/ jueves 6 de mayo de 2021

Periferia inmediata

Tandariola

En algún momento, lejano o no, la casa que habitamos se situó en esa delgada frontera entre la civilización y la naturaleza. Quienes en este momento me leen quizá tengan su patio trasero colindante con el monte, con la aun inalterada vegetación y la fauna endémica. Es evidente que avanza día a día la periferia, concepto que contornea el esfuerzo imparable de expansión de las edificaciones humanas.

La 8 de octubre fue la colonia más alejada en la década de los ochenta en la ciudad de La Paz. Hoy está en la cintura de una mancha urbana que se expande hacia el sur. Los ranchos con sembradíos, entonces separados de la capital del estado, hoy han sido englobados por los nuevos complejos habitacionales. Un ápice de esa continua voracidad por el espacio observable en todas las entidades.

“La metrópoli ha invadido tierras agrícolas de primera calidad y ha extendido su radio de influencia más allá de sus propias fronteras urbanas” indica un Plan de Ordenación de la Zona de Conurbación del Centro del país a inicios de la década de los ochenta (DOF 2/12/1982). A casi 40 años de este plan que aborda aspectos climáticos, hidráulicos, culturales, demográficos y otros que alertaban sobre el crecimiento acelerado en la región más poblada del país, conurbada y densa, alberga en el siglo XXI a más de 27 millones de personas: 21.8 millones en el Valle de México, 3.1 millones de la zona Puebla-Tlaxcala y 2.3 millones en Toluca (INEGI. Censo 2020). Dicho de otra manera, 2 de cada 10 personas de nuestro país viven en este continuo metropolitano de asentamientos emergentes.

Y entonces, un anuncio inmobiliario que circula en las redes indica “el nuevo lujo es el espacio”, y cómo no verlo así cuando se han ido reduciendo no solo los metros cuadrados de edificación, sino el tamaño del lote completo. Sin duda esta frase ha causado un fuerte impacto en pleno momento de confinamiento por la etapa covid (El País 11/1/2021). La espaciosa casa de mi abuela paterna bien podría concebirse como un lujoso palacio.

Esto alimenta la industria de la construcción y en específico, la de vivienda (edificación residencial y los servicios inmobiliarios) Es, después del turismo, la industria que más aporta al PIB nacional con el 6% al 2019 (INEGI. Conociendo la industria de la vivienda edición 2020). Aunque fue una de las actividades que más se vieron afectadas por la contingencia sanitaria, la edificación está retomando el ritmo a pesar de la reducción de la capacidad e intención adquisitiva del mercado inmobiliario (cmic.org).

Es un motor de desarrollo, da empleo y bienestar, genera circulante, dinamiza otros sectores de la economía, etc. La construcción en México expande las fronteras de cemento y casetón desbrozando los emporios de los ecosistemas y su biodiversidad, instalando con ello nuevas periferias. Y en ello, se observa la demanda de lugares donde vivir. Construir lo sufraga.

En este espacio ya había mencionado el crecimiento de los créditos que se otorgan para vivienda. El dato al 2019 expone que se ejercieron 2,802 créditos para viviendas nuevas en nuestra entidad, la mitad de la cifra en tendencia de los años previos (El Sudcaliforniano. 6/7/2018), y claro, 9 de cada 10 casas nuevas en la entidad se construyeron en los municipios de La Paz y Los Cabos por las acciones de financiamiento, la gran mayoría vía INFONAVIT (INEGI. Tabulados de integración).

Surge la duda si esta es una genuina demanda. Desde mi infancia escuché la expresión “el casado casa quiere. En la etapa productiva a la que ahora están ingresando las y los centennials, hay un panorama muy poco alentador para cumplir con esta máxima impuesta. El otro lado, lo que es poco visibilizado, es qué le espera al reino vegetal y animal ante esta expectativa de vida humana que desplaza su territorio continuamente. El mar no escapa a ello. Temazo para otra Tandariola.

¡Eytale!

A principios de los años cincuenta, debió ser un espectáculo digno de una película de Fellini. Las casas de madera de los mineros empezaron a moverse de lugar. Con su diseño industrial de dos aguas, se transportaron de las periferias de las localidades de extracción de la compañía El Boleo a otros sitios. Yo nací en una de estas viviendas, la llevaron de San Luciano a la entonces periferia de Santa Rosalía. Unas cuantas llegaron más lejos, por mar, a la periferia paceña. Algunas siguen en pie, aunque ya dejó, hace muchos años, de ser el límite de la mancha urbana.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora, escritora y sibarita.

iliana.peralta@gmail.com. Esta columna disponible en Twitter @LA_PERALTA

en Telegram como #ViernesDeTandaliola y en Facebook como Tandariola

Tandariola

En algún momento, lejano o no, la casa que habitamos se situó en esa delgada frontera entre la civilización y la naturaleza. Quienes en este momento me leen quizá tengan su patio trasero colindante con el monte, con la aun inalterada vegetación y la fauna endémica. Es evidente que avanza día a día la periferia, concepto que contornea el esfuerzo imparable de expansión de las edificaciones humanas.

