/ martes 13 de abril de 2021

La rebelión indígena de 1734

A modo de crónica

La Sociedad de la Antigua California y otras instituciones han organizado un ciclo de conferencias virtuales acerca de la historia de San José del Cabo. Durante doce días, del 19 al 30 del presente mes de abril, los conferencistas hablarán de aspectos históricos, sociales y culturales de esa población, capital del municipio de Los Cabos.

De seguro alguno de ellos tocará el tema de la sublevación indígena en el año de 1734, donde murieron los padres Lorenzo Carranco de la misión de Santiago y Nicolás Tamaral misionero de San José del Cabo.

Los movimientos de resistencia y las rebeliones indígenas tuvieron lugar durante los siglos XVII y XVIII que puso en alerta a las autoridades coloniales. En esos siglos hubo levantamientos de indios en Sonora, Nuevo México, Coahuila y Chihuahua donde los indios pimas, yaquis, mayos, contotores y tarahumaras mostraron su hostilidad contra el sistema religioso establecido.

El caso de California es especial porque presupone el rompimiento de un estatus armónico justificado a través de la religión al lado del sometimiento de los pueblos indígenas. Al respecto los padres jesuitas creyeron que con la conversión mediante el bautizo lograrían la aceptación de sus feligreses. Pero la verdad es que los indios jamás se convencieron de las buenas intenciones de los misioneros. Y así, su mundo ideal se les vino encima.

En el caso de lo sucedido en las misiones de Santiago y San José del Cabo, los sublevados asesinaron a un total de doce personas, entre ellos dos soldados, cuatro indígenas conversos y las familias de los soldados de San José ya que estos no se encontraban en el poblado.

En los días siguientes los indígenas—pericúes en su mayor parte, pero también guaycuras y huchitíes—atacaron la misión de La Paz, aunque no encontraron al padre William Gordon porque desempeñaba una comisión fuera de la península. Después llegaron a la misión de Todos Santos, de donde pudo escapar el padre Segismundo Taraval gracias a un aviso a tiempo.

El historiador Ignacio del Río en su libro “Conquista y aculturación de la California jesuítica”, dice “Las crónicas describen la saña de los indígenas con el cuerpo de los misioneros que aún después de muertos fueron lapidados, vejados, desmembrados, arrastrados por la misión y finalmente quemados en una hoguera; el cuerpo del padre Carranco fue decapitado a golpes de piedra.

Ante la gravedad de los sucesos los padres jesuitas pidieron ayuda a las misiones de Sonora como al virreinato. El auxilio no tardó en llegar, pues los padres de Sonora enviaron cien indios flecheros, 25 soldados, más unos indios del presidio de Loreto. En cambio el virrey quien no la llevaba bien con los jesuitas negó al principio la ayuda con el pretexto de que solo el rey podía autorizarla. Posteriormente decidió enviar a Manuel Bernal de Huidrobo, gobernador de Sinaloa, para acabar con la insurrección.

La intervención del gobernador no fue la correcta a juicio de los misioneros ya que prefirió no utilizar métodos violentos y si en cambio ofreció indultos a los rebeldes, incluso prometió reparto de tierras para que ellos las cultivaran.. Según Ignacio del Río, “Huidrobo halagaba a los apóstatas en lugar de castigarlos, lo cual motivaría en el futuro más rebeliones en lugar de inhibirlas”.

A finales de 1735, el gobernador apresó a varios indígenas quienes dieron los nombres de los sublevados. Así como capturaron alrededor de 25 culpables a quienes se les condenó al destierro. Durante el trayecto a la contracosta—narra el padre Venegas—trataron de amotinarse por lo que los soldados abrieron fuego sobre ellos, dejando solo dos con vida, mismos que murieron en el destierro.

Las causas que originaron la sublevación, a decir de los cronistas de la época, es que deseaban deshacerse de sus vínculos con el nuevo orden misional y volver a su antigua forma de vida, por lo que además de quitarle la vida a los padres Carranco y Tamaral, destruyeron las misiones, al igual que ls imágenes de santos y los ornamentos.

Por su parte, Juan Jacobo Baegert, misionero que fue de San Luis Gonzaga, escribió que “la rebelión se debió a que los californios convertidos no quedaron conformes con tener un matrimonio con sólo una mujer, como era su deber y como lo habían permitido”

Dice el historiador Salvador Bernabeu que la no aceptaciónde las normas e ideales de los jesuitas provocó que los pericúes se convirtiesen en un retrato de maldades. Y esto ocasionó la sublevación, un parteaguas en la labor misionera de los padres jesuitas.

