/ lunes 11 de marzo de 2019

Eloy Flores y Marlene Solís, junto con su motoneta “La huesitos” recorren el país

El pasado sábado 9 de marzo del 2019, esta pareja de jóvenes provenientes de la Ciudad de México estuvo en Loreto, en su viaje de regreso que los llevó a conocer Los Cabos

Loreto, Baja California Sur.- Eloy Flores y Marlene Solís, junto con su motoneta “La huesitos”, han recorrido ya miles y miles de kilómetros de nuestra República mexicana logrando convertirse en una historia viral el redes sociales y adquiriendo además el reconocimiento de varias agrupaciones bikers en México. El pasado sábado 9 de marzo del 2019, esta pareja de jóvenes provenientes de la Ciudad de México estuvo en Loreto, en su viaje de regreso que los llevó a conocer Los Cabos.

La historia de Eloy, Marlene y “La huesitos” es realmente excepcional. Comenzó el 17 de enero cuando salieron de la Ciudad de México en una motoneta marca Italika, modelo 2009, con un motor 125, una máquina extremadamente pequeña para la aventura que estaban por comenzar y tan solo mil pesos en la bolsa.

Este sábado los invité a desayunar unos tacos de cabeza en “El michoacano” y mientras tanto me contaron parte de su maravillosa historia. Confiaron que en un inicio la moto la compró Eloy en 1,500 pesos y su plan era arreglarla para regalársela a su hermana y que la usara para ir a la universidad. Un día decidieron salir a probarla y le echaron 50 pesos de gasolina, para ver cómo funcionaba. Rodaron por algunas avenidas de la Ciudad de México y sin pensarlo se enfilaron rumbo a San Luis Potosí, a donde soñaban ir como cualquier pareja de novios. Para esto Marlene pidió una baja en temporal en su carrera de Arquitectura y Eloy un permiso en su trabajo como mecánico de motos, acordando que tenían cien días de vacaciones. Salieron de la Ciudad de México sin saber la historia maravillosa que iban a vivir, cruzaron el Estado de México, llegan a Querétaro en donde conocen Tequisquiapan y “La Huesitos” los sorprende cuando logran subir a más de 3 mil metros de altura sobre el nivel del mar llegando a Pinal de Amoles, comunidad conocida como “La puerta del cielo”, punto en el que empiezan a elaborar pequeñas figuras de animales a base de “limpia pipas” que venden para obtener ganancias para su viaje. Llegan a San Luis Potosí y tras recorrer algunos puntos empiezan su regreso a la Ciudad de México, sin embargo cuentan que al llegar a un punto en el que había desviaciones hacia Nuevo León o Zacatecas se detienen, lo platican y deciden comenzar una aventura sin saber a dónde terminarían. Sin más que pensar optaron por Zacatecas.

Poco dinero, mucho entusiasmo

Cuentan que cruzando Zacatecas, en medio del desierto y con apenas 70 pesos, deciden echar 50 de gasolina y compraron dos botellas de agua que estaban en oferta en un Oxxo y se arriesgaron a continuar hasta alcanzar una nueva ciudad y ver qué les deparaba el destino. Hacen un silencio en su charla y se voltean a ver, sonríen discretamente y me dicen juntos: “ahí, en ese trayecto en el desierto nuestra vida cambió”. Les preguntó el porqué y me explican: “en medio de la nada nos encontramos un perro pitbull a orilla de la carretera, hacía mucho calor, estábamos en pleno desierto, cuando pasamos junto a él los dos nos volteamos a ver y decidimos regresar para darle una botella de agua, la cual se tomó apurado y viéndonos con gesto de agradecimiento. Después de unos minutos nos despedimos de él pero oh sorpresa, el perro brincó una y otra vez a la moto queriendo encontrar lugar”. Agregan que sorprendidos y después de platicar muy bien el tema, deciden subirlo a “La huesitos” en medio de los dos y ahí vienen emocionados al ver la alegría de ese moribundo animal que de pronto ya era parte de la aventura. En ese trayecto acordaron que, una vez llegando a Fresnillo Zacatecas iban a buscarle acomodo a un nuevo amigo y entonces sí empezarían el retorno a la capital del país. “No le pongas nombre, te vas a encariñar con el perro”, fue la condición de Eloy.

