/ domingo 4 de octubre de 2020

La Guerra Norteamericana en California Sur

El 13 de septiembre de 1847, las tropas de la Norteamérica expansionista combatían a los defensores del castillo de Chapultepec, en la ciudad de México, seis de los cuales, apenas en la adolescencia, y otros muchos mexicanos murieron durante esa jornada patriótica encabezada por el director del Colegio Militar, general José Mariano Monterde, quien había sido gobernador de California Sur de 1829 a 1834.*

¿Y qué pasaba en esta entidad por entonces?

Desde 1846 habían llegado las fuerzas enemigas a La Paz donde obtuvieron una virtual rendición, disfrazada de neutralidad, del jefe político Francisco Palacios Miranda, ante lo cual iniciaron la resistencia los habitantes del resto de los pueblos sudcalifornianos.

En abril de 1847 fue suscrito un tratado de quince artículos entre las autoridades locales y los representantes de la ocupación, en el cual se fijaba la entrega de las propiedades públicas a éstos, se aseguraba la permanencia de los funcionarios y empleados municipales en sus cargos, así como el sometimiento de los militares mexicanos al mando extranjero.

En vista de ello, la Diputación Territorial determinó reunirse en Santa Anita, cerca de San José del Cabo, y designó gobernador a Mauricio Castro, primer vocal de esa legislatura, quien encabezó de inmediato la lucha.

Ante estas noticias, el gobierno nacional encargó el rechazo militar a la agresión en la península californiana al capitán poblano Manuel Pineda. Con el puesto de comandante principal, unos cuantos oficiales y algunas armas, en septiembre se embarcó en Guaymas rumbo a Mulegé, donde se dispuso a organizar la defensa, con personas reclutadas en el propio Mulegé, Comondú, Loreto y San Ignacio.

Enterado el jefe de la ocupación de estos preparativos, envió desde La Paz hacia Mulegé dos embarcaciones que llegaron a su destino el 1 de octubre del mismo 1847, llevando izada la bandera inglesa que, una vez en el puerto, hicieron arriar los invasores para colocar su propio pabellón, en tanto que Pineda ordenaba las operaciones para rechazar el inminente ataque.

Al día siguiente, 2 de octubre, el jefe estadounidense hizo llegar al comandante mexicano una nota de intimidación para deponer la defensa, la cual fue respondida mediante un enunciado terminante: “Esta comandancia, con los valientes soldados que tiene a sus órdenes, se defenderá y sostendrá sus armas hasta derramar la última gota de sangre.”

A las 9 de la mañana se inició el embate de la artillería e infantería norteamericanas, que recibieron la sistemática e insuperable contraofensiva de los patriotas.

En uno de sus informes a la comandancia de Sonora, de la cual dependía, Pineda expresó: “Nunca creí que con una fuerza tan inferior como la que se hallaba a mis órdenes, pudiera haber contrarrestado a la de estos infames norteamericanos, pero la buena disposición, el buen patriotismo de los valientes que me acompañaban, pudieron escarmentar el atrevimiento de estos enemigos que, sabedores de las pocas fuerzas con que podía contar, trataban de poner el sello de la esclavitud a estos muleginos valientes...”

Ocho horas más tarde, el intruso debió tocar retirada mientras recogía en la huida a sus muertos y heridos, con el propósito evidente de desistir del objetivo de tomar aquella plaza, sin haber hecho prisioneros y debiendo regresar sin mayor éxito a La Paz, que convirtió en su centro de operaciones.

Se dispuso que todos los pobladores salieran de Mulegé y que fuera cortada el agua en prevención de una nueva incursión enemiga. Fue una clara victoria sobre los estadounidenses, y la única durante la guerra en todo el país.

En adelante, las acciones se concentraron en el sur: El 19 de noviembre siguiente se emprendió en San José del Cabo el rechazo a la invasión, en la que murieron, entre otros, el teniente español-mexicano Antonio Mijares (Santander, España, 1819). Los combates duraron incluso después de la firma del tratado que puso fin al conflicto. Quienes sirvieron como colaboracionistas de los estadounidenses debieron salir al exilio, junto con el ex gobernador Palacios Miranda, para evitar el enfrentamiento contra la población que se mantuvo leal a México. La relación de sus nombres está documentada.


Pero al pueblo sudcaliforniano le quedaban otras pruebas de patriotismo que realizar en los inicios de la segunda mitad del mismo siglo XIX. A ello nos referiremos en ocasión siguiente.

