/ domingo 22 de octubre de 2023

Aniversario fundacional de Loreto, California

Con 35 años de edad, Eusebio Francisco Kino llegó a Veracruz en 1681, y apenas dos años después fue designado cosmógrafo real y misionero junto con el también jesuita Pedro Matías Goñi, en la expedición que comandaría el gobernador de Sinaloa, almirante Isidro de Atondo y Antillón, en uno de los empeños más serios del virreinato para fincar su definitiva supremacía en la hasta entonces inconquistable California.

Al lugar del que Hernán Cortés había tomado posesión en 1535 llamándolo puerto y bahía de Santa Cruz, el mismo que fue rebautizado con el nombre de La Paz por Sebastián Vizcaíno seis decenios después, llegaron Atondo, Kino y acompañantes el primer día de abril de 1683. Ahí construyeron un pequeño campamento que denominaron real de Nuestra Señora de Guadalupe, y procedieron a establecer los primeros contactos con los aborígenes guaycuras cuya lengua se dedicaron Kino y Goñi a aprender, en tanto se daban los pasos iniciales para la evangelización.

Algún tiempo después se sumó a la empresa el padre Juan Bautista Copart, quien al cabo logró redactar un catecismo y otros escritos en lengua guaycura que aún permanecen ocultos en algunos de los archivos que en varias partes del mundo contienen papeles para la historia californiana.

Debido a dificultades con los nativos, la expedición se trasladó a un punto más al norte, de mayor cercanía a las poblaciones de la contracosta, al de dieron la denominación de San Bruno, que fue la primera misión californiana, aunque de corta duración.

Es aquí donde Kino se hizo misionero, y la experiencia californiana que obtuvo en el ejercicio de esta vocación le abrió caminos en su obra civilizadora que lo ha colocado justamente en el reconocimiento de la historia.

Por circunstancias diversas -escasez de agua, falta de abastecimientos, enfermedades como el escorbuto, y la demostrada improductividad de la pesquería de perlas, entre las principales-, en mayo de 1685 fue levantado el campamento y se puso proa al continente.

Fruto de dicha estadía es el libro titulado Arte y bocabulario de la lengua neve de las Californias o Carolinas, preparado por Carlos Lazcano Sahagún y Arnulfo Estrada Ramírez, cuya edición patrocinaron ambos gobiernos peninsulares en 2020, y que ha venido a enriquecer notablemente los estudios etnolingüísticos de la tierra de Calafia y Esplandián.

El padre Eusebio Francisco quedó asignado a los establecimientos de evangelización en Sonora, y fue durante la llegada de su hermano de religión Juan María de Salvatierra, visitador de las misiones de Sonora y Sinaloa, que logró entusiasmarlo por un proyecto de cristianización en California.

Ambos solicitaron para ello las licencias del virrey y las autoridades de la Compañía de Jesús, que luego de algún tiempo y varios tropiezos obtuvieron a principios de 1697, cuando el virrey José Sarmiento Valladares les otorgó la autorización para su establecimiento permanente en California. Ambos sacerdotes se reunieron en Tepotzotlán con el religioso hondureño Juan de Ugarte, y trazaron los proyectos de la nueva empresa, que en lo financiero se apoyaba en el plan de obtener un capital basado en procuración de limosnas que sería llamado “Fondo piadoso de las Californias”, advertidos de prescindir de todo auxilio del erario real, pero con la concesión de llevar soldados por su cuenta, así como nombrar capitán y gobernador.

A punto de partir hacia California, Kino fue impedido de volver a ella por ser necesaria su presencia para apaciguar alzamientos indígenas en la provincia sonorense.

Así se abordó la galeota Santa Elvira el 10 de octubre de ese mismo 1697, en puerto Yaqui, con diez personas, algo de harina y maíz, treinta reses, un caballo, diez borregos, ocho caprinos y cuatro cerdos. En una lancha aparte iban seis hombres más.

El destino era San Bruno, cuyas condiciones, una vez ahí, los hicieron pensar en algún sitio mejor. El capitán de la galeota “ofreció mostrarles otro sitio más acomodado que él había reconocido en tiempo de la expedición de Atondo”. Se trataba de la bahía de San Dionisio, algunas leguas más al sur.

La llegada de Salvatierra el 25 de octubre de 1697 a este punto de las Californias que pusieron bajo el patrocinio de la virgen de Loreto, significó el principio de un vasto programa misionero que se extendió durante setenta años hasta el extremo peninsular, y hasta el norte en la parte sureña de lo que hoy es el estado de Baja California.