La 8 de octubre fue la colonia más alejada en la década de los ochenta en la ciudad de La Paz. Hoy está en la cintura de una mancha urbana que se expande hacia el sur. Los ranchos con sembradíos, entonces separados de la capital del estado, hoy han sido englobados por los nuevos complejos habitacionales. Un ápice de esa continua voracidad por el espacio observable en todas las entidades.

“La metrópoli ha invadido tierras agrícolas de primera calidad y ha extendido su radio de influencia más allá de sus propias fronteras urbanas” indica un Plan de Ordenación de la Zona de Conurbación del Centro del país a inicios de la década de los ochenta (DOF 2/12/1982). A casi 40 años de este plan que aborda aspectos climáticos, hidráulicos, culturales, demográficos y otros que alertaban sobre el crecimiento acelerado en la región más poblada del país, conurbada y densa, alberga en el siglo XXI a más de 27 millones de personas: 21.8 millones en el Valle de México, 3.1 millones de la zona Puebla-Tlaxcala y 2.3 millones en Toluca (INEGI. Censo 2020). Dicho de otra manera, 2 de cada 10 personas de nuestro país viven en este continuo metropolitano de asentamientos emergentes.

Y entonces, un anuncio inmobiliario que circula en las redes indica “el nuevo lujo es el espacio”, y cómo no verlo así cuando se han ido reduciendo no solo los metros cuadrados de edificación, sino el tamaño del lote completo. Sin duda esta frase ha causado un fuerte impacto en pleno momento de confinamiento por la etapa covid (El País 11/1/2021). La espaciosa casa de mi abuela paterna bien podría concebirse como un lujoso palacio.

Esto alimenta la industria de la construcción y en específico, la de vivienda (edificación residencial y los servicios inmobiliarios) Es, después del turismo, la industria que más aporta al PIB nacional con el 6% al 2019 (INEGI. Conociendo la industria de la vivienda edición 2020). Aunque fue una de las actividades que más se vieron afectadas por la contingencia sanitaria, la edificación está retomando el ritmo a pesar de la reducción de la capacidad e intención adquisitiva del mercado inmobiliario (cmic.org).

Es un motor de desarrollo, da empleo y bienestar, genera circulante, dinamiza otros sectores de la economía, etc. La construcción en México expande las fronteras de cemento y casetón desbrozando los emporios de los ecosistemas y su biodiversidad, instalando con ello nuevas periferias. Y en ello, se observa la demanda de lugares donde vivir. Construir lo sufraga.

En este espacio ya había mencionado el crecimiento de los créditos que se otorgan para vivienda. El dato al 2019 expone que se ejercieron 2,802 créditos para viviendas nuevas en nuestra entidad, la mitad de la cifra en tendencia de los años previos (El Sudcaliforniano. 6/7/2018), y claro, 9 de cada 10 casas nuevas en la entidad se construyeron en los municipios de La Paz y Los Cabos por las acciones de financiamiento, la gran mayoría vía INFONAVIT (INEGI. Tabulados de integración).

Surge la duda si esta es una genuina demanda. Desde mi infancia escuché la expresión “el casado casa quiere. En la etapa productiva a la que ahora están ingresando las y los centennials, hay un panorama muy poco alentador para cumplir con esta máxima impuesta. El otro lado, lo que es poco visibilizado, es qué le espera al reino vegetal y animal ante esta expectativa de vida humana que desplaza su territorio continuamente. El mar no escapa a ello. Temazo para otra Tandariola.

¡Eytale!

A principios de los años cincuenta, debió ser un espectáculo digno de una película de Fellini. Las casas de madera de los mineros empezaron a moverse de lugar. Con su diseño industrial de dos aguas, se transportaron de las periferias de las localidades de extracción de la compañía El Boleo a otros sitios. Yo nací en una de estas viviendas, la llevaron de San Luciano a la entonces periferia de Santa Rosalía. Unas cuantas llegaron más lejos, por mar, a la periferia paceña. Algunas siguen en pie, aunque ya dejó, hace muchos años, de ser el límite de la mancha urbana.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora, escritora y sibarita.

iliana.peralta@gmail.com. Esta columna disponible en Twitter @LA_PERALTA

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