/ domingo 12 de julio de 2020

Franciscanos en California

Consumada la expulsión de los jesuitas de California, en 1768, el virrey marqués de Croix, de acuerdo con el visitador José de Gálvez, dispuso que los franciscanos se encargasen de administrar las misiones dejadas por la Compañía de Jesús.

Las autoridades franciscanas de México designaron para esa tarea a doce frailes, dirigidos por Junípero Serra –quien por entonces evangelizaba en Querétaro--, los cuales arribaron a Loreto el 1 de abril del mismo 1768.

Cada uno marchó a su misión, en la inteligencia de que nada se modificaría hasta la llegada del visitador Gálvez, que el 6 de julio se instaló en el real de Santa Ana, al sur de La Paz, con el encargo de proceder al poblamiento de la Nueva o Alta California, concretamente los puertos de San Diego y Monterrey.

El día 12 siguiente (y es lo que conmemoramos hoy), Gálvez escribió a Serra enterándolo de sus proyectos y pidiendo informes de las misiones, con lo que se inició una constante correspondencia entre ambos.

Fray Junípero viajó desde Loreto para entrevistarse con Gálvez, y ambos convinieron en despachar dos expediciones a San Diego: una por mar que salió de La Paz el 9 de enero de 1769 en un barco confiscado en San Antonio al empresario minero Manuel de Ocio, y otra terrestre dividida en dos grupos, uno encabezado por Fernando de Rivera y Moncada, comandante del presidio de Loreto, que inició la marcha desde Santa Ana, y el otro dirigido por el nuevo gobernador de las Californias, Gaspar de Portolá, quien emprendió el camino poco después en Loreto.

De los establecimientos ex jesuíticos incautaron nativos, ganados, granos, cepas, objetos rituales, instrumentos y todo cuanto consideraron necesario para emplear en las nuevas fundaciones altacalifornianas, con lo cual aquéllos quedaron en peores condiciones aún.

Serra tomó la ruta desde este último lugar el 28 de marzo de 1769; alcanzó al gobernador y fundaron ambos la misión de San Fernando de Velicatá, única creada por los franciscanos en la península, situada en el sur del actual estado de Baja California.

Antes de cuatro meses más tarde, el 1 de julio, ya estaban todos en San Diego, excepto la mayoría de los marineros, que murieron durante la travesía. El 16 de julio fue fundada oficialmente la misión que dedicaron a San Diego de Alcalá, y pronto ocurrió el primer ataque de los nativos.

Salió una nueva expedición a Monterrey, lugar que no fue encontrado, y sí en cambio el puerto de San Francisco. A la nueva búsqueda de Monterrey salieron dos grupos, conducido el marítimo por Serra y el terrestre por el gobernador Portolá, y el 3 de junio del año siguiente (1770) tomaron posesión del sitio y fundaron la misión de San Carlos Borromeo.

Conocidos por el virrey De Croix estos trabajos y logros, anunció que se enviarían a Californias 30 frailes más: 10 a San Diego y San Carlos, San Francisco, Santa Clara, San Gabriel Arcángel, San Antonio de Padua y San Luis Obispo, que estaban en proyecto, todas en Alta California. 10 más para la región comprendida entre San Fernando Velicatá y San Diego, donde serían creadas cinco más. Y los 10 últimos a los antiguos establecimientos jesuíticos para acompañar a los frailes que habían quedado en la península.

El padre Francisco Palóu había quedado al cuidado de las misiones del sur y al mando de los franciscanos en ausencia de Serra. A mediados de 1773 entregó la última misión a los dominicos, que desde la salida de los jesuitas habían mostrado mucho interés por entrar a California.

De este modo los franciscanos quedaron en plena libertad de entregar todos sus empeños a la empresa altacaliforniana, y fue en esta etapa que nacieron los conceptos de “baja” California para la península, y de “alta” California para la parte continental.

Serra creó en 1775 la misión de San Juan Capistrano, y dos años más tarde nacieron la de Santa Clara y el pueblo de San José, un presidio y tres misiones más, así como un pueblo de españoles que llamaron de Nuestra Señora de los Ángeles, a finales de 1781, que es la actual ciudad de Los Ángeles.

Fray Junípero Serra murió el 28 de agosto de 1784, a la edad de 70 años, en la misión de San Carlos de Monterrey. Las poblaciones que se establecieron en aquella tierra durante quince años, y otras más que fueron levantadas después de su muerte, constituyen verdaderos monumentos a su memoria, en un extenso territorio que México perdió en 1848 como resultado de la guerra que emprendieron los Estados Unidos contra nuestro país.

