La Paz, Baja California Sur (OEM-Informex).- Josué Martínez Morales, quien heredó de su familia la cultura de los rancheros bajacalifornianos, expresó que está arraigada cultura de los rancheros sudcalifornianos se remontan sus orígenes al México Colonial.
Los orígenes se remontan cuando se produjo una importante emigración de campesinos pobres quienes venían del sur de España. En ese tiempo predominaba la ganadería siendo la principal actividad económica en auge.
Estas migraciones de campesinos pobres un tanto molestos o cansados por la nobleza rural y una fuerte crisis en el imperio, tomaron la determinación de emprender una nueva vida hacia nuevos horizontes. Por ello, arranchados en áreas aisladas de occidente y el norte de México, se fueron instalando fuera y lejos de los pueblos y las ciudades, donde fueron reproduciendo una cultura sustentada en la ganadería.
“Mi abuelo que se llamaba Cosme Martínez Cota, al igual que mi abuela Susana Olachea Tamayo, vivían en lo que ahora es Santa Fe, Villas del Encanto o Las Américas, en ese tiempo mi abuelo cortaba zacate en lo que era la expista aérea, y vendía naranjos en San Patricio, ellos eran de rancho, tenían su rancho y entre todos se repartían las tareas o las labores del campo, hasta los niños participaban en ordeñar a las chivas, a las vacas, darles agua y comida a los animales, ir a los gallineros y recoger los huevos, era muy común que todos ayudaran en el campo”.
“Desde mis tatarabuelos, hasta mis abuelos y mi papa, Oscar Martínez Olachea, siempre se dormían cuando el sol se ocultaba y ya se levantaban bien tempranito cuando cantaba el gallo, para empezar un nuevo día lleno de trabajos en el rancho, siendo gente muy trabajadora, se acababan los pickups, los carros dándoles pura carrilla, puro trabajo pesado. Recuerdo que allá en Chedraui, Pino Payas todo eran hectáreas de tierras llenas de puro algodón”.
Las familias más antiguas en el Carrizal, eran los Sánchez, los Castro, los Piñuela y los Avilés, sin embargo, las nuevas generaciones tenían la tendencia a irse a la ciudad abandonando el campo, los usos, tradiciones y costumbres de los rancheros. “Es una vida muy difícil llena de trabajo pesado la del rancho, además de costosa porque tienes que pagar agua, pastura, vitaminas, vacunas para los animales, trabajar la tierra, alimentar al ganado, para poder vender leche, queso, huevos, vender la carne del animal, muchos sacrificios y esfuerzos para poder ganar un dinerito”.
En la península de Baja California Sur, los rancheros formaron parte del contingente que acompañaba a los misioneros jesuitas, generando la posibilidad de asentarse en los parajes cercanos a una fuente de agua y los oasis serranos, para garantizar el abasto del agua, y sus productos tanto de la ganadería como de la horticultura para la subsistencia de las misiones.
Se fueron extinguiendo la población indígena en un lento proceso de repoblamiento peninsular, en donde el modo de vida del ranchero domino en la ruralidad bajacaliforniana hasta la década de los cincuenta, representando una forma única de asentamiento, exploración y cultura de este universo rural tan extenso.
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“Todos esos herbicidas en las semillas, los químicos van cambiando el PH, la sobrepoblación en los acuíferos va creando una intrusión salina en el suelo, se está volviendo más estéril, por eso dejan descansar la tierra un año, o dos años. La naturaleza tiende siempre al equilibrio ella misma va sanando el suelo, va sanando los daños causados”.
“Mi sueño es hacer una granja integral como un pequeño productor primario, producir langostinos y con esa misma agua regar las plantas, los cultivos, tratar de optimizar el recurso del agua, darles agua a los animales, producir leche, queso, carne, vivir tranquilo sin depender tanto del exterior, una granja ecológica libre de pesticidas, de hormonas, que a la larga producen un efecto nocivo y negativo en el suelo, los animales y los productos”.