Relataron que al llegar a Fresnillo se bajan a la estación de bomberos y piden información sobre dónde dejar al flaco Pitbull; quien los recibe no pudo creer lo que le platicaban y llama a los demás compañeros para decirles que una pareja de jóvenes venían desde la CDMX en una motoneta Italika 125 y que habían subido a Pinal de Amoles. Sorprendidos los bomberos escuchan la historia atentamente y al terminar les expresan a Eloy y Marlene que están hablando con varios integrantes del club de motociclismo “Águilas del desierto” de Zacatecas. “Ellos nos dijeron que lo que estábamos haciendo era de verdaderos bikers y a partir de ahí tendríamos todo el respaldo de los clubes de México para viajar, así que decidimos seguir. No nos queda la menor duda que el viaje cambió por completo cuando encontramos a aquel perro que estaba sin nada, igual que nosotros; el buen karma nos hizo recibir un apoyo único de las Águilas del desierto, pues logramos encontrarle un hogar el compañero de viaje. Entonces sí, dijimos: vámonos hasta Mazatlán, pues ya éramos bikers, con una motoneta y sin dinero, pero bikers”.

Apoyo de clubes

Las redes sociales permitieron a Las Águilas del desierto ir pidiendo el apoyo para Eloy y Marlene en todos los puntos siguientes. En Sinaloa otro club los acoge. En Sonora fueron arropados nada más y nada menos que por los Rocky Point Riders, una hermandad de motociclistas que afilia a amantes de las motos de Estados Unidos y México. Ahí los Rockys escuchan su idea de ir hasta La Paz, Baja California Sur y lo toman como una broma, pues les aclaran que no tienen ni idea de lo que eso significa. Ellos contestan: “lo queremos hacer y en esos 100 días tenemos que llegar hasta allá y estar de regreso en la Ciudad de México”. No haciendo caso a la advertencia de decenas de experimentados motociclistas que han recorrido la península completa de la Baja California con grandes máquinas Harley-Davidson y fuertes equipos de apoyo, Eloy y Marlene deciden continuar. Llegan a Mexicali, pasan por Tijuana, atraviesan algunas aventuras desagradables con policías municipales en Rosarito y, paso a paso, logran la semana pasada estar en Los Cabos y de regreso en La Paz, asistidos por el Profr. José de Jesús Guardado López. Siempre de la mano de los clubes locales y esa gran hermandad que ya existe en todo México entre bikers.

Ahora los tres protagonistas de la aventura van de regreso. En el día 52 y parte del 53 estuvieron aquí en Loreto, llegaron, como casi a todas partes sin ningún peso en la bolsa y sólo la seguridad de que todo tiene solución. Tras desayunar tranquilamente me mostraron una vieja caja de cartón que no lleva zapatos, sino muchas pequeñas artesanías que siguen haciendo para continuar con su rodada.

Les hice algunas preguntas al concluir su narración. Dijeron que no creen en Dios, sino en el ser humano. Aceptan que han discutido varias veces en el trayecto pero que lo que hacen es detenerse, caminar un poco y continuar. La motoneta les da 100 kilómetros por tanque. “Aquí en Loreto les roban gasolina porque es el único lugar en el que mi tanque se llenó con 200 pesos, en otras partes hasta con 150”, expresaron. Han dormido en cuevas, hoteles de 150 pesos, lujosas suites de uso exclusivo para Rockys, en estaciones del tren, en playas, a las afueras de casetas de policías, en fin en muchos lugares. “La vida es un hermoso regalo”, me contestaron. Dicen que la empresa Italika no sabe de esta aventura y que una de sus motos ha logrado esta proeza, sin quedar nunca tirada en carretera y con el mismo motor, en que ya han tenido que reparar. Aclaran que no saben qué fecha es, saben en qué día de la cuenta regresiva de 100 van. “Antes teníamos miedo de cómo seguir, ahora ya no”. Ni han tenido ningún accidente. Aprendieron a ser sólo positivos. “Salir de mi zona de confort fue importante para mi vida, porque yo era como una estudiante normal, me despertaba, me tenían desayuno listo, iba a la escuela, dormía todas las noches en mi cama y vivía esa rutina que todos viven, ahora veo la vida desde otro óptica”, expresó Marlene de apenas 21 años. Eloy, de 31, dijo que le gustaría platicar con la gente de Italika para hacerles algunas recomendaciones de sus motonetas.

Al final de la interesante conversación reflexionaron con un servidor sobre la importancia de vivir sin tantas preocupaciones, que muchas veces, aseguran, no existen más que sólo en nuestra mente. “No pensamos en la Ciudad de México, pensamos en dónde vamos a dormir hoy, qué vamos a comer hoy. Vivimos paso a paso, poco a poco, felices, haciendo algo que muchos quisieran hacer pero no se animan porque siempre pensamos en los temores y en los por qué no. Unos quisieran caminar por el país, otros ir en bicicleta, otros en moto o en carro, o simplemente un día dejar la rutina y hacer algo que tienen ganas, pero no nos animamos porque no vivimos el hoy, creemos que vamos vivir mucho tiempo y queremos dejar todos nuestros sueños para después, y no sabemos si va a existir un después”.

