/ sábado 9 de julio de 2022

Kyoto, espíritu de Japón

Para Shinzo Abe; Un lugar puro por conservar su esencia ancestral, alma y memoria del Japón contemporáneo

Es domingo y visitar Kyoto, un mundo aparte, es imprescindible para cruzar, porque es un reino peculiar cuya identidad y misión, consiste en preservar las tradiciones del pasado, de cara a un futuro posible.

Kyoto fue la primera capital de Japón.

Un lugar puro por conservar su esencia ancestral, alma y memoria del Japón contemporáneo. Esta ciudad ha sobrevivido, a fuerza de dignidad, a la globalización, a la modernidad y todas las consecuencias que ésta provoca.

Al llegar después de sólo dos horas en tren de Tokio, la estación recibe a los visitantes en un ambiente "cosmopolita" con una gama de distintas personalidades de todo el mundo; se mezcla lo clásico y contemporáneo: mestizajes, abanicos, kimonos, jóvenes "fashion" barras de café, geishas y sushi. Pura alegría al verles!

Siendo domingo está abierta la oficina de turismo, pregunto y nos informan que hay transporte gratuito en taxi, así que buscamos afanosamente el anden; lo encontramos y somos atendidos por un amable guía ¡totalmente gratis! Por lo que comenta, el servicio de taxi es en todo el centro histórico. El recibimiento a la ciudad es suave…amable, de gran calidad.

Sorprende la discreción del hotel con aspecto de "villa japonesa" y la combinación entre la sencillez y elegancia del lugar con los detalles que muestran las tradiciones en su famoso papel artesanal, tipo papel "picado" hecho lámparas; sus colores clásicos en beige, blanco y café; le llaman estilo "actual japonés". Su jardinería bonsái, las luces tenues y sensuales del lobby, la creatividad en la arquitectura, una escalera impresionante en espiral, insisto me recuerda a nuestro arquitecto Barragán, quien se inspiraba en la filosofía austera de San Francisco de Asís para crear belleza.

Aquí, ofrecen las singulares habitaciones típicas, sin muebles, espaciosas y sólo con lo necesario para dormir en el tatami de fibras naturales. Muy sano para descansar.

Las personas de Kioto son de fuerte espíritu, un carácter forjado por las batallas que han tenido que librar para sostener su patrimonio. Saben que su cultura y territorio son baluarte de la humanidad y les gusta estar seguros de que la gente que los visita les valora.

El ambiente de Kioto refleja un aire intelectual, el arte, la historia, festivales culturales no pueden faltar.

Existen diferentes paseos y rutas a los diferentes templos, como el santuario Yasaka o el pabellón de oro o dorado que es espectacular, todo es planeado con gran precisión en tiempo y forma, llevan a impresionantes parques donde la espiritualidad y naturaleza es la razón de todo, siempre dando pauta para reflexionar a fondo.

Elijo caminar por mi cuenta y sumergirme en las calles antiguas, que son como una pequeña aldea, donde las casas o riocanes de madera impecables parecen de cuento.

Es emocionante ver cómo en ningún otro lugar de Japón, a las personas vistiendo ropa tradicional: llevan su kimono de diario, su arreglo es impecable. El ritmo en esta ciudad es pausado, disfrutan de la vida, se detienen a tomar café, té helado y conservan la hora del té verde, todo un ritual que se puede aprender en el pequeño teatro de la ciudad. Y durante la obra de teatro Kabuki me eligieron para tomarlo! el teatro Kabuki surgió durante el siglo XVII y es muy interesante e imperdible.

Le pregunto, (luego de pasar por su filtro observador), al taxista, dónde puedo comer, un lugar que a él le guste, sorprendido, casi feliz, me lleva por una avenida repleta de barras de sushi, elige uno, le doy las gracias y los muchos yenes que marca el taxímetro, me dirijo a la entrada, donde hay una barra repleta de personas, sin barreras, disfrutando, riendo, platicando y me siento de pronto como en una taquería. Y así es, preparan una especie de taco relleno de huevo con especias, verdura y su típica "salsa" agridulce con soya, esta vez me ofrecen cerveza clara de la región, un hallazgo interesante pues lo suyo es el Sake de arroz.

