/ domingo 5 de noviembre de 2023

Costumbres funerarias de los californios

Es general el desconocimiento de alguna referencia a los ritos funerarios de los antiguos pueblos californios, que acusamos a falta de información disponible con facilidad, y quizás al prejuicio de que el pasado de las Californias nada tiene que ofrecer en este sentido.

He aquí, entonces, algo de lo mucho que puede saberse al respecto:

Dos testimonios

María Teresa Uriarte Castañeda se tituló en la UNAM en 1974 con la tesis “Las costumbres y los ritos funerarios de los indígenas en la Baja California”, que convirtió luego en un libro, del cual estuvo en La Paz para impartir una conferencia. La UNAM con el gobierno de BCS le editaron Historia y arte de la B. C. en 2013.

En éste dice que “Entre los testimonios de los misioneros jesuitas hay diversas referencias a las fiestas de los peninsulares para conmemorar a sus muertos y, aunque en general poco detalladas, en gran medida corresponden a las que realizaban los cochimíes. Miguel Venegas, por ejemplo, hizo referencia a que hacían figuras con ramas, cosa que repitió [Francisco Xavier] Clavijero, también en forma escueta, al escribir que honraban ‘la memoria de algunos difuntos colocando en la extremidad de una alta garrocha su figura groseramente formada de ramas’ Y que, junto a ella ‘se ponía un guama a predicar sus alabanzas”

De nueva cuenta, fue Miguel del Barco quien, al igual que acerca de otros aspectos, proporcionó más detalles:

Otra fiesta celebran en conmemoración o visita de sus difuntos. Viven persuadidos a que, cuando mueren, pasan los difuntos a las regiones del norte. De aquí tomaron ocasión los viejos para celebrar, a propia utilidad, una fiesta a sus parientes difuntos. Señalan el día en que éstos, sus parientes, han de venir del norte a visitarlos.” (Historia natural y crónica de la Antigua California, editada por Miguel León-Portilla.)

Dos sitios de enterramiento

Alfonso Rosales López, Investigador del INAH especialista en estudios de costumbres funerarias de Baja California Sur, y Leticia C. Sánchez García, investigadora del Centro INAH BCS, publicaron “Así morían los antiguos californios”, que contiene información muy ilustrativa al respecto.

“Dos lugares fueron los preferidos para inhumar muertos, el más antiguo en las playas, pero no en todas, sólo en aquellas que poseían las mejores condiciones para vivir, pues no había zonas reservadas para enterrar cadáveres. La distribución de los cuerpos, así como la de los campamentos habitacionales, se hacía al azar; los antepasados debían convivir con los vivos.”

El segundo eran las laderas de los cerros, ya sea cerca de la costa o en el interior de las sierras; los sitios funerarios fueron entonces pequeños abrigos rocosos y cuevas que permanecían ocultos, no había forma de distinguirlos entre la multitud de lugares similares del entorno. (revista Antropología mexicana.)

Francisco de Ortega

De una de las extensas relaciones que hizo el capitán Francisco de Ortega sobre sus exploraciones californianas, son estas noticias de la segunda estadía en La Paz durante diciembre de 1633:

“Trajeron al príncipe muerto y a su mujer e hijo a donde estaba su padre; y después de amortajados y puestos en sus andas, avisó el Bacarí [jefe guaycura de La Paz] a todas las poblaciones y rancherías más cercanas, y habiéndose juntado muy grande número de indios le estuvieron llorando de noche y de día, que se oía el llanto y gritería más de una legua; y habiendo estado tres días en las andas, llamó el Bacarí al capitán y a toda su gente y a los dos sacerdotes para que estuvieran presentes al enterrar a su hijo…

El Bacarí pidió al capitán les diera seis hachas de cortar madera; con ellas mandó a sus indios que cortaran los árboles a donde su hijo acostumbraba ponerse a la sombra, y taparon un camino por donde el Conichí (su hijo) acostumbraba a ir a una población…

Estos diez o doce días después del entierro se juntaron muchos indios de todas las islas y tierra firme; y estando todos estos indios juntos haciendo llantos y exclamación por el príncipe muerto, se cortaron todos los cabellos, que de uso y costumbre los traen largos hasta la cintura. Quedaron con el cabello corto, hicieron una lumbre y quemaron los dichos cabellos y todos se embijaron de negro…”

Final

Los altares de muertos, la música y la comida en el panteón son tradiciones de los mexicanos, hasta hace poco ajenas a la celebración del día de Muertos en California peninsular, donde el homenaje a los difuntos se ha limitado a sólo la visita a las tumbas de los seres que se recuerdan de manera especial el 2 de noviembre: Ramo, rezo y riego han sido considerados ancestralmente como suficientes para celebrar el día.