Loreto, Baja California Sur.- Eloy Flores y Marlene Solís, junto con su motoneta “La huesitos”, han recorrido ya miles y miles de kilómetros de nuestra República mexicana logrando convertirse en una historia viral el redes sociales y adquiriendo además el reconocimiento de varias agrupaciones bikers en México. El pasado sábado 9 de marzo del 2019, esta pareja de jóvenes provenientes de la Ciudad de México estuvo en Loreto, en su viaje de regreso que los llevó a conocer Los Cabos.

La historia de Eloy, Marlene y “La huesitos” es realmente excepcional. Comenzó el 17 de enero cuando salieron de la Ciudad de México en una motoneta marca Italika, modelo 2009, con un motor 125, una máquina extremadamente pequeña para la aventura que estaban por comenzar y tan solo mil pesos en la bolsa.

Este sábado los invité a desayunar unos tacos de cabeza en “El michoacano” y mientras tanto me contaron parte de su maravillosa historia. Confiaron que en un inicio la moto la compró Eloy en 1,500 pesos y su plan era arreglarla para regalársela a su hermana y que la usara para ir a la universidad. Un día decidieron salir a probarla y le echaron 50 pesos de gasolina, para ver cómo funcionaba. Rodaron por algunas avenidas de la Ciudad de México y sin pensarlo se enfilaron rumbo a San Luis Potosí, a donde soñaban ir como cualquier pareja de novios. Para esto Marlene pidió una baja en temporal en su carrera de Arquitectura y Eloy un permiso en su trabajo como mecánico de motos, acordando que tenían cien días de vacaciones. Salieron de la Ciudad de México sin saber la historia maravillosa que iban a vivir, cruzaron el Estado de México, llegan a Querétaro en donde conocen Tequisquiapan y “La Huesitos” los sorprende cuando logran subir a más de 3 mil metros de altura sobre el nivel del mar llegando a Pinal de Amoles, comunidad conocida como “La puerta del cielo”, punto en el que empiezan a elaborar pequeñas figuras de animales a base de “limpia pipas” que venden para obtener ganancias para su viaje. Llegan a San Luis Potosí y tras recorrer algunos puntos empiezan su regreso a la Ciudad de México, sin embargo cuentan que al llegar a un punto en el que había desviaciones hacia Nuevo León o Zacatecas se detienen, lo platican y deciden comenzar una aventura sin saber a dónde terminarían. Sin más que pensar optaron por Zacatecas.

Poco dinero, mucho entusiasmo

Cuentan que cruzando Zacatecas, en medio del desierto y con apenas 70 pesos, deciden echar 50 de gasolina y compraron dos botellas de agua que estaban en oferta en un Oxxo y se arriesgaron a continuar hasta alcanzar una nueva ciudad y ver qué les deparaba el destino. Hacen un silencio en su charla y se voltean a ver, sonríen discretamente y me dicen juntos: “ahí, en ese trayecto en el desierto nuestra vida cambió”. Les preguntó el porqué y me explican: “en medio de la nada nos encontramos un perro pitbull a orilla de la carretera, hacía mucho calor, estábamos en pleno desierto, cuando pasamos junto a él los dos nos volteamos a ver y decidimos regresar para darle una botella de agua, la cual se tomó apurado y viéndonos con gesto de agradecimiento. Después de unos minutos nos despedimos de él pero oh sorpresa, el perro brincó una y otra vez a la moto queriendo encontrar lugar”. Agregan que sorprendidos y después de platicar muy bien el tema, deciden subirlo a “La huesitos” en medio de los dos y ahí vienen emocionados al ver la alegría de ese moribundo animal que de pronto ya era parte de la aventura. En ese trayecto acordaron que, una vez llegando a Fresnillo Zacatecas iban a buscarle acomodo a un nuevo amigo y entonces sí empezarían el retorno a la capital del país. “No le pongas nombre, te vas a encariñar con el perro”, fue la condición de Eloy.

