/ miércoles 15 de enero de 2020

Destacan la importancia del folclore en la identidad de los pueblos

Habla acerca de los orígenes y evolución de este fenómeno cultural en Sudcalifornia

La Paz, Baja California Sur.- De acuerdo con Cristian Meza Espinoza, académico de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, hablar del folclore es hablar de tradición, cultura e identidad, no sólo a nivel regional sino también nacional. Estos elementos, que son clave en la construcción de cualquier sociedad, tendrían sus orígenes en Sudcalifornia a mediados del siglo pasado y se consolidaron como un estilo hacia los años ochenta.

El catedrático explica que la idea de “mexicanidad” o el “sentimiento mexicano” comienza a difundirse por artistas y pensadores en México a partir del grupo político posrevolucionario, con la idea de proyectar una imagen e identidad dentro y fuera del país. Para mediados del siglo pasado, la mayoría de los estados de la nación contaban con sus propios cuadros regionales folclóricos, que incluían bailes, vestimentas y música original.

Gracias a los impulsos del gobernador del entonces Territorio Sur de la Baja California, el general Agustín Olachea, en la media península surgen las primeras manifestaciones del folclore en 1951, cuando convoca a un concurso de trajes regionales para elegir al representante del territorio en la Convención de Leones del año siguiente; resultando ganador el traje conocido hasta hoy como la “Flor de Pitahaya”.

“Después de este acto se continuaría con una labor de invención del sentimiento folclórico regional, realizado principalmente por algunos profesores de la Escuela Normal Urbana y personas involucradas por gusto a dicha actividad”, señala el profesor universitario, adscrito al Departamento Académico de Humanidades.

Años más tarde, el interés por construir el folclore sudcaliforniano aumentará de manera considerable, esto ante la existencia de varias personas que se encargaron de recopilar, a lo largo del territorio, tradiciones, bailes y vestimentas.

Personas como las profesoras Rosa María Mendoza Salgado y Josefina Meza Olmos registraron algunas coreografías y música, junto con el profesor Francisco Payén, para los Juegos Deportivos y Culturales del Territorio de Baja California Sur, celebrados en 1968.

Asimismo, el profesor Néstor Agúndez se daría a la tarea de componer una coreografía conocida como “La danza de los cañeros”, que reproduce la principal actividad productiva de Todos Santos, pueblo aledaño al puerto de La Paz.

Así también aparece el baile titulado “La Cuera”, que trata de personificar al ranchero sudcaliforniano vestido con un traje de campeador; mientras que unas cuantas danzas se tomarían prestadas de otros estados de la república, como “la danza del venado”, de Sonora, o “El Conejo”, bailable importado del estado de Sinaloa.

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En el ámbito de la composición musical, Cristian Meza señala que se escribieron canciones que retrataban el sentimiento regionalista y, de manera romántica, algunos pueblos del territorio. Entre ellos aparecen “Costa Azul”, de Luis Peláez Márquez, o “Playas negras”, de Rafael Mendoza Collins. Incluso, está la obra magistral de la tapatía Rosario “Chayito” Morales “Puerto de Ilusión”, que compuso junto a su esposo Jesús Rodríguez en un viaje a La Paz

Finalmente, el maestro. Espinoza menciona a la literatura, donde asegura hay una vasta producción que se enmarca dentro del romanticismo regional y que forma parte del folclore sudcaliforniano. Esta lista la encabezan autores como el propio Néstor Agúndez, Javier Carballo Félix, Jesús Castro Agúndez, Alfredo González González, Filemón C. Piñeda, y Armando Trasviña Taylor.

La Paz, Baja California Sur.- De acuerdo con Cristian Meza Espinoza, académico de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, hablar del folclore es hablar de tradición, cultura e identidad, no sólo a nivel regional sino también nacional. Estos elementos, que son clave en la construcción de cualquier sociedad, tendrían sus orígenes en Sudcalifornia a mediados del siglo pasado y se consolidaron como un estilo hacia los años ochenta.

El catedrático explica que la idea de “mexicanidad” o el “sentimiento mexicano” comienza a difundirse por artistas y pensadores en México a partir del grupo político posrevolucionario, con la idea de proyectar una imagen e identidad dentro y fuera del país. Para mediados del siglo pasado, la mayoría de los estados de la nación contaban con sus propios cuadros regionales folclóricos, que incluían bailes, vestimentas y música original.

Gracias a los impulsos del gobernador del entonces Territorio Sur de la Baja California, el general Agustín Olachea, en la media península surgen las primeras manifestaciones del folclore en 1951, cuando convoca a un concurso de trajes regionales para elegir al representante del territorio en la Convención de Leones del año siguiente; resultando ganador el traje conocido hasta hoy como la “Flor de Pitahaya”.

“Después de este acto se continuaría con una labor de invención del sentimiento folclórico regional, realizado principalmente por algunos profesores de la Escuela Normal Urbana y personas involucradas por gusto a dicha actividad”, señala el profesor universitario, adscrito al Departamento Académico de Humanidades.

Años más tarde, el interés por construir el folclore sudcaliforniano aumentará de manera considerable, esto ante la existencia de varias personas que se encargaron de recopilar, a lo largo del territorio, tradiciones, bailes y vestimentas.

Personas como las profesoras Rosa María Mendoza Salgado y Josefina Meza Olmos registraron algunas coreografías y música, junto con el profesor Francisco Payén, para los Juegos Deportivos y Culturales del Territorio de Baja California Sur, celebrados en 1968.

Asimismo, el profesor Néstor Agúndez se daría a la tarea de componer una coreografía conocida como “La danza de los cañeros”, que reproduce la principal actividad productiva de Todos Santos, pueblo aledaño al puerto de La Paz.

Así también aparece el baile titulado “La Cuera”, que trata de personificar al ranchero sudcaliforniano vestido con un traje de campeador; mientras que unas cuantas danzas se tomarían prestadas de otros estados de la república, como “la danza del venado”, de Sonora, o “El Conejo”, bailable importado del estado de Sinaloa.

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En el ámbito de la composición musical, Cristian Meza señala que se escribieron canciones que retrataban el sentimiento regionalista y, de manera romántica, algunos pueblos del territorio. Entre ellos aparecen “Costa Azul”, de Luis Peláez Márquez, o “Playas negras”, de Rafael Mendoza Collins. Incluso, está la obra magistral de la tapatía Rosario “Chayito” Morales “Puerto de Ilusión”, que compuso junto a su esposo Jesús Rodríguez en un viaje a La Paz

Finalmente, el maestro. Espinoza menciona a la literatura, donde asegura hay una vasta producción que se enmarca dentro del romanticismo regional y que forma parte del folclore sudcaliforniano. Esta lista la encabezan autores como el propio Néstor Agúndez, Javier Carballo Félix, Jesús Castro Agúndez, Alfredo González González, Filemón C. Piñeda, y Armando Trasviña Taylor.

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