Hace unas semanas, con motivo del medio siglo del fallecimiento del Ilustre sudcaliforniano Agustín Olachea Avilés, abordaba lo relacionado con la apertura a la agricultura del Valle de Santo Domingo, que en este 2024 cumple 75 años de la publicación del Acuerdo presidencial que dio paso a la dotación de tierras en el ahora Municipio de Comondú.
Señalaba en la colaboración que la motivación del Estado Mexicano de invitar a familias de diversas entidades del país a venir a la tierra inhóspita que era Baja California Sur a colonizarla, tenía una finalidad: las manos de aquellas familias, con su labor en la agricultura y en la ganadería, se convertían en fieles defensores de la integridad territorial de México y por supuesto del Territorio Sur de la Baja California.
Era una política de poblamiento impulsada por el Gobierno de la República para rescatar para la Nación con el trabajo de sus hijas e hijos amplios territorios desolados en el que los vecinos del norte tenían puestos los ojos; recordemos varios episodios en la II Guerra Mundial de intentos de instalar bases americanas para defenderse de una eventual invasión japonesa vía la Península de Baja California.
Lo anterior evidentemente es importante por lo que ha significado en lo económico y en lo social para Baja California Sur el Valle de Santo Domingo desde hace tres cuartos de siglo a la fecha.
Sin embargo hacia finales de los años 30 del siglo pasado se dio un proceso de poblamiento de la Zona Pacífico Norte del ahora Estado de Baja California Sur, en donde el Estado Mexicano de aquel tiempo impulsó la figura organizativa de la cooperativa pesquera a partir de 1939 como un enclave importante para la producción pesquera de especies como langosta, abulón y camarón entre otras; pero en el fondo la cooperativa pesquera era la figura organizativa ideal para poblar una zona estratégica para el país, tanto por su riqueza en especies, como por su ubicación geográfica; la cooperativa jugó el papel de organizador de la sociedad y de la producción y sobre estas organizaciones descansó durante mucho tiempo el desarrollo social y económico de la región.
Es un hecho que su vinculación social, económica y política no era con, y poco ha sido con Baja California Sur, sino que esa vinculación se ha dado con el vecino estado de Baja California y en las comunidades de la Pacífico Norte se fue acumulando un sentimiento de lejanía con Baja California Sur que durante muchos años estuvo presente en los habitantes de Bahía Tortugas, Punta Abreojos, Isla Natividad, Bahía Asunción e Isla de Cedros.
Es necesario recordar que en los primeros 20 años del siglo pasado, empresarios japoneses, la empresa Kondo, se dedicó a extraer almejas y a enviarlas al mercado de los Estados Unidos, con un evidente desplazamiento de los mexicanos, pues la presencia de connacionales era reducida frente a los orientales y los norteamericanos.
Al expedirse en 1936 la primera Ley de Cooperativas inmediatamente surgieron las primeras organizaciones en aquella región como La California de San Ignacio, La Purísima, Abreojos, Tortugas, Buzos y Pescadores, que fueron poblando poco a poco una zona muy codiciada por intereses extranjeros.
Este proceso de poblamiento se dio en un periodo comprendido entre 1939 y 1949, lo que le dio presencia de manos mexicanas a la zona Pacífico Norte de Baja California Sur, y esa labor de los cooperativistas fue el elemento que sin lugar a dudas ayudó en la defensa de nuestra integridad territorial frente a reales acechanzas extranjeras.
Lo cierto es que la historia de la Pacífico Norte como pueblo poco se conoce en Baja California Sur, sigue existiendo ese sentimiento de lejanía, con el sur de la península, y seguramente existe en la actualidad.
Hoy en día en el poder político local debe de existir la total voluntad de reconocer el valor que la región Pacífico Norte ha tenido y tiene en la historia sudcaliforniana.
Tuve la oportunidad de vida de trabajar algunos años con las cooperativas pesqueras y estoy plenamente convencido que como sociedad sudcaliforniana le hemos regateado mucho a reconocer la historia y el aporte de las mujeres y hombres de la Pacífico Norte, cuyos abuelos de muchos de los actuales habitantes fueron los baluartes que con trabajo y presencia defendieron nuestra integridad territorial como Nación, nada más y nada menos.
Creo que como sociedad sudcaliforniana debemos empezar a pagar esa deuda moral e histórica con la Pacífico-Norte, es mucho lo que les debemos.