Relataron que al llegar a Fresnillo se bajan a la estación de bomberos y piden información sobre dónde dejar al flaco Pitbull; quien los recibe no pudo creer lo que le platicaban y llama a los demás compañeros para decirles que una pareja de jóvenes venían desde la CDMX en una motoneta Italika 125 y que habían subido a Pinal de Amoles. Sorprendidos los bomberos escuchan la historia atentamente y al terminar les expresan a Eloy y Marlene que están hablando con varios integrantes del club de motociclismo “Águilas del desierto” de Zacatecas. “Ellos nos dijeron que lo que estábamos haciendo era de verdaderos bikers y a partir de ahí tendríamos todo el respaldo de los clubes de México para viajar, así que decidimos seguir. No nos queda la menor duda que el viaje cambió por completo cuando encontramos a aquel perro que estaba sin nada, igual que nosotros; el buen karma nos hizo recibir un apoyo único de las Águilas del desierto, pues logramos encontrarle un hogar el compañero de viaje. Entonces sí, dijimos: vámonos hasta Mazatlán, pues ya éramos bikers, con una motoneta y sin dinero, pero bikers”.

Apoyo de clubes

Las redes sociales permitieron a Las Águilas del desierto ir pidiendo el apoyo para Eloy y Marlene en todos los puntos siguientes. En Sinaloa otro club los acoge. En Sonora fueron arropados nada más y nada menos que por los Rocky Point Riders, una hermandad de motociclistas que afilia a amantes de las motos de Estados Unidos y México. Ahí los Rockys escuchan su idea de ir hasta La Paz, Baja California Sur y lo toman como una broma, pues les aclaran que no tienen ni idea de lo que eso significa. Ellos contestan: “lo queremos hacer y en esos 100 días tenemos que llegar hasta allá y estar de regreso en la Ciudad de México”. No haciendo caso a la advertencia de decenas de experimentados motociclistas que han recorrido la península completa de la Baja California con grandes máquinas Harley-Davidson y fuertes equipos de apoyo, Eloy y Marlene deciden continuar. Llegan a Mexicali, pasan por Tijuana, atraviesan algunas aventuras desagradables con policías municipales en Rosarito y, paso a paso, logran la semana pasada estar en Los Cabos y de regreso en La Paz, asistidos por el Profr. José de Jesús Guardado López. Siempre de la mano de los clubes locales y esa gran hermandad que ya existe en todo México entre bikers.

Ahora los tres protagonistas de la aventura van de regreso. En el día 52 y parte del 53 estuvieron aquí en Loreto, llegaron, como casi a todas partes sin ningún peso en la bolsa y sólo la seguridad de que todo tiene solución. Tras desayunar tranquilamente me mostraron una vieja caja de cartón que no lleva zapatos, sino muchas pequeñas artesanías que siguen haciendo para continuar con su rodada.

Les hice algunas preguntas al concluir su narración. Dijeron que no creen en Dios, sino en el ser humano. Aceptan que han discutido varias veces en el trayecto pero que lo que hacen es detenerse, caminar un poco y continuar. La motoneta les da 100 kilómetros por tanque. “Aquí en Loreto les roban gasolina porque es el único lugar en el que mi tanque se llenó con 200 pesos, en otras partes hasta con 150”, expresaron. Han dormido en cuevas, hoteles de 150 pesos, lujosas suites de uso exclusivo para Rockys, en estaciones del tren, en playas, a las afueras de casetas de policías, en fin en muchos lugares. “La vida es un hermoso regalo”, me contestaron. Dicen que la empresa Italika no sabe de esta aventura y que una de sus motos ha logrado esta proeza, sin quedar nunca tirada en carretera y con el mismo motor, en que ya han tenido que reparar. Aclaran que no saben qué fecha es, saben en qué día de la cuenta regresiva de 100 van. “Antes teníamos miedo de cómo seguir, ahora ya no”. Ni han tenido ningún accidente. Aprendieron a ser sólo positivos. “Salir de mi zona de confort fue importante para mi vida, porque yo era como una estudiante normal, me despertaba, me tenían desayuno listo, iba a la escuela, dormía todas las noches en mi cama y vivía esa rutina que todos viven, ahora veo la vida desde otro óptica”, expresó Marlene de apenas 21 años. Eloy, de 31, dijo que le gustaría platicar con la gente de Italika para hacerles algunas recomendaciones de sus motonetas.

Al final de la interesante conversación reflexionaron con un servidor sobre la importancia de vivir sin tantas preocupaciones, que muchas veces, aseguran, no existen más que sólo en nuestra mente. “No pensamos en la Ciudad de México, pensamos en dónde vamos a dormir hoy, qué vamos a comer hoy. Vivimos paso a paso, poco a poco, felices, haciendo algo que muchos quisieran hacer pero no se animan porque siempre pensamos en los temores y en los por qué no. Unos quisieran caminar por el país, otros ir en bicicleta, otros en moto o en carro, o simplemente un día dejar la rutina y hacer algo que tienen ganas, pero no nos animamos porque no vivimos el hoy, creemos que vamos vivir mucho tiempo y queremos dejar todos nuestros sueños para después, y no sabemos si va a existir un después”.

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