/ martes 12 de mayo de 2020

Madre Querida. Punto y guión. Presente.

MI GUSTO ES… (O LA OTRA MIRADA)

Te escribo esta carta a modo de respuesta a esas que me encontré de ti ahora que en esta cuarentena me he puesto a ordenar archivos y recuerdos. Lo hago ahora porque esta semana es tu día y no lo quiero dejar pasar. También para que tengas noticias de mí y de nosotros los que aquí dejaste, pues si dejo que otros te cuenten, corro el riesgo de jugar al teléfono descompuesto y te platiquen miles de cosas, menos la verdad.

La empezaré casi tan igual como era tu costumbre, con ese estilo de las cartas de antes y como si aún estuvieras en este plano terrenal : “querida madre: te escribo estas cuantas líneas, esperando goces de cabal salud, al lado de mis hermanos que aquí yo, bien, gracias a Dios. “

Paso a decirte que desde ese 2013 muchas cosas han pasado en lo público y en lo privado que espacio me hará falta para contarte todo. Pero empiezo diciéndote que aquí sigo del otro lado del charco en donde tantas veces estuviste de visita y pudimos pasearnos por lugares que eran de tu agrado: el centro de la ciudad, las tiendas de ropa, un buen restaurant, un par de cervezas, las amistades que hiciste y que aún preguntan por ti, la búsqueda de ese perfume que tanto te gustaba, las horas del café, la familia, las largas pláticas, el cumplimiento de mis antojos, las risas y los encontronazos que de repente teníamos.

También recuerdo los viajes a la frontera, con escala en la tierra de Luis Donaldo Colosio, esa asistencia al estadio Héroe de Nacozari para ver Jugar al américa contra el Zacatepec , el concierto de Oscar Chávez que tanto disfrutaste y la ida al cine para ver el estreno de El Crimen del Padre Amaro, esa película que había causado tanto alboroto al grado de que algunos grupos trataron de prohibir su exhibición y que para ti, perteneciente en antaño a la acción católica, te pareció la nada en cuanto a la supuesta ofensa religiosa y preferiste disfrutar la cinta, mientras te comías esas palomitas de las cuales solo me convidaste de vez en cuando.

Te digo que: esto sería interminable. La cuestión, sin embargo, no es hacer un inventario de tantas visitas. Más bien quería pretextar que es el día de las madres para echar la conversada contigo aunque sea en la distancia y ponerte al tanto de estos días aciagos en el mundo entero y en nuestro país ni se diga, a causa de este virus loco más dañino que esos que me quitabas en un dos por tres con tus remedios y brebajes cuando yo era niño y ya no tanto.

Si hubieras vivido esta pandemia no sé qué juicios hubieras hechos ni sé con qué refrán de los tantos que te sabías hubieras resumido todo con respecto a lo que observabas en la gente o lo que están haciendo los políticos, pero callada (como supongo estás ahora) no te hubieras quedado. Te imagino comparando el número de muertos con los ocurridos en otras situaciones parecidas que te pudieron tocar, o con los ahogados en los chubascos de tal o cual época, según tu propia experiencia o según esa historias que te comentaban mis abuelos o con lo caídos en las guerras que a estos últimos, a decir de ti, le habían tocado.

Fíjate lo que son las cosas, amá: cuando todavía estaba con nosotros, en más de una ocasión te caía de sorpresa antes del 10 de mayo en esa casa marcada con el número 2320 de la calle Normal Urbana y te sacaba un susto el verme de pronto ahí pero te ponías feliz(bueno, eso creo). Nos abrazábamos y nos comíamos a besos después de largos meses de no vernos. Después, aparte de disfrutarte ahí en la casa, te eleganteabas como siempre y nos íbamos de aquí para allá quesque al mercado, a tus pagos o a comer o a cumplir con una visita o a la playa o al rancho o donde bien te acuerdes. Más tarde vendrían las despedidas y los tragos gordos de nostalgia hasta que volvieron a reencontrarnos.

Hoy, aunque quisiera, sería imposible hacer todo eso. Sé que me dirás con tus acostumbrados gestos o con alguna ironía que eso no es novedad porque fueron muchísimas las los días y las noches en que no podíamos vernos, pero en esta ocasión se debe al mentado coronavirus sobre el que ya te platiqué y lo ideal es que todos y todas nos sujetemos al programa de la sana distancia para evitar el mayor número de contagios.

Por eso y por tantas razones más, yo quise escribirte esta carta ahora que, en esta cuarentena, me he puesto a ordenar archivos y recuerdos pero espacio me hizo falta para contarte, a mi modo y en tu día, todo.