A modo de crónica

La Sociedad de la Antigua California y otras instituciones han organizado un ciclo de conferencias virtuales acerca de la historia de San José del Cabo. Durante doce días, del 19 al 30 del presente mes de abril, los conferencistas hablarán de aspectos históricos, sociales y culturales de esa población, capital del municipio de Los Cabos.

De seguro alguno de ellos tocará el tema de la sublevación indígena en el año de 1734, donde murieron los padres Lorenzo Carranco de la misión de Santiago y Nicolás Tamaral misionero de San José del Cabo.

Los movimientos de resistencia y las rebeliones indígenas tuvieron lugar durante los siglos XVII y XVIII que puso en alerta a las autoridades coloniales. En esos siglos hubo levantamientos de indios en Sonora, Nuevo México, Coahuila y Chihuahua donde los indios pimas, yaquis, mayos, contotores y tarahumaras mostraron su hostilidad contra el sistema religioso establecido.

El caso de California es especial porque presupone el rompimiento de un estatus armónico justificado a través de la religión al lado del sometimiento de los pueblos indígenas. Al respecto los padres jesuitas creyeron que con la conversión mediante el bautizo lograrían la aceptación de sus feligreses. Pero la verdad es que los indios jamás se convencieron de las buenas intenciones de los misioneros. Y así, su mundo ideal se les vino encima.

En el caso de lo sucedido en las misiones de Santiago y San José del Cabo, los sublevados asesinaron a un total de doce personas, entre ellos dos soldados, cuatro indígenas conversos y las familias de los soldados de San José ya que estos no se encontraban en el poblado.

En los días siguientes los indígenas—pericúes en su mayor parte, pero también guaycuras y huchitíes—atacaron la misión de La Paz, aunque no encontraron al padre William Gordon porque desempeñaba una comisión fuera de la península. Después llegaron a la misión de Todos Santos, de donde pudo escapar el padre Segismundo Taraval gracias a un aviso a tiempo.

El historiador Ignacio del Río en su libro “Conquista y aculturación de la California jesuítica”, dice “Las crónicas describen la saña de los indígenas con el cuerpo de los misioneros que aún después de muertos fueron lapidados, vejados, desmembrados, arrastrados por la misión y finalmente quemados en una hoguera; el cuerpo del padre Carranco fue decapitado a golpes de piedra.

Ante la gravedad de los sucesos los padres jesuitas pidieron ayuda a las misiones de Sonora como al virreinato. El auxilio no tardó en llegar, pues los padres de Sonora enviaron cien indios flecheros, 25 soldados, más unos indios del presidio de Loreto. En cambio el virrey quien no la llevaba bien con los jesuitas negó al principio la ayuda con el pretexto de que solo el rey podía autorizarla. Posteriormente decidió enviar a Manuel Bernal de Huidrobo, gobernador de Sinaloa, para acabar con la insurrección.

La intervención del gobernador no fue la correcta a juicio de los misioneros ya que prefirió no utilizar métodos violentos y si en cambio ofreció indultos a los rebeldes, incluso prometió reparto de tierras para que ellos las cultivaran.. Según Ignacio del Río, “Huidrobo halagaba a los apóstatas en lugar de castigarlos, lo cual motivaría en el futuro más rebeliones en lugar de inhibirlas”.

A finales de 1735, el gobernador apresó a varios indígenas quienes dieron los nombres de los sublevados. Así como capturaron alrededor de 25 culpables a quienes se les condenó al destierro. Durante el trayecto a la contracosta—narra el padre Venegas—trataron de amotinarse por lo que los soldados abrieron fuego sobre ellos, dejando solo dos con vida, mismos que murieron en el destierro.

Las causas que originaron la sublevación, a decir de los cronistas de la época, es que deseaban deshacerse de sus vínculos con el nuevo orden misional y volver a su antigua forma de vida, por lo que además de quitarle la vida a los padres Carranco y Tamaral, destruyeron las misiones, al igual que ls imágenes de santos y los ornamentos.

Por su parte, Juan Jacobo Baegert, misionero que fue de San Luis Gonzaga, escribió que “la rebelión se debió a que los californios convertidos no quedaron conformes con tener un matrimonio con sólo una mujer, como era su deber y como lo habían permitido”

Dice el historiador Salvador Bernabeu que la no aceptaciónde las normas e ideales de los jesuitas provocó que los pericúes se convirtiesen en un retrato de maldades. Y esto ocasionó la sublevación, un parteaguas en la labor misionera de los padres jesuitas.

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