Baja California Sur cuenta con su propia universidad desde 1976.

Dicha fundación llegó en 2020 a su primer centenario con apoyo de regímenes solidarios pero también venciendo amenazas recientes de desaparecerla que terminaron incumplidas por la inconformidad manifiesta de quienes ahí se alojan, el rechazo de los que en otro tiempo fueron sus huéspedes y el disgusto de la sociedad sudcaliforniana que valora las bondades evidentes de esa casa de los jóvenes sudcalifornianos en la Ciudad de México.

Como resultado del primer plebiscito concedido a los habitantes de Baja California Sur, en septiembre de 1920 tomó a su cargo la gubernatura de esta entidad mexicana el señor Agustín Arriola Martínez.

En su Historia de Baja California, Pablo L. Martínez expresa al respecto que “el acto electoral se efectuó el 15 de agosto de 1920... Un gran regocijo despertó en la ciudadanía sudcaliforniana la concesión del gobierno federal, y durante el periodo del señor Arriola las comunidades fueron atendidas con acuciosidad, lo mismo que las personas.”

Reorganizó la administración pública con exigencia de eficacia, responsabilidad y respeto a las garantías constitucionales, impuso honradez en la aplicación del erario, expidió la primera ley de hacienda, fue trazada la carretera al norte, protegió a los ramos productivos principales de la entidad (agricultura, ganadería y minería), y envió el primer grupo de jóvenes a cursar estudios en la ciudad de México –como ofreció en su campaña política-, entre otras varias realizaciones significativas para Baja California Sur.

El nuevo titular del poder ejecutivo, persona de cultura, estaba consciente de que el desarrollo regional, de evidente atraso en varios sentidos, consistía en ofrecer mejores perspectivas de desarrollo a los jóvenes de su tierra, así que uno de los primeros actos de su gestión fue convocar a los mejores alumnos que hubiesen concluido la educación primaria para recibir una beca que les permitiría cursar la secundaria, preparatoria y profesional en la ciudad de México, ya que en la provincia se carecía por entonces de los niveles educativos posteriores a los primarios.

Así se dispusieron a salir del nido los primeros diez muchachos en el primer viaje de su vida hacia un mundo desconocido aunque cobijados por su gobierno.

Ellos fueron Alejandro Pedrín, Félix Sánchez, Federico Jenkins, Francisco Cota, Francisco Borbón, Gustavo Moreno, Jesús Castro, Luis Peláez, Manuel Galván y Pablo Nolasco.

Autoridades, familiares, maestros, amigos, niños y curiosos se habían reunido en el muelle del puerto de La Paz, el 19 de noviembre, para verlos partir.

Ahí el poeta Filemón C. Piñeda, con inocultable regocijo les inquirió, severo:

¿Queréis conocer la Omega

conociendo el Alfa ya?

y en la última parte de la emocionada composición:

¡Adiós!, con trémula voz

hace explosión la palabra

como temiendo que se abra

y se parta el alma en dos.

“Las impresiones de esta despedida, multiplicadas por el espectáculo que ofrecía el muelle, estaban a punto de hacer estallar nuestros corazones. Con lágrimas en los ojos y un apretado nudo en la garganta, subimos a la cubierta del barco que poco después se alejaba en dirección a la bocana. Pronto, los pañuelos blancos se perdieron de vista confundidos con la línea del horizonte…” *

Al llegar a la capital del país aquella hornada dirigida por el maestro Arturo Oropeza, quedó fundada la “Casa del estudiante sudcaliforniano” en Mixcoac. Pronto se les unirían Alfredo Green, Arturo Delgado, Basilio Flores, Benjamín Osuna, Braulio Maldonado, Héctor Núñez, Ignacio Rochín y Roberto Piñeda. Al cabo del tiempo previsto regresaron en su mayor parte al solar nativo aquellos muchachos, convertidos en profesionales, para servir a sus paisanos y a su tierra, con mayor o menor fortuna.

El albergue estudiantil, luego de algunos cambios de ubicación continúa brindando oportunidades a nuevas generaciones de calisureños que desean hacer una carrera en alguna de las instituciones capitalinas de enseñanza superior, aun cuando ya Baja California Sur cuenta con su propia universidad desde 1976.

Dicha fundación llegó en 2020 a su primer centenario con apoyo de regímenes solidarios pero también venciendo amenazas recientes de desaparecerla que terminaron incumplidas por la inconformidad manifiesta de quienes ahí se alojan, el rechazo de los que en otro tiempo fueron sus huéspedes y el disgusto de la sociedad sudcaliforniana que valora las bondades evidentes de esa casa de los jóvenes sudcalifornianos en la Ciudad de México.