/ miércoles 17 de abril de 2019

Heme aquí

Tandariola

“Yo soy quien soy y no me parezco a naiden…”, es el estribillo de una célebre canción que interpretó Pedro Infante, con ese charm campirano en el filme La tercera palabra (1955), frase inspiradora para exaltar al ser poseedor de una personalidad única e irrepetible, fehaciente y corpórea -no sutil-, insertó en un momento determinado del devenir humano, que en los albores del siglo XXI es poseedor del derecho reconocido como universal, inalienable: el de la identidad.

Alternamente de los conceptos filosóficos, los rasgos propios que nos identifican –y por ende nos diferencian-, se vuelcan en un acto legal ante una autoridad que da certidumbre a la existencia de una persona que se presenta viva, haciéndose efectiva su inscripción en el registro civil que emite en consecuencia, el documento que afirma el nombre y otros datos trascendentes. La existencia en lo legal per se.

Nacer genera también un registro ante la instancia de salud, y aunque sea con apoyo de partera es en el ámbito de lo civil que se emite el documento definitivo de identidad y que, dicho sea de paso, nos acompañará hasta el final de nuestros días, a menos que en el transcurrir de la vida nos cambiemos de nombre, de sexo o nacionalidad. Y claro está, al no existir acta, inequívocamente, hay una omisión en el asiento registral.

Si bien se sabe que en nuestro país un poco más de un millón de personas (0.8% del total de la población nacional) no poseen acta de nacimiento, al desmenuzar los datos por entidades se encuentran cifras tanto dramáticas como alentadoras, pero que con toda justicia y rigor exponen un país desigual en la legalidad de la identidad, con entornos regionales que pueden o no incidir. Como en Chiapas, donde el 1.9% del total no tienen este documento (casi 100 mil personas); pero en Yucatán sólo el 0.3% está en la misma situación (más de 6 mil personas). Es evidente que la proporción entre entidades variará por la densidad poblacional, sin embargo es un aspecto que me atrevo a decir, implica gestión administrativa, políticas públicas y costumbres de las regiones.

Respecto a Baja California Sur el 1% de los sudcalifornianos no tienen acta de nacimiento, es decir un poco más de 7 mil personas, aspecto que guarda poca relación con nuestro vecino Baja California, que del total de su población el 1.1% (más de 36 mil personas) no cuenta con su documento de identidad (INEGI. Encuesta Intercensal 2015).

Indudablemente éste es tema de interés en todo el mundo y se matiza por inconvenientes que se relacionan con el entorno sociocultural y económico, pero que a nivel individual se pierde de vista y hasta se desconoce la importancia de poseer una identidad legal. En México es obligatorio que los padres registren a los recién nacidos en un plazo no mayor a seis meses, pero que de no hacerlo se sancionarán pues se coarta el derecho del menor a tener identidad. Aun así existen personas adultas limitadas en su capacidad jurídica. Dicho de manera cruda, no existen para el sistema.

Analizando una serie de cinco años de nacimientos en la entidad, se observa que se generan cada año un poco más de 12 mil actas. Estos mismos datos indican que en el municipio de Los Cabos es donde hay más actividad registral, así como también se conocen las edades de las personas registradas: en el año 2016 el grueso de los registros -casi 10 mil- fue de niños que nacieron ese mismo año, sin embargo se expidieron más de dos mil extemporáneas a niños entre 2 y 10 años de edad, así como a otras 61 personas que nacieron en años anteriores al 2004 (INEGI. Estadísticas de Natalidad).

Habremos de recordar que por siglos no hubo datos, hasta que con los registros eclesiásticos se daba fe de la existencia de hombres y mujeres, sus nombres y hasta los de sus progenitores. Sirva la mención del rescate de información en la “Guía familiar de Baja California 1700-1900”, compilado por el egregio Pablo L. Martínez y editado por el Archivo Histórico que lleva su nombre, que nos acerca a los nacimientos de los pobladores en la media península desde la primigenia época misional hasta la instalación del registro civil en el periodo porfirista. A la postre, aporta 12 mil extractos de partidas de bautismo y otros, es de disposición pública en el sitio web del Archivo y con secciones también en inglés (www.archivohistoricobcs.com.mx).


¡Éytale!

Al suspender la entrega del acta de nacimiento original con antigüedad no mayor a tres meses en los requisitos de 111 trámites públicos de la CDMX, se disminuirá la emisión de 700 de estos documentos al día, lo que de manera anual terminará con las 180 mil ocasiones que los ciudadanos debieran renovarlas por distintos motivos(@Claudiashein). Su costo unitario: $68.00 y puede obtenerse también digital. Oaxaca y otras entidades persisten en este requisito. Galimatías burocráticos que captan recursos para las arcas públicas.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita.