La caminata de regreso es deliciosa, observo ese don de aire infantil, risueño y dulce de los japoneses, que algunos de nosotros los mexicanos también conservamos: se detienen a jugar en estos locales llenos de luces de neón y máquinas tragamonedas que te dan de regalo un peluche que tienes que cazar tú mismo, como en las ferias. Brincan en medio de un aparato de diversos sonidos y crean música al golpear una especie de tambor guiados por la computadora. Y las dulcerías no faltan, abiertas hasta entrada la noche siguen ofreciendo dulces típicos de arroz, también galletas y chocolates... pienso en resistirme, no lo logro, mi parte infantil aflora y gana.

A primera hora, decido el itinerario, esta vez en bicicleta... descubrir el barrio celebre tradicional de Gion, rodeado de Okiyas o posadas al lado del río Kamo, llamado el distrito de las Geishas componentes singulares de la historia japonesa.

Es en Kioto donde se forman, desde los 5 años, las geishas profesionales: mujeres de arte y danza, para ceremonias.

Su entrenamiento es parecido al de una primera bailarina culta, estricto y disciplinado. Ellas son anfitrionas en fiestas privadas selectas, con personalidades de todo el mundo, son una especie de embajadoras y un singular componente de la cultura japonesa.

Gion Kobe, en Kioto, es el distrito más tradicional y célebre, donde por cierto no veo franquicias o marcas internacionales, todo parece economía local.

El antiguo café Noén situado en la esquina del pequeño teatro, sirve té helado y raspados de frutas exóticas; muy apreciados en esta calurosa tarde de verano cuando caen del cielo más de 40 grados. ¡Qué calor!

Recorrer la estrechas calles y descubrir la belleza de los trajes típicos o kimonos, el orgullo al llevarlos, y al mismo tiempo traer un buen y moderno corte de cabello, sin complejos, y disfrutar la arquitectura como de maqueta con esos candiles rojos y blancos, redondos y cuadrados que dan la bienvenida en cualquier umbral, y la maravilla de caminar y encontrar a las geishas despidiendo, después de una cena o ceremonia de té a sus invitados, ellas son reservadas y no acostumbran platicar, mucho menos dejarse fotografiar, al acercarme, un grupo de italianos me dice: ¡ella es la geisha del año!, así que me acerco con admiración y amable acepta una foto, su kimono es de seda fina y colores brillantes, dorados, un tocado de princesa.

Gion representa la historia, solemnidad y dignidad, la naturaleza de todo honorable japonés. Este distrito se siente independiente, libre, y amable al visitante dado por su espiritualidad y generosidad. Viva Kyoto! Viva Japón!

Es domingo y visitar Kyoto, un mundo aparte, es imprescindible para cruzar, porque es un reino peculiar cuya identidad y misión, consiste en preservar las tradiciones del pasado, de cara a un futuro posible.

Kyoto fue la primera capital de Japón.

Un lugar puro por conservar su esencia ancestral, alma y memoria del Japón contemporáneo. Esta ciudad ha sobrevivido, a fuerza de dignidad, a la globalización, a la modernidad y todas las consecuencias que ésta provoca.

Al llegar después de sólo dos horas en tren de Tokio, la estación recibe a los visitantes en un ambiente "cosmopolita" con una gama de distintas personalidades de todo el mundo; se mezcla lo clásico y contemporáneo: mestizajes, abanicos, kimonos, jóvenes "fashion" barras de café, geishas y sushi. Pura alegría al verles!

Siendo domingo está abierta la oficina de turismo, pregunto y nos informan que hay transporte gratuito en taxi, así que buscamos afanosamente el anden; lo encontramos y somos atendidos por un amable guía ¡totalmente gratis! Por lo que comenta, el servicio de taxi es en todo el centro histórico. El recibimiento a la ciudad es suave…amable, de gran calidad.

Sorprende la discreción del hotel con aspecto de "villa japonesa" y la combinación entre la sencillez y elegancia del lugar con los detalles que muestran las tradiciones en su famoso papel artesanal, tipo papel "picado" hecho lámparas; sus colores clásicos en beige, blanco y café; le llaman estilo "actual japonés". Su jardinería bonsái, las luces tenues y sensuales del lobby, la creatividad en la arquitectura, una escalera impresionante en espiral, insisto me recuerda a nuestro arquitecto Barragán, quien se inspiraba en la filosofía austera de San Francisco de Asís para crear belleza.

Aquí, ofrecen las singulares habitaciones típicas, sin muebles, espaciosas y sólo con lo necesario para dormir en el tatami de fibras naturales. Muy sano para descansar.

Las personas de Kioto son de fuerte espíritu, un carácter forjado por las batallas que han tenido que librar para sostener su patrimonio. Saben que su cultura y territorio son baluarte de la humanidad y les gusta estar seguros de que la gente que los visita les valora.

