/ lunes 25 de marzo de 2024

Punta Chivato, Baja California Sur

Lugar donde uno puede sentirse pirata, pescador o escritor

Amanecer en un lugar remoto de frente al infinito paisaje azul; a mi derecha la luna, a mi izquierda el sol... y el barco pesquero ahí enfrente que pareciera pirata.

Donde me siento en altamar... pero estoy pisando tierra firme, tierra bendecida por los que creen en ella... los que la viven y la procuran.

La nueva travesía para recibir la primavera comenzó en Punta Palmilla, Los Cabos, donde nos preguntamos muy temprano por qué no reconocer y conocer de paso más de la ruta de nueve horas que nos ofrecía pura felicidad al andar... porque caminante no hay camino, se hace camino al andar.

Pues ¡andiamo!

Andar sus dunas por las que hay que pasar para llegar invitados a la Posada de las Flores, la única posada legendaria y construida en 1966 por un Lui aventurero y visionario que dejó el alma y cedió a italianos apasionados y talentosos la misión que requiere semejante empresa.

Muy pronto volverá a abrir al púbico.

Se puede alojar en distintos hotelitos que hay alrededor.

Chivato, lugar reconocido por geólogos de universidades internacionales, es hoy Punta Chivato debido a su posición geográfica y fósiles de moluscos; tesoros para los guardianes de la naturaleza que hablan de vientos tremendos de ¡más de 160 km por hora!

Reconocido también y sobre todo por los Real State que desarrollan al parecer con responsabilidad la zona.

Lugar donde uno puede sentirse pirata, pescador o escritor, lugar que había de dar más a menudo artistas que nos narren y cuenten, a través de su obra, la vida en alta mar.

Veo amanecer mientras les escribo estas letras, la habitación con muros de piedra local y maderas preciosas está a solo 5 pasos del mar, veo desde la ventana de frente el cielo colorido en toros rojizos y dorados sobre el lienzo azul.

Sol benévolo que nos acompaña y guía, sus sombras y destellos nos avisan si es tiempo de acelerar o parar un poco antes del anochecer.

Generosa es la ruta hasta Loreto pasando por La Paz y su gente guía y amiga... siempre silenciosa.

Silencio que ameniza el viaje que limpia y purifica, un viaje que va de adentro hacia fuera, un viaje en soledad muy personal.

Dormitar en Loreto viendo las estrellas y la casi luna llena nos emociona... excepto por las calles empolvadas en el centro, me imaginé como en la edad Media, cuando no había pavimento, entre los edificios históricos y los pocos turistas... por lo que la opción fue ver desde la terraza frente del Ayuntamiento la bella cúpula de Nuestra Señora de Loreto y disfrutar la tarde.

Tempranito, pero no demasiado, nos dirigimos emocionados a tomar camino para Chivato sabiendo que, como de costumbre, asombroso sería el recorrido.

Y así fue... pasando por en medio del desierto, saludando la Sierra de la Giganta y la bella Bahía de la Concepción donde necesario es bajar a bañarse en el mar.

Camino largo y placentero de una inmensa paleta de colores y formas que hacen sonreír... vivirlo en persona y consumir lo nuestro es cuestión de honor. Camino que hace vivir... tal vez hasta revivir.

Impresionante resulta la estrecha carretera que cruza la sierra y de pronto nos pone a la altura de la montaña para luego mostrarnos el Mar en todo su esplendor.

Hermoso es admirar el ¡golfo de California desde las alturas!

Peligroso no tener precaución con tanto tráiler a altas velocidades y autos sin placas.

Llegamos a Palo Verde, el sitio señuelo al que luego hay que acceder por camino de terracería de 18 km que llevan directo al paraíso... dentro del paraíso. A saber que es posible llegar a Ensenada de Muertos a dos horas caminando. ¡Y sin desfallecer en el intento! Por supuesto, imperdible es Santa Rosalía, lugar de arte arquitectónico e histórico, de pan delicioso y la iglesia Eiffel traída desde Paris, Francia.

Regresemos…
Amaneciendo me encontré en Punta Chivato, en compañía de mis dos cómplices exploradores y desde luego de mi Dios, el que nos da esperanza de que la vida a pesar de todo es bella.

De Punta Palmilla a Punta Chivato, un privilegio para aquellos que se aventuren a hacer turismo y generar bienestar y recursos para los nuestros... privilegio sentirse parte de una tierra paradisiaca. Casi una Isla en un lugar incógnito que tiene como legado hacernos crecer aunque sea en felicidad.