*Durante la administración de Monterde fue trasladada la capital de Loreto a San Antonio y finalmente a La Paz en 1830.

em_coronado@yahoo.com

https://www.facebook.com/eligiomoises.coronado/

El 13 de septiembre de 1847, las tropas de la Norteamérica expansionista combatían a los defensores del castillo de Chapultepec, en la ciudad de México, seis de los cuales, apenas en la adolescencia, y otros muchos mexicanos murieron durante esa jornada patriótica encabezada por el director del Colegio Militar, general José Mariano Monterde, quien había sido gobernador de California Sur de 1829 a 1834.*

¿Y qué pasaba en esta entidad por entonces?

Desde 1846 habían llegado las fuerzas enemigas a La Paz donde obtuvieron una virtual rendición, disfrazada de neutralidad, del jefe político Francisco Palacios Miranda, ante lo cual iniciaron la resistencia los habitantes del resto de los pueblos sudcalifornianos.

En abril de 1847 fue suscrito un tratado de quince artículos entre las autoridades locales y los representantes de la ocupación, en el cual se fijaba la entrega de las propiedades públicas a éstos, se aseguraba la permanencia de los funcionarios y empleados municipales en sus cargos, así como el sometimiento de los militares mexicanos al mando extranjero.

En vista de ello, la Diputación Territorial determinó reunirse en Santa Anita, cerca de San José del Cabo, y designó gobernador a Mauricio Castro, primer vocal de esa legislatura, quien encabezó de inmediato la lucha.

Ante estas noticias, el gobierno nacional encargó el rechazo militar a la agresión en la península californiana al capitán poblano Manuel Pineda. Con el puesto de comandante principal, unos cuantos oficiales y algunas armas, en septiembre se embarcó en Guaymas rumbo a Mulegé, donde se dispuso a organizar la defensa, con personas reclutadas en el propio Mulegé, Comondú, Loreto y San Ignacio.

Enterado el jefe de la ocupación de estos preparativos, envió desde La Paz hacia Mulegé dos embarcaciones que llegaron a su destino el 1 de octubre del mismo 1847, llevando izada la bandera inglesa que, una vez en el puerto, hicieron arriar los invasores para colocar su propio pabellón, en tanto que Pineda ordenaba las operaciones para rechazar el inminente ataque.

Al día siguiente, 2 de octubre, el jefe estadounidense hizo llegar al comandante mexicano una nota de intimidación para deponer la defensa, la cual fue respondida mediante un enunciado terminante: “Esta comandancia, con los valientes soldados que tiene a sus órdenes, se defenderá y sostendrá sus armas hasta derramar la última gota de sangre.”

A las 9 de la mañana se inició el embate de la artillería e infantería norteamericanas, que recibieron la sistemática e insuperable contraofensiva de los patriotas.

En uno de sus informes a la comandancia de Sonora, de la cual dependía, Pineda expresó: “Nunca creí que con una fuerza tan inferior como la que se hallaba a mis órdenes, pudiera haber contrarrestado a la de estos infames norteamericanos, pero la buena disposición, el buen patriotismo de los valientes que me acompañaban, pudieron escarmentar el atrevimiento de estos enemigos que, sabedores de las pocas fuerzas con que podía contar, trataban de poner el sello de la esclavitud a estos muleginos valientes...”

Ocho horas más tarde, el intruso debió tocar retirada mientras recogía en la huida a sus muertos y heridos, con el propósito evidente de desistir del objetivo de tomar aquella plaza, sin haber hecho prisioneros y debiendo regresar sin mayor éxito a La Paz, que convirtió en su centro de operaciones.

Se dispuso que todos los pobladores salieran de Mulegé y que fuera cortada el agua en prevención de una nueva incursión enemiga. Fue una clara victoria sobre los estadounidenses, y la única durante la guerra en todo el país.

En adelante, las acciones se concentraron en el sur: El 19 de noviembre siguiente se emprendió en San José del Cabo el rechazo a la invasión, en la que murieron, entre otros, el teniente español-mexicano Antonio Mijares (Santander, España, 1819). Los combates duraron incluso después de la firma del tratado que puso fin al conflicto. Quienes sirvieron como colaboracionistas de los estadounidenses debieron salir al exilio, junto con el ex gobernador Palacios Miranda, para evitar el enfrentamiento contra la población que se mantuvo leal a México. La relación de sus nombres está documentada.


Pero al pueblo sudcaliforniano le quedaban otras pruebas de patriotismo que realizar en los inicios de la segunda mitad del mismo siglo XIX. A ello nos referiremos en ocasión siguiente.

*Durante la administración de Monterde fue trasladada la capital de Loreto a San Antonio y finalmente a La Paz en 1830.

em_coronado@yahoo.com

https://www.facebook.com/eligiomoises.coronado/