MI GUSTO ES… (O LA OTRA MIRADA)

Te escribo esta carta a modo de respuesta a esas que me encontré de ti ahora que en esta cuarentena me he puesto a ordenar archivos y recuerdos. Lo hago ahora porque esta semana es tu día y no lo quiero dejar pasar. También para que tengas noticias de mí y de nosotros los que aquí dejaste, pues si dejo que otros te cuenten, corro el riesgo de jugar al teléfono descompuesto y te platiquen miles de cosas, menos la verdad.

La empezaré casi tan igual como era tu costumbre, con ese estilo de las cartas de antes y como si aún estuvieras en este plano terrenal : “querida madre: te escribo estas cuantas líneas, esperando goces de cabal salud, al lado de mis hermanos que aquí yo, bien, gracias a Dios. “

Paso a decirte que desde ese 2013 muchas cosas han pasado en lo público y en lo privado que espacio me hará falta para contarte todo. Pero empiezo diciéndote que aquí sigo del otro lado del charco en donde tantas veces estuviste de visita y pudimos pasearnos por lugares que eran de tu agrado: el centro de la ciudad, las tiendas de ropa, un buen restaurant, un par de cervezas, las amistades que hiciste y que aún preguntan por ti, la búsqueda de ese perfume que tanto te gustaba, las horas del café, la familia, las largas pláticas, el cumplimiento de mis antojos, las risas y los encontronazos que de repente teníamos.

También recuerdo los viajes a la frontera, con escala en la tierra de Luis Donaldo Colosio, esa asistencia al estadio Héroe de Nacozari para ver Jugar al américa contra el Zacatepec , el concierto de Oscar Chávez que tanto disfrutaste y la ida al cine para ver el estreno de El Crimen del Padre Amaro, esa película que había causado tanto alboroto al grado de que algunos grupos trataron de prohibir su exhibición y que para ti, perteneciente en antaño a la acción católica, te pareció la nada en cuanto a la supuesta ofensa religiosa y preferiste disfrutar la cinta, mientras te comías esas palomitas de las cuales solo me convidaste de vez en cuando.

Te digo que: esto sería interminable. La cuestión, sin embargo, no es hacer un inventario de tantas visitas. Más bien quería pretextar que es el día de las madres para echar la conversada contigo aunque sea en la distancia y ponerte al tanto de estos días aciagos en el mundo entero y en nuestro país ni se diga, a causa de este virus loco más dañino que esos que me quitabas en un dos por tres con tus remedios y brebajes cuando yo era niño y ya no tanto.

Si hubieras vivido esta pandemia no sé qué juicios hubieras hechos ni sé con qué refrán de los tantos que te sabías hubieras resumido todo con respecto a lo que observabas en la gente o lo que están haciendo los políticos, pero callada (como supongo estás ahora) no te hubieras quedado. Te imagino comparando el número de muertos con los ocurridos en otras situaciones parecidas que te pudieron tocar, o con los ahogados en los chubascos de tal o cual época, según tu propia experiencia o según esa historias que te comentaban mis abuelos o con lo caídos en las guerras que a estos últimos, a decir de ti, le habían tocado.

Fíjate lo que son las cosas, amá: cuando todavía estaba con nosotros, en más de una ocasión te caía de sorpresa antes del 10 de mayo en esa casa marcada con el número 2320 de la calle Normal Urbana y te sacaba un susto el verme de pronto ahí pero te ponías feliz(bueno, eso creo). Nos abrazábamos y nos comíamos a besos después de largos meses de no vernos. Después, aparte de disfrutarte ahí en la casa, te eleganteabas como siempre y nos íbamos de aquí para allá quesque al mercado, a tus pagos o a comer o a cumplir con una visita o a la playa o al rancho o donde bien te acuerdes. Más tarde vendrían las despedidas y los tragos gordos de nostalgia hasta que volvieron a reencontrarnos.

Hoy, aunque quisiera, sería imposible hacer todo eso. Sé que me dirás con tus acostumbrados gestos o con alguna ironía que eso no es novedad porque fueron muchísimas las los días y las noches en que no podíamos vernos, pero en esta ocasión se debe al mentado coronavirus sobre el que ya te platiqué y lo ideal es que todos y todas nos sujetemos al programa de la sana distancia para evitar el mayor número de contagios.

Por eso y por tantas razones más, yo quise escribirte esta carta ahora que, en esta cuarentena, me he puesto a ordenar archivos y recuerdos pero espacio me hizo falta para contarte, a mi modo y en tu día, todo.