Es general el desconocimiento de alguna referencia a los ritos funerarios de los antiguos pueblos californios, que acusamos a falta de información disponible con facilidad, y quizás al prejuicio de que el pasado de las Californias nada tiene que ofrecer en este sentido.

He aquí, entonces, algo de lo mucho que puede saberse al respecto:

Dos testimonios

María Teresa Uriarte Castañeda se tituló en la UNAM en 1974 con la tesis “Las costumbres y los ritos funerarios de los indígenas en la Baja California”, que convirtió luego en un libro, del cual estuvo en La Paz para impartir una conferencia. La UNAM con el gobierno de BCS le editaron Historia y arte de la B. C. en 2013.

En éste dice que “Entre los testimonios de los misioneros jesuitas hay diversas referencias a las fiestas de los peninsulares para conmemorar a sus muertos y, aunque en general poco detalladas, en gran medida corresponden a las que realizaban los cochimíes. Miguel Venegas, por ejemplo, hizo referencia a que hacían figuras con ramas, cosa que repitió [Francisco Xavier] Clavijero, también en forma escueta, al escribir que honraban ‘la memoria de algunos difuntos colocando en la extremidad de una alta garrocha su figura groseramente formada de ramas’ Y que, junto a ella ‘se ponía un guama a predicar sus alabanzas”

De nueva cuenta, fue Miguel del Barco quien, al igual que acerca de otros aspectos, proporcionó más detalles:

Otra fiesta celebran en conmemoración o visita de sus difuntos. Viven persuadidos a que, cuando mueren, pasan los difuntos a las regiones del norte. De aquí tomaron ocasión los viejos para celebrar, a propia utilidad, una fiesta a sus parientes difuntos. Señalan el día en que éstos, sus parientes, han de venir del norte a visitarlos.” (Historia natural y crónica de la Antigua California, editada por Miguel León-Portilla.)

Dos sitios de enterramiento

Alfonso Rosales López, Investigador del INAH especialista en estudios de costumbres funerarias de Baja California Sur, y Leticia C. Sánchez García, investigadora del Centro INAH BCS, publicaron “Así morían los antiguos californios”, que contiene información muy ilustrativa al respecto.

“Dos lugares fueron los preferidos para inhumar muertos, el más antiguo en las playas, pero no en todas, sólo en aquellas que poseían las mejores condiciones para vivir, pues no había zonas reservadas para enterrar cadáveres. La distribución de los cuerpos, así como la de los campamentos habitacionales, se hacía al azar; los antepasados debían convivir con los vivos.”

El segundo eran las laderas de los cerros, ya sea cerca de la costa o en el interior de las sierras; los sitios funerarios fueron entonces pequeños abrigos rocosos y cuevas que permanecían ocultos, no había forma de distinguirlos entre la multitud de lugares similares del entorno. (revista Antropología mexicana.)

Francisco de Ortega

De una de las extensas relaciones que hizo el capitán Francisco de Ortega sobre sus exploraciones californianas, son estas noticias de la segunda estadía en La Paz durante diciembre de 1633:

“Trajeron al príncipe muerto y a su mujer e hijo a donde estaba su padre; y después de amortajados y puestos en sus andas, avisó el Bacarí [jefe guaycura de La Paz] a todas las poblaciones y rancherías más cercanas, y habiéndose juntado muy grande número de indios le estuvieron llorando de noche y de día, que se oía el llanto y gritería más de una legua; y habiendo estado tres días en las andas, llamó el Bacarí al capitán y a toda su gente y a los dos sacerdotes para que estuvieran presentes al enterrar a su hijo…

El Bacarí pidió al capitán les diera seis hachas de cortar madera; con ellas mandó a sus indios que cortaran los árboles a donde su hijo acostumbraba ponerse a la sombra, y taparon un camino por donde el Conichí (su hijo) acostumbraba a ir a una población…

Estos diez o doce días después del entierro se juntaron muchos indios de todas las islas y tierra firme; y estando todos estos indios juntos haciendo llantos y exclamación por el príncipe muerto, se cortaron todos los cabellos, que de uso y costumbre los traen largos hasta la cintura. Quedaron con el cabello corto, hicieron una lumbre y quemaron los dichos cabellos y todos se embijaron de negro…”

Final

Los altares de muertos, la música y la comida en el panteón son tradiciones de los mexicanos, hasta hace poco ajenas a la celebración del día de Muertos en California peninsular, donde el homenaje a los difuntos se ha limitado a sólo la visita a las tumbas de los seres que se recuerdan de manera especial el 2 de noviembre: Ramo, rezo y riego han sido considerados ancestralmente como suficientes para celebrar el día.