Tandariola

“Yo soy quien soy y no me parezco a naiden…”, es el estribillo de una célebre canción que interpretó Pedro Infante, con ese charm campirano en el filme La tercera palabra (1955), frase inspiradora para exaltar al ser poseedor de una personalidad única e irrepetible, fehaciente y corpórea -no sutil-, insertó en un momento determinado del devenir humano, que en los albores del siglo XXI es poseedor del derecho reconocido como universal, inalienable: el de la identidad.

Alternamente de los conceptos filosóficos, los rasgos propios que nos identifican –y por ende nos diferencian-, se vuelcan en un acto legal ante una autoridad que da certidumbre a la existencia de una persona que se presenta viva, haciéndose efectiva su inscripción en el registro civil que emite en consecuencia, el documento que afirma el nombre y otros datos trascendentes. La existencia en lo legal per se.

Nacer genera también un registro ante la instancia de salud, y aunque sea con apoyo de partera es en el ámbito de lo civil que se emite el documento definitivo de identidad y que, dicho sea de paso, nos acompañará hasta el final de nuestros días, a menos que en el transcurrir de la vida nos cambiemos de nombre, de sexo o nacionalidad. Y claro está, al no existir acta, inequívocamente, hay una omisión en el asiento registral.

Si bien se sabe que en nuestro país un poco más de un millón de personas (0.8% del total de la población nacional) no poseen acta de nacimiento, al desmenuzar los datos por entidades se encuentran cifras tanto dramáticas como alentadoras, pero que con toda justicia y rigor exponen un país desigual en la legalidad de la identidad, con entornos regionales que pueden o no incidir. Como en Chiapas, donde el 1.9% del total no tienen este documento (casi 100 mil personas); pero en Yucatán sólo el 0.3% está en la misma situación (más de 6 mil personas). Es evidente que la proporción entre entidades variará por la densidad poblacional, sin embargo es un aspecto que me atrevo a decir, implica gestión administrativa, políticas públicas y costumbres de las regiones.

Respecto a Baja California Sur el 1% de los sudcalifornianos no tienen acta de nacimiento, es decir un poco más de 7 mil personas, aspecto que guarda poca relación con nuestro vecino Baja California, que del total de su población el 1.1% (más de 36 mil personas) no cuenta con su documento de identidad (INEGI. Encuesta Intercensal 2015).

Indudablemente éste es tema de interés en todo el mundo y se matiza por inconvenientes que se relacionan con el entorno sociocultural y económico, pero que a nivel individual se pierde de vista y hasta se desconoce la importancia de poseer una identidad legal. En México es obligatorio que los padres registren a los recién nacidos en un plazo no mayor a seis meses, pero que de no hacerlo se sancionarán pues se coarta el derecho del menor a tener identidad. Aun así existen personas adultas limitadas en su capacidad jurídica. Dicho de manera cruda, no existen para el sistema.

Analizando una serie de cinco años de nacimientos en la entidad, se observa que se generan cada año un poco más de 12 mil actas. Estos mismos datos indican que en el municipio de Los Cabos es donde hay más actividad registral, así como también se conocen las edades de las personas registradas: en el año 2016 el grueso de los registros -casi 10 mil- fue de niños que nacieron ese mismo año, sin embargo se expidieron más de dos mil extemporáneas a niños entre 2 y 10 años de edad, así como a otras 61 personas que nacieron en años anteriores al 2004 (INEGI. Estadísticas de Natalidad).

Habremos de recordar que por siglos no hubo datos, hasta que con los registros eclesiásticos se daba fe de la existencia de hombres y mujeres, sus nombres y hasta los de sus progenitores. Sirva la mención del rescate de información en la “Guía familiar de Baja California 1700-1900”, compilado por el egregio Pablo L. Martínez y editado por el Archivo Histórico que lleva su nombre, que nos acerca a los nacimientos de los pobladores en la media península desde la primigenia época misional hasta la instalación del registro civil en el periodo porfirista. A la postre, aporta 12 mil extractos de partidas de bautismo y otros, es de disposición pública en el sitio web del Archivo y con secciones también en inglés (www.archivohistoricobcs.com.mx).


¡Éytale!

Al suspender la entrega del acta de nacimiento original con antigüedad no mayor a tres meses en los requisitos de 111 trámites públicos de la CDMX, se disminuirá la emisión de 700 de estos documentos al día, lo que de manera anual terminará con las 180 mil ocasiones que los ciudadanos debieran renovarlas por distintos motivos(@Claudiashein). Su costo unitario: $68.00 y puede obtenerse también digital. Oaxaca y otras entidades persisten en este requisito. Galimatías burocráticos que captan recursos para las arcas públicas.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita.

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