A punto de cumplir 50 años, Santiago Nieto es en público una sonrisa congelada, personalidad reservada y nerviosa, rasgos quizá propios de un abogado de familia queretana tradicional que alguna vez pensó dedicar su vida al derecho electoral. Pero desde que asumió tareas de visible peso político, hace apenas ocho años, este personaje decidió protagonizar tormentas en el país. Hoy comienza de nuevo.
Nieto Castillo gusta de lanzarse a batallas con rivales poderosos, que le han dejado más heridas que triunfos. En el gobierno Peña Nieto, como fiscal electoral en la Procuraduría General de la República (2015-2017), se enfrentó al consejero jurídico presidencial Humberto Castillejos; al exsecretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, e intentó encarcelar al exdirector de Pemex, Emilio Lozoya. Ese gobierno lo echó del puesto, le enderezó demandas penales y filtró un expediente personal que atrajo el divorcio con su primera esposa.
Este lunes el gobernador de Hidalgo, Julio Menchaca, formalizará que Nieto -quien desempeñó apenas cuatro meses el cargo de procurador estatal- solicitó licencia para ser candidato a senador por su natal Querétaro, postulado por Morena con escasas posibilidades de ganar un escaño. Se tratará de otra travesía por el desierto, otra batalla a descubierto y, tal vez, una expiación para reencontrarse con el movimiento de la llamada “cuarta transformación”.
Desde diciembre de 2018 y casi por tres años más, Nieto Castillo alcanzó los cuernos de la luna política como titular de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), donde tuvo un rol instrumental en la persecución judicial contra actores otrora intocables, lo mismo políticos que empresarios e incluso abogados como el polémico Juan Collado. Sus señalamientos, que alcanzaron enorme notoriedad, obligaron al fiscal Alejandro Gertz Manero a abrir expedientes en mucho mayor número de los que quizá habría deseado este último funcionario.
Tal dinámica atrajo una abierta fricción entre Gertz y Nieto. El primero señaló varias veces en Palacio, ante los oídos presidenciales, que su adversario ambicionaba relevarlo en el puesto. El conflicto incluyó al menos tres denuncias penales enderezadas por la propia fiscalía contra Nieto por presuntamente excederse ilegalmente en sus atribuciones. A ello se sumó una cauda de revanchas por parte de personajes implicados en las indagatorias desarrolladas por Nieto, incluso acusaciones interpuestas por el citado abogado Juan Collado junto con Roberto Gil, el controvertido político panista y también abogado, némesis de Nieto tras haber estado casado con la actual esposa de éste, Carla Humphrey.
A esta galería de frentes abiertos, Nieto respondió abriendo un acercamiento político con el exconsejero jurídico Julio Scherer (también abiertamente confrontado con Gertz) y con el excanciller Marcelo Ebrard. A cada paso suyo, más parecían alzarse las cejas en Palacio.
La suerte parecía ya echada en su contra cuando en noviembre de 2021 contrajo segundas nupcias con Humphrey, en Antigua, Guatemala. Se le achacó violentar los presuntos principios de austeridad del gobierno López Obrador y de tener cercanía con opositores a Morena. El derrumbe fue estruendoso.
A Nieto se le ofreció una embajada, que rechazó. Ingresó tras ello en un limbo político, una especie de purgatorio, del que parecía comenzar a salir tras asumir la procuraduría hidalguense, desde donde todavía lanzó una cruzada ante la que llamó “Estafa siniestra”, centralmente contra figuras cercanas al exgobernador priísta Omar Fayad, quien sin embargo luce blindado por una embajada y por su profesión de fe en favor de la virtual candidata presidencial de Morena, Claudia Sheinbaum.
A la luz de ello, Nieto da ahora un salto a la política partidista, que se le presenta tan azarosa como su anterior etapa como fiscal de huracanes.