¡Son vacaciones de primavera!

Amanecer en un lugar remoto de frente al infinito paisaje azul; a mi derecha la luna, a mi izquierda el sol... y el barco pesquero ahí enfrente que pareciera pirata.

Donde me siento en altamar... pero estoy pisando tierra firme, tierra bendecida por los que creen en ella... los que la viven y la procuran.

La nueva travesía para recibir la primavera comenzó en Punta Palmilla, Los Cabos, donde nos preguntamos muy temprano por qué no reconocer y conocer de paso más de la ruta de nueve horas que nos ofrecía pura felicidad al andar... porque caminante no hay camino, se hace camino al andar.

Pues ¡andiamo!

Andar sus dunas por las que hay que pasar para llegar invitados a la Posada de las Flores, la única posada legendaria y construida en 1966 por un Lui aventurero y visionario que dejó el alma y cedió a italianos apasionados y talentosos la misión que requiere semejante empresa.

Muy pronto volverá a abrir al púbico.

Se puede alojar en distintos hotelitos que hay alrededor.

Chivato, lugar reconocido por geólogos de universidades internacionales, es hoy Punta Chivato debido a su posición geográfica y fósiles de moluscos; tesoros para los guardianes de la naturaleza que hablan de vientos tremendos de ¡más de 160 km por hora!

Reconocido también y sobre todo por los Real State que desarrollan al parecer con responsabilidad la zona.

Lugar donde uno puede sentirse pirata, pescador o escritor, lugar que había de dar más a menudo artistas que nos narren y cuenten, a través de su obra, la vida en alta mar.

Veo amanecer mientras les escribo estas letras, la habitación con muros de piedra local y maderas preciosas está a solo 5 pasos del mar, veo desde la ventana de frente el cielo colorido en toros rojizos y dorados sobre el lienzo azul.

Sol benévolo que nos acompaña y guía, sus sombras y destellos nos avisan si es tiempo de acelerar o parar un poco antes del anochecer.

Generosa es la ruta hasta Loreto pasando por La Paz y su gente guía y amiga... siempre silenciosa.

Silencio que ameniza el viaje que limpia y purifica, un viaje que va de adentro hacia fuera, un viaje en soledad muy personal.

Dormitar en Loreto viendo las estrellas y la casi luna llena nos emociona... excepto por las calles empolvadas en el centro, me imaginé como en la edad Media, cuando no había pavimento, entre los edificios históricos y los pocos turistas... por lo que la opción fue ver desde la terraza frente del Ayuntamiento la bella cúpula de Nuestra Señora de Loreto y disfrutar la tarde.

Tempranito, pero no demasiado, nos dirigimos emocionados a tomar camino para Chivato sabiendo que, como de costumbre, asombroso sería el recorrido.

Y así fue... pasando por en medio del desierto, saludando la Sierra de la Giganta y la bella Bahía de la Concepción donde necesario es bajar a bañarse en el mar.

Camino largo y placentero de una inmensa paleta de colores y formas que hacen sonreír... vivirlo en persona y consumir lo nuestro es cuestión de honor. Camino que hace vivir... tal vez hasta revivir.

Impresionante resulta la estrecha carretera que cruza la sierra y de pronto nos pone a la altura de la montaña para luego mostrarnos el Mar en todo su esplendor.

Hermoso es admirar el ¡golfo de California desde las alturas!

Peligroso no tener precaución con tanto tráiler a altas velocidades y autos sin placas.

Llegamos a Palo Verde, el sitio señuelo al que luego hay que acceder por camino de terracería de 18 km que llevan directo al paraíso... dentro del paraíso. A saber que es posible llegar a Ensenada de Muertos a dos horas caminando. ¡Y sin desfallecer en el intento! Por supuesto, imperdible es Santa Rosalía, lugar de arte arquitectónico e histórico, de pan delicioso y la iglesia Eiffel traída desde Paris, Francia.

Regresemos…
Amaneciendo me encontré en Punta Chivato, en compañía de mis dos cómplices exploradores y desde luego de mi Dios, el que nos da esperanza de que la vida a pesar de todo es bella.

De Punta Palmilla a Punta Chivato, un privilegio para aquellos que se aventuren a hacer turismo y generar bienestar y recursos para los nuestros... privilegio sentirse parte de una tierra paradisiaca. Casi una Isla en un lugar incógnito que tiene como legado hacernos crecer aunque sea en felicidad.

¡Son vacaciones de primavera!

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