/ viernes 21 de junio de 2019

Arbóreo

Tandariola

Era imponente. Aviario sonoro vespertino. Sus raíces-tentáculos levantaron pisos y banquetas. Escenario en desniveles para jugar. Sombra refrescante para los caminantes. Techo para la tertulia de la tarde. Vida hecha hojas, tallos y tronco inabarcable.

Árbol de la India centenario, un mastodonte vegetal albergado en mi memoria. Sólo vive allá. Un potente huracán lo derribó. Me lo recordó un tamarindo colosal en la localidad cabeña de Santiago.

Estos longevos seres vivos, muy a nuestro pesar, lentamente van desapareciendo. La memoria y las evidencias fotográficas lo aseveran, ya sea en pos de la estética o la funcionalidad o por enfermedades y plagas. Incluso saber la antigüedad de una colonia de cualquier localidad bien puede calcularse por el tamaño de sus elementos arbóreos.

Esa memoria de la que hablo nos permite hacer una especie de inventario vegetal, sin ser biólogos o botánicos. Recién constaté la falta de sombra en la localidad de San Antonio. Recordaba lo arbolado de su plaza y la frondosa vegetación de las viviendas. En la memoria también guardo celosamente los relatos de mi abuela materna sobre las fastuosas huertas de La Purísima hacia el primer tercio del siglo XX, que he constatado decaen. No olvido tampoco los olivares que aún producen aceitunas en la misión de San Javier, de troncos de figura caprichosa sembrados por los misioneros. Y en general, los oasis sudcalifornianos se enfrentan cada año a incendios forestales, depredación, sequía y plagas como la del picudo rojo que cunde peligrosamente por las palmas datileras de San Ignacio (www.cbcs.gob.mx), también la tala de los maderables disponibles en el monte para generar carbón, como el mezquite.

En la mayor parte de los terrenos de la media península se desarrollan los matorrales xerófilos, siendo los más abundantes los sarcocaule que sobreviven a la inclemencia de nuestro clima. Hacia el sur se encuentra la zona más abundante de vegetación, en la denominada discontinuidad del Cabo, a altitudes arriba de los mil metros sobre el nivel del mar, con bosques de encino, plantas de selva baja caducifolia, y en la zona más alta de la Sierra La Laguna un bosque de coníferas (INEGI. Síntesis Geográfica de Baja California Sur). Justo se conmemoró el 25 aniversario de la protección de la Sierra La Laguna como Reserva de la Biósfera, que alberga precisamente estos preciados ecosistemas con especies endémicas y que además forma parte de los usos y costumbres de las localidades asentadas en sus faldas.

El cambio climático es quizá uno de los impactantes motivos que ha ido mermando la biomasa en todos los continentes, incidiendo con ello en la producción de vegetales, la regulación de la temperatura, la humedad y otras tantas acciones en las que las plantas intervienen. Y claro, la incidencia humana que en lo urbano desaparece a sus árboles porque estorban, porque echan mucha basura, etc., como ocurrió recién en la casa contigua a la mía. Agradecía su sombra que cubría parte de mi casa desde el cénit hasta el atardecer. Doloroso.

Es ampliamente conocido leer en los medios el avance indolente de la deforestación de las selvas y los bosques, que ha llevado a los integrantes de la ONU a tomar acciones que frenen este acto de barbarie ecológica. En el 2014 se tomó el acuerdo de reducir a la mitad la deforestación al 2020, sin embargo el año pasado se verificó que se perdió una extensión de bosque primario equivalente a la de un país como Bélgica (The Guardian.19/06/2019). En pocas palabras, la depredación prosigue.

Plantar un árbol es una de las tres acciones que reza la célebre frase del poeta José Martí y que cada persona debiera hacer en su vida. Agregaré que debiera ser más de uno. Y bueno, una planta se convertirá en un ser frondoso con los nutrientes y factores para que crezca fortalecido. Justo lo que le hizo falta al roble sésil europeo que el presidente francés Emmanuel Macron obsequió a su símil norteamericano Donald Trump, para ser sembrado por ambos frente a la casa blanca en el mes de abril del 2018 como representación de la alianza entre ambos países. Muy a su pesar, ha sido declarado oficialmente “muerto” (The New York Times. 10/6/2019).

¡Éytale!

Estamos en la última etapa del Meyijbénmaayí, vocablo cochimí para definir la “temporada mala, porque era el tiempo de escasez de alimentos del campo”, una de las seis estaciones del año (Ibarra Rivera, Gilberto. 1991. Vocablos Indígenas de Baja California Sur). Caluroso, hostigante, previo a la etapa de lluvia. Los cochimíes veían en este periodo las plantas sedientas y supongo, les proveían muy poca sombra.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita.

@LA_PERALTA. https://ilianaperalta.wixsitecom/tandariola

La Tandariola también se escucha. Martes 18:30 hrs. en La Radio de Sudcalifornia.

