/ jueves 8 de abril de 2021

Evocar

Tandariola

No sé si compartan conmigo el placer de ver imágenes o escuchar audios antiguos, recreando la memoria y la imaginación de los lugares, las personas, las costumbres y el ambiente en esos entornos que irrebatiblemente se han modificado con el paso del tiempo. Estimulan sin remedio la añoranza, la evocación de otros momentoscomo burbujas atemporales,asegurando la posteridad,atesorandola memoria humana. Ergo, es sumamente lamentable que desaparezcano se degraden, así sea la foto de nuestro bautizo o el video de las vacaciones soñadas.

El tema viene a colación por una imagen publicada recientemente por el Archivo Histórico Pablo L. Martínez en Twitterproveniente del acervo de su fototeca: dos personas posan debajodel letrero que indica “Cabo San Lucas 1,719 hab.”. El tuit menciona Impresionante crecimiento de #CaboSanLucas en 40 años. Pasando de un pueblo de pescadores de 4,179 habitantes en 1980 a 202,694 habitantes en el Censo @INEGI_Informa 2020. Hoy centro turístico de clase mundial con millones de visitantes al año (@archivo_I). La imagen tiene de fondo una localidad incipiente, con calles sin pavimento, nada que ver con esa ciudad hiperdinámica que al 2020 es la segunda más poblada de la entidad.

Es evidente que cuando tomamos concienciapara resguardar los materiales de valor histórico,surgieron los repositoriospara la preservación y poder realizar el ejercicio que justo acabo de hacer con esa imagen de la fototeca, una evocación e irremediablemente, una comparación y con la posibilidad de aportar elementos para otros análisis. Habremos de desempolvar el cuentahílos o bien, afinar el manejo de software para la imagen digital.

Contrariamente, recuerdo en la década de los ochenta haber visitado alguna oficina de municipal en Santa Rosalía y ver muchas hojas amarillentas sobre el piso, con una caligrafía decimonónica exquisita, que la gente que acudía a ese lugar irremediablemente pisaba. He de suponer que esa información se ha perdido, como ha sucedido y suceden aún en todo el mundocon el paso de los milenios por fenómenos naturales o por el deseo o interés humano de no conservarlos.

Sirve la evocación para el ejercicio de la memoria, para lareafirmaciónde las expresiones en unmoodentre senil y recalcitrante de “antes era/estábamos mejor”, aunque el contexto lo definirá en todo caso.Surge entonces la duda si las juventudes evocan. Sí, lo hacen y también ven con ojos nuevos los hechos pasados con una visión refrescante y sorprendida de cómo eran las cosas antes de que existieran.

Indudablemente, cada persona tiene materiales que atesora, gráficos y/o auditivos, en unidades de respaldo, en los memorystick micro SD del celular personal o bien en la nube, todos ellos repositorios de los acontecimientos de la vida. El meollo de ello es que ese material no se degrade o corrompa. En el siglo pasado la fotografía se atesoraba en álbumes. La memoria de toda una estirpe se compilaba en volúmenes siempre disponibles y agradables de ver.

Pero como también pasaba en la era analógica, se pierde información. A cualquiera le ha pasado perder el teléfono, olvidar el passwordo borrar definitivamente los archivos y con ello, parte de la historia personal. Crasos errores.Pero hay repositorios que están en nuestra propia memoria, en los lugares intocados, unos que aluden a la memoria celular y otros a la gustativa, que nos hacen evocar momentos específicos.

“Para que probáramos otras comidas, conocer otros sabores, tener mejores modales, mi padre nos llevaba a mis hermanos y a mí a comer al restaurante Central en Santa Rosalía”, me platicó el dueño de la zapatería Yoli en Ciudad Constitución, Martín Mendoza,con un dejo de nostalgia evocando una época cosmopolita de ese mineral; y continuó diciéndome “nos servían de entrada una sopa de cebolla, una crema de zanahorias o de chícharos… no la comía. Cuando pude ir a Europa y conocer Paris, en el primer restaurante que almorcé me sirvieron sopa de cebolla. Recordé lo que quería enseñarnos mi padre”. Evocar siempre toca alguna fibra emocional.

¡Eytale!

Tengo el gusto de tener la remasterización de la primera grabación de ópera en América, “The 1903 Columbia grand opera series”, una relevante pieza extraída de de la fuente original que, a pesar de los delicados procesos digitales, conserva ese siseo de los antiguos discos que le da un charm indiscutible. Esto bien puede experimentarse al escuchar el gramófono enel Museo Meza en San José de Magdalena, Municipio de Mulegé, con un antiguo y grueso disco con música de mariachi. El siseo de otra era rompe de vez en cuando, el silencio de la sierramulegina.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora, escritora y sibarita. iliana.peralta@gmail.com. En Twitter @LA_PERALTA La Tandariola también encuéntrela en Telegram y Facebook

Tandariola

No sé si compartan conmigo el placer de ver imágenes o escuchar audios antiguos, recreando la memoria y la imaginación de los lugares, las personas, las costumbres y el ambiente en esos entornos que irrebatiblemente se han modificado con el paso del tiempo. Estimulan sin remedio la añoranza, la evocación de otros momentoscomo burbujas atemporales,asegurando la posteridad,atesorandola memoria humana. Ergo, es sumamente lamentable que desaparezcano se degraden, así sea la foto de nuestro bautizo o el video de las vacaciones soñadas.