El ambiente de Kioto refleja un aire intelectual, el arte, la historia, festivales culturales no pueden faltar.

Existen diferentes paseos y rutas a los diferentes templos, como el santuario Yasaka o el pabellón de oro o dorado que es espectacular, todo es planeado con gran precisión en tiempo y forma, llevan a impresionantes parques donde la espiritualidad y naturaleza es la razón de todo, siempre dando pauta para reflexionar a fondo.

Elijo caminar por mi cuenta y sumergirme en las calles antiguas, que son como una pequeña aldea, donde las casas o riocanes de madera impecables parecen de cuento.

Es emocionante ver cómo en ningún otro lugar de Japón, a las personas vistiendo ropa tradicional: llevan su kimono de diario, su arreglo es impecable. El ritmo en esta ciudad es pausado, disfrutan de la vida, se detienen a tomar café, té helado y conservan la hora del té verde, todo un ritual que se puede aprender en el pequeño teatro de la ciudad. Y durante la obra de teatro Kabuki me eligieron para tomarlo! el teatro Kabuki surgió durante el siglo XVII y es muy interesante e imperdible.

Le pregunto, (luego de pasar por su filtro observador), al taxista, dónde puedo comer, un lugar que a él le guste, sorprendido, casi feliz, me lleva por una avenida repleta de barras de sushi, elige uno, le doy las gracias y los muchos yenes que marca el taxímetro, me dirijo a la entrada, donde hay una barra repleta de personas, sin barreras, disfrutando, riendo, platicando y me siento de pronto como en una taquería. Y así es, preparan una especie de taco relleno de huevo con especias, verdura y su típica "salsa" agridulce con soya, esta vez me ofrecen cerveza clara de la región, un hallazgo interesante pues lo suyo es el Sake de arroz.

La caminata de regreso es deliciosa, observo ese don de aire infantil, risueño y dulce de los japoneses, que algunos de nosotros los mexicanos también conservamos: se detienen a jugar en estos locales llenos de luces de neón y máquinas tragamonedas que te dan de regalo un peluche que tienes que cazar tú mismo, como en las ferias. Brincan en medio de un aparato de diversos sonidos y crean música al golpear una especie de tambor guiados por la computadora. Y las dulcerías no faltan, abiertas hasta entrada la noche siguen ofreciendo dulces típicos de arroz, también galletas y chocolates... pienso en resistirme, no lo logro, mi parte infantil aflora y gana.

A primera hora, decido el itinerario, esta vez en bicicleta... descubrir el barrio celebre tradicional de Gion, rodeado de Okiyas o posadas al lado del río Kamo, llamado el distrito de las Geishas componentes singulares de la historia japonesa.

Es en Kioto donde se forman, desde los 5 años, las geishas profesionales: mujeres de arte y danza, para ceremonias.

Su entrenamiento es parecido al de una primera bailarina culta, estricto y disciplinado. Ellas son anfitrionas en fiestas privadas selectas, con personalidades de todo el mundo, son una especie de embajadoras y un singular componente de la cultura japonesa.

Gion Kobe, en Kioto, es el distrito más tradicional y célebre, donde por cierto no veo franquicias o marcas internacionales, todo parece economía local.

El antiguo café Noén situado en la esquina del pequeño teatro, sirve té helado y raspados de frutas exóticas; muy apreciados en esta calurosa tarde de verano cuando caen del cielo más de 40 grados. ¡Qué calor!

Recorrer la estrechas calles y descubrir la belleza de los trajes típicos o kimonos, el orgullo al llevarlos, y al mismo tiempo traer un buen y moderno corte de cabello, sin complejos, y disfrutar la arquitectura como de maqueta con esos candiles rojos y blancos, redondos y cuadrados que dan la bienvenida en cualquier umbral, y la maravilla de caminar y encontrar a las geishas despidiendo, después de una cena o ceremonia de té a sus invitados, ellas son reservadas y no acostumbran platicar, mucho menos dejarse fotografiar, al acercarme, un grupo de italianos me dice: ¡ella es la geisha del año!, así que me acerco con admiración y amable acepta una foto, su kimono es de seda fina y colores brillantes, dorados, un tocado de princesa.

Gion representa la historia, solemnidad y dignidad, la naturaleza de todo honorable japonés. Este distrito se siente independiente, libre, y amable al visitante dado por su espiritualidad y generosidad. Viva Kyoto! Viva Japón!

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