Tandariola

Era imponente. Aviario sonoro vespertino. Sus raíces-tentáculos levantaron pisos y banquetas. Escenario en desniveles para jugar. Sombra refrescante para los caminantes. Techo para la tertulia de la tarde. Vida hecha hojas, tallos y tronco inabarcable.

Árbol de la India centenario, un mastodonte vegetal albergado en mi memoria. Sólo vive allá. Un potente huracán lo derribó. Me lo recordó un tamarindo colosal en la localidad cabeña de Santiago.

Estos longevos seres vivos, muy a nuestro pesar, lentamente van desapareciendo. La memoria y las evidencias fotográficas lo aseveran, ya sea en pos de la estética o la funcionalidad o por enfermedades y plagas. Incluso saber la antigüedad de una colonia de cualquier localidad bien puede calcularse por el tamaño de sus elementos arbóreos.

Esa memoria de la que hablo nos permite hacer una especie de inventario vegetal, sin ser biólogos o botánicos. Recién constaté la falta de sombra en la localidad de San Antonio. Recordaba lo arbolado de su plaza y la frondosa vegetación de las viviendas. En la memoria también guardo celosamente los relatos de mi abuela materna sobre las fastuosas huertas de La Purísima hacia el primer tercio del siglo XX, que he constatado decaen. No olvido tampoco los olivares que aún producen aceitunas en la misión de San Javier, de troncos de figura caprichosa sembrados por los misioneros. Y en general, los oasis sudcalifornianos se enfrentan cada año a incendios forestales, depredación, sequía y plagas como la del picudo rojo que cunde peligrosamente por las palmas datileras de San Ignacio (www.cbcs.gob.mx), también la tala de los maderables disponibles en el monte para generar carbón, como el mezquite.

En la mayor parte de los terrenos de la media península se desarrollan los matorrales xerófilos, siendo los más abundantes los sarcocaule que sobreviven a la inclemencia de nuestro clima. Hacia el sur se encuentra la zona más abundante de vegetación, en la denominada discontinuidad del Cabo, a altitudes arriba de los mil metros sobre el nivel del mar, con bosques de encino, plantas de selva baja caducifolia, y en la zona más alta de la Sierra La Laguna un bosque de coníferas (INEGI. Síntesis Geográfica de Baja California Sur). Justo se conmemoró el 25 aniversario de la protección de la Sierra La Laguna como Reserva de la Biósfera, que alberga precisamente estos preciados ecosistemas con especies endémicas y que además forma parte de los usos y costumbres de las localidades asentadas en sus faldas.

El cambio climático es quizá uno de los impactantes motivos que ha ido mermando la biomasa en todos los continentes, incidiendo con ello en la producción de vegetales, la regulación de la temperatura, la humedad y otras tantas acciones en las que las plantas intervienen. Y claro, la incidencia humana que en lo urbano desaparece a sus árboles porque estorban, porque echan mucha basura, etc., como ocurrió recién en la casa contigua a la mía. Agradecía su sombra que cubría parte de mi casa desde el cénit hasta el atardecer. Doloroso.

Es ampliamente conocido leer en los medios el avance indolente de la deforestación de las selvas y los bosques, que ha llevado a los integrantes de la ONU a tomar acciones que frenen este acto de barbarie ecológica. En el 2014 se tomó el acuerdo de reducir a la mitad la deforestación al 2020, sin embargo el año pasado se verificó que se perdió una extensión de bosque primario equivalente a la de un país como Bélgica (The Guardian.19/06/2019). En pocas palabras, la depredación prosigue.

Plantar un árbol es una de las tres acciones que reza la célebre frase del poeta José Martí y que cada persona debiera hacer en su vida. Agregaré que debiera ser más de uno. Y bueno, una planta se convertirá en un ser frondoso con los nutrientes y factores para que crezca fortalecido. Justo lo que le hizo falta al roble sésil europeo que el presidente francés Emmanuel Macron obsequió a su símil norteamericano Donald Trump, para ser sembrado por ambos frente a la casa blanca en el mes de abril del 2018 como representación de la alianza entre ambos países. Muy a su pesar, ha sido declarado oficialmente “muerto” (The New York Times. 10/6/2019).

¡Éytale!

Estamos en la última etapa del Meyijbénmaayí, vocablo cochimí para definir la “temporada mala, porque era el tiempo de escasez de alimentos del campo”, una de las seis estaciones del año (Ibarra Rivera, Gilberto. 1991. Vocablos Indígenas de Baja California Sur). Caluroso, hostigante, previo a la etapa de lluvia. Los cochimíes veían en este periodo las plantas sedientas y supongo, les proveían muy poca sombra.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita.

@LA_PERALTA. https://ilianaperalta.wixsitecom/tandariola

La Tandariola también se escucha. Martes 18:30 hrs. en La Radio de Sudcalifornia.

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