El tema viene a colación por una imagen publicada recientemente por el Archivo Histórico Pablo L. Martínez en Twitterproveniente del acervo de su fototeca: dos personas posan debajodel letrero que indica “Cabo San Lucas 1,719 hab.”. El tuit menciona Impresionante crecimiento de #CaboSanLucas en 40 años. Pasando de un pueblo de pescadores de 4,179 habitantes en 1980 a 202,694 habitantes en el Censo @INEGI_Informa 2020. Hoy centro turístico de clase mundial con millones de visitantes al año (@archivo_I). La imagen tiene de fondo una localidad incipiente, con calles sin pavimento, nada que ver con esa ciudad hiperdinámica que al 2020 es la segunda más poblada de la entidad.

Es evidente que cuando tomamos concienciapara resguardar los materiales de valor histórico,surgieron los repositoriospara la preservación y poder realizar el ejercicio que justo acabo de hacer con esa imagen de la fototeca, una evocación e irremediablemente, una comparación y con la posibilidad de aportar elementos para otros análisis. Habremos de desempolvar el cuentahílos o bien, afinar el manejo de software para la imagen digital.

Contrariamente, recuerdo en la década de los ochenta haber visitado alguna oficina de municipal en Santa Rosalía y ver muchas hojas amarillentas sobre el piso, con una caligrafía decimonónica exquisita, que la gente que acudía a ese lugar irremediablemente pisaba. He de suponer que esa información se ha perdido, como ha sucedido y suceden aún en todo el mundocon el paso de los milenios por fenómenos naturales o por el deseo o interés humano de no conservarlos.

Sirve la evocación para el ejercicio de la memoria, para lareafirmaciónde las expresiones en unmoodentre senil y recalcitrante de “antes era/estábamos mejor”, aunque el contexto lo definirá en todo caso.Surge entonces la duda si las juventudes evocan. Sí, lo hacen y también ven con ojos nuevos los hechos pasados con una visión refrescante y sorprendida de cómo eran las cosas antes de que existieran.

Indudablemente, cada persona tiene materiales que atesora, gráficos y/o auditivos, en unidades de respaldo, en los memorystick micro SD del celular personal o bien en la nube, todos ellos repositorios de los acontecimientos de la vida. El meollo de ello es que ese material no se degrade o corrompa. En el siglo pasado la fotografía se atesoraba en álbumes. La memoria de toda una estirpe se compilaba en volúmenes siempre disponibles y agradables de ver.

Pero como también pasaba en la era analógica, se pierde información. A cualquiera le ha pasado perder el teléfono, olvidar el passwordo borrar definitivamente los archivos y con ello, parte de la historia personal. Crasos errores.Pero hay repositorios que están en nuestra propia memoria, en los lugares intocados, unos que aluden a la memoria celular y otros a la gustativa, que nos hacen evocar momentos específicos.

“Para que probáramos otras comidas, conocer otros sabores, tener mejores modales, mi padre nos llevaba a mis hermanos y a mí a comer al restaurante Central en Santa Rosalía”, me platicó el dueño de la zapatería Yoli en Ciudad Constitución, Martín Mendoza,con un dejo de nostalgia evocando una época cosmopolita de ese mineral; y continuó diciéndome “nos servían de entrada una sopa de cebolla, una crema de zanahorias o de chícharos… no la comía. Cuando pude ir a Europa y conocer Paris, en el primer restaurante que almorcé me sirvieron sopa de cebolla. Recordé lo que quería enseñarnos mi padre”. Evocar siempre toca alguna fibra emocional.

¡Eytale!

Tengo el gusto de tener la remasterización de la primera grabación de ópera en América, “The 1903 Columbia grand opera series”, una relevante pieza extraída de de la fuente original que, a pesar de los delicados procesos digitales, conserva ese siseo de los antiguos discos que le da un charm indiscutible. Esto bien puede experimentarse al escuchar el gramófono enel Museo Meza en San José de Magdalena, Municipio de Mulegé, con un antiguo y grueso disco con música de mariachi. El siseo de otra era rompe de vez en cuando, el silencio de la sierramulegina.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora, escritora y sibarita. iliana.peralta@gmail.com. En Twitter @LA_PERALTA La Tandariola también encuéntrela en Telegram y Facebook

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