La Paz, Baja California Sur. Baja el sol, cálido ropaje de la región sudcaliforniana, las familias paceñas se alistan para salir a pasear al malecón de la ciudad, espacio de encuentro, mágico por su belleza natural y deslumbrante a los sentidos del visitante, basta con llegar al lugar para adentrarse en una atmósfera distinta, pisar el lugar es internarse a una cúpula especial y única, similar a la última visita pero distinta a la vez.
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Sin permiso nos vemos envueltos por la energía del lugar que vamos buscando. Hay quienes marchan a paso lento deteniendo el tiempo y sus pensamientos para observar a detalle las chispas de vida que se encienden a su alrededor; niños corriendo, personas en bicicleta, jóvenes haciendo acrobacias, gaviotas volando y quizás un perro paseando con su amo, quizás hoy menos que antes.
Por instantes las palabras de todos se cruzan en el aire formando un solo lenguaje, para que el lugar pueda conversar con aquel que lo visita, si este dispone sus sentidos con sigilosa atención.
Es posible ver al frente entre la multitud a la deportista de mirada fija que se aproxima concentrada en el camino, tal vez aislada por la música que brota de sus auriculares, tal vez absorta en el conteo del ritmo que le exige su interior para alcanzar alguna meta. Es posible, que dos extraños se sonrían en algún punto del camino, aun sin compartir el mismo idioma, ambos se sienten parte de una magia que se expresa más allá de las palabras y que nace de antaño, como si los orígenes del lugar regalaran su legado de paz y amabilidad, a todo aquel que los visita desde cualquier región del mundo.
Difícil distinguir donde comienza o termina un grupo, las abuelas prueban a andar en bicicleta, los adolescentes practican acrobacias en patinetas, hay quienes se comen un helado, unos nachos o un famoso ‘tostiloco’ mientras se ponen al día con los amigos, hay quienes salen del hotel por la captura del último recuerdo. El solitario transita buscando un espacio de inspiración y las personalidades extravagantes retocan el paisaje; a aquel, el buki americano le dicen por su parecido. Conforme cae el sol, el olor a mar penetra hondo los sentidos, con aquel viento que hace cientos de años trajo marineros y piratas a estas aguas, buques como el Cromwell arribaron gracias a él, es entonces que encontramos la respuesta, ¿Por que aquí, en este lugar que hace siglos debió parecer el lugar más aislado del planeta?
Viviendo en un sueño...
El Paisaje se pinta tornasol y las cámaras que apuntan al bello atardecer se multiplican, nadie puede evitar admirar siquiera por un segundo el majestuoso paisaje, transeúntes a pie y en automóvil, todos son víctimas del encantamiento que el mar, la arena y las nubes provocan cuando se funden con los rayos del sol enrojecido, el mar bermejo de don Francisco King. Las palmeras y los barquillos retocan la imagen como estrellas en el cielo, la multitud y los animales, también son parte de esta asombrosa vista.
El turista se maravilla de la postal y busca su mejor ángulo, no puede dejarla escapar de su lente, cuando regrese a casa tendrá evidencia del fascinante lugar que visitó.