Consumada la expulsión de los jesuitas de California, en 1768, el virrey marqués de Croix, de acuerdo con el visitador José de Gálvez, dispuso que los franciscanos se encargasen de administrar las misiones dejadas por la Compañía de Jesús.

Las autoridades franciscanas de México designaron para esa tarea a doce frailes, dirigidos por Junípero Serra –quien por entonces evangelizaba en Querétaro--, los cuales arribaron a Loreto el 1 de abril del mismo 1768.

Cada uno marchó a su misión, en la inteligencia de que nada se modificaría hasta la llegada del visitador Gálvez, que el 6 de julio se instaló en el real de Santa Ana, al sur de La Paz, con el encargo de proceder al poblamiento de la Nueva o Alta California, concretamente los puertos de San Diego y Monterrey.

El día 12 siguiente (y es lo que conmemoramos hoy), Gálvez escribió a Serra enterándolo de sus proyectos y pidiendo informes de las misiones, con lo que se inició una constante correspondencia entre ambos.

Fray Junípero viajó desde Loreto para entrevistarse con Gálvez, y ambos convinieron en despachar dos expediciones a San Diego: una por mar que salió de La Paz el 9 de enero de 1769 en un barco confiscado en San Antonio al empresario minero Manuel de Ocio, y otra terrestre dividida en dos grupos, uno encabezado por Fernando de Rivera y Moncada, comandante del presidio de Loreto, que inició la marcha desde Santa Ana, y el otro dirigido por el nuevo gobernador de las Californias, Gaspar de Portolá, quien emprendió el camino poco después en Loreto.

De los establecimientos ex jesuíticos incautaron nativos, ganados, granos, cepas, objetos rituales, instrumentos y todo cuanto consideraron necesario para emplear en las nuevas fundaciones altacalifornianas, con lo cual aquéllos quedaron en peores condiciones aún.

Serra tomó la ruta desde este último lugar el 28 de marzo de 1769; alcanzó al gobernador y fundaron ambos la misión de San Fernando de Velicatá, única creada por los franciscanos en la península, situada en el sur del actual estado de Baja California.

Antes de cuatro meses más tarde, el 1 de julio, ya estaban todos en San Diego, excepto la mayoría de los marineros, que murieron durante la travesía. El 16 de julio fue fundada oficialmente la misión que dedicaron a San Diego de Alcalá, y pronto ocurrió el primer ataque de los nativos.

Salió una nueva expedición a Monterrey, lugar que no fue encontrado, y sí en cambio el puerto de San Francisco. A la nueva búsqueda de Monterrey salieron dos grupos, conducido el marítimo por Serra y el terrestre por el gobernador Portolá, y el 3 de junio del año siguiente (1770) tomaron posesión del sitio y fundaron la misión de San Carlos Borromeo.

Conocidos por el virrey De Croix estos trabajos y logros, anunció que se enviarían a Californias 30 frailes más: 10 a San Diego y San Carlos, San Francisco, Santa Clara, San Gabriel Arcángel, San Antonio de Padua y San Luis Obispo, que estaban en proyecto, todas en Alta California. 10 más para la región comprendida entre San Fernando Velicatá y San Diego, donde serían creadas cinco más. Y los 10 últimos a los antiguos establecimientos jesuíticos para acompañar a los frailes que habían quedado en la península.

El padre Francisco Palóu había quedado al cuidado de las misiones del sur y al mando de los franciscanos en ausencia de Serra. A mediados de 1773 entregó la última misión a los dominicos, que desde la salida de los jesuitas habían mostrado mucho interés por entrar a California.

De este modo los franciscanos quedaron en plena libertad de entregar todos sus empeños a la empresa altacaliforniana, y fue en esta etapa que nacieron los conceptos de “baja” California para la península, y de “alta” California para la parte continental.

Serra creó en 1775 la misión de San Juan Capistrano, y dos años más tarde nacieron la de Santa Clara y el pueblo de San José, un presidio y tres misiones más, así como un pueblo de españoles que llamaron de Nuestra Señora de los Ángeles, a finales de 1781, que es la actual ciudad de Los Ángeles.

Fray Junípero Serra murió el 28 de agosto de 1784, a la edad de 70 años, en la misión de San Carlos de Monterrey. Las poblaciones que se establecieron en aquella tierra durante quince años, y otras más que fueron levantadas después de su muerte, constituyen verdaderos monumentos a su memoria, en un extenso territorio que México perdió en 1848 como resultado de la guerra que emprendieron los Estados Unidos contra nuestro país.