* El autor es miembro de las academias mexicanas de la Lengua y de la Historia.

Con 35 años de edad, Eusebio Francisco Kino llegó a Veracruz en 1681, y apenas dos años después fue designado cosmógrafo real y misionero junto con el también jesuita Pedro Matías Goñi, en la expedición que comandaría el gobernador de Sinaloa, almirante Isidro de Atondo y Antillón, en uno de los empeños más serios del virreinato para fincar su definitiva supremacía en la hasta entonces inconquistable California.

Al lugar del que Hernán Cortés había tomado posesión en 1535 llamándolo puerto y bahía de Santa Cruz, el mismo que fue rebautizado con el nombre de La Paz por Sebastián Vizcaíno seis decenios después, llegaron Atondo, Kino y acompañantes el primer día de abril de 1683. Ahí construyeron un pequeño campamento que denominaron real de Nuestra Señora de Guadalupe, y procedieron a establecer los primeros contactos con los aborígenes guaycuras cuya lengua se dedicaron Kino y Goñi a aprender, en tanto se daban los pasos iniciales para la evangelización.

Algún tiempo después se sumó a la empresa el padre Juan Bautista Copart, quien al cabo logró redactar un catecismo y otros escritos en lengua guaycura que aún permanecen ocultos en algunos de los archivos que en varias partes del mundo contienen papeles para la historia californiana.

Debido a dificultades con los nativos, la expedición se trasladó a un punto más al norte, de mayor cercanía a las poblaciones de la contracosta, al de dieron la denominación de San Bruno, que fue la primera misión californiana, aunque de corta duración.

Es aquí donde Kino se hizo misionero, y la experiencia californiana que obtuvo en el ejercicio de esta vocación le abrió caminos en su obra civilizadora que lo ha colocado justamente en el reconocimiento de la historia.

Por circunstancias diversas -escasez de agua, falta de abastecimientos, enfermedades como el escorbuto, y la demostrada improductividad de la pesquería de perlas, entre las principales-, en mayo de 1685 fue levantado el campamento y se puso proa al continente.

Fruto de dicha estadía es el libro titulado Arte y bocabulario de la lengua neve de las Californias o Carolinas, preparado por Carlos Lazcano Sahagún y Arnulfo Estrada Ramírez, cuya edición patrocinaron ambos gobiernos peninsulares en 2020, y que ha venido a enriquecer notablemente los estudios etnolingüísticos de la tierra de Calafia y Esplandián.

El padre Eusebio Francisco quedó asignado a los establecimientos de evangelización en Sonora, y fue durante la llegada de su hermano de religión Juan María de Salvatierra, visitador de las misiones de Sonora y Sinaloa, que logró entusiasmarlo por un proyecto de cristianización en California.

Ambos solicitaron para ello las licencias del virrey y las autoridades de la Compañía de Jesús, que luego de algún tiempo y varios tropiezos obtuvieron a principios de 1697, cuando el virrey José Sarmiento Valladares les otorgó la autorización para su establecimiento permanente en California. Ambos sacerdotes se reunieron en Tepotzotlán con el religioso hondureño Juan de Ugarte, y trazaron los proyectos de la nueva empresa, que en lo financiero se apoyaba en el plan de obtener un capital basado en procuración de limosnas que sería llamado “Fondo piadoso de las Californias”, advertidos de prescindir de todo auxilio del erario real, pero con la concesión de llevar soldados por su cuenta, así como nombrar capitán y gobernador.

A punto de partir hacia California, Kino fue impedido de volver a ella por ser necesaria su presencia para apaciguar alzamientos indígenas en la provincia sonorense.

Así se abordó la galeota Santa Elvira el 10 de octubre de ese mismo 1697, en puerto Yaqui, con diez personas, algo de harina y maíz, treinta reses, un caballo, diez borregos, ocho caprinos y cuatro cerdos. En una lancha aparte iban seis hombres más.

El destino era San Bruno, cuyas condiciones, una vez ahí, los hicieron pensar en algún sitio mejor. El capitán de la galeota “ofreció mostrarles otro sitio más acomodado que él había reconocido en tiempo de la expedición de Atondo”. Se trataba de la bahía de San Dionisio, algunas leguas más al sur.

La llegada de Salvatierra el 25 de octubre de 1697 a este punto de las Californias que pusieron bajo el patrocinio de la virgen de Loreto, significó el principio de un vasto programa misionero que se extendió durante setenta años hasta el extremo peninsular, y hasta el norte en la parte sureña de lo que hoy es el estado de Baja California.

* El autor es miembro de las academias mexicanas de la Lengua y de la Historia.