Las colillas de cigarro están en todas partes; banquetas, botes de basura, parques y playas.
Cada año la industria tabacalera provoca la muerte de más de ocho millones de personas, la deforestación de más de 600 millones de árboles, la destrucción de 200 mil hectáreas de tierra y el desperdicio de 22 millones de toneladas de agua.
Además, genera más de 84 millones de toneladas de CO2, lo que la convierte en una de las industrias más contaminantes del planeta.
De acuerdo con datos de National Geographic, más de cinco billones de colillas son desechadas al año y la mayoría terminan en cuerpos de agua.
Ante esta problemática, diversas organizaciones internacionales, han propuesto iniciativas para reducir el desperdicio y llevar a cabo una mejor gestión de residuos.
Si bien las colillas son desechos pequeños, el daño ambiental que causan no es proporcional a su tamaño. Este se deriva de diversos factores, que van desde su composición hasta su degradación.
El especialista Giorgio Restori, quien pertenece a la Alianza Mundial de Basura Marina, nos cuenta sobre la problemática que generan las colillas:
“Se les ha restado mucha importancia por su tamaño, sin embargo, es un residuo que hasta hoy es de un sólo uso y por la naturaleza de sus componentes resulta mucho más dañino que otros más grandes”, explicó Restori.
Se estima que los fumadores desechan entre 4.5 y 5.6 billones de colillas al año, lo que se traduce en 18 millones de colillas por día, según señalan datos de la Environmental Research and Public Health.
Además, de acuerdo con el informe publicado por la Organización Mundial de la Salud en 2017, las colillas representan el principal residuo que es arrojado a la vía pública. “El tabaco es una amenaza para todos”.
Sin embargo, no sólo están presentes en la vía pública, también existen muchas de ellas en zonas que está prohibido fumar, una de ellas las playas.
“Existen dos razones por las que hay colillas en lugares que no deberían estar: la primera es por desacato, es decir; las personas fuman en lugares en contra de una regulación, y la segunda es que factores naturales como el viento o el agua las arrastren a estos lugares”, comentó Restori, quien además es CEO de SOS Mares.
Además, según señalan datos de The Ocean Conservancy, las colillas de cigarro son el residuo más abundante en las playas.
Riesgo para el agua y los animales
Es aquí donde inicia uno de los mayores problemas ambientales que genera la contaminación del agua.
“Los riesgos de que las colillas lleguen a las playas son muchos. En principio, están hechas de polipropileno, el cual se convierte en un microplástico, lo que incrementa la presencia de este último en los mares”, añadió el especialista.
Dice que cada colilla, aún después de ser desechada, tiene la capacidad de seguir liberando nicotina en concentraciones más altas que el valor umbral de desechos tóxicos y peligrosos definido por la Unión Europea.
Sin embargo, este no sólo es un riesgo para el agua de los océanos, ríos y lagos, también para la flora y fauna que habitan en ellos.
Con el fin de conocer el riesgo que corren las especies dentro de los cuerpos de agua, la Facultad de Ciencias Ambientales de Lima, Perú, analizó la letalidad de las colillas para los crustáceos.
Los resultados señalaron que más de una colilla en un litro de agua dulce podría ser letal para el 50 por ciento de los organismos que estén en él; mientras que en agua salada 4.27 colillas causarían el mismo efecto.
Es decir, menos de 5 colillas en un litro de agua salada, podrían terminar con el 50 por ciento de la población de fauna que en él habite.
“Las especies marinas son de las más vulnerables ante esta situación porque el olor que desprenden las atrae y hacen que las ingieran, lo que produce afectaciones que pueden resultar en su muerte”, alertó Restori.
Sin embargo, las afectaciones por colillas no son exclusivas de las especies marinas. Otro de los grupos de animales más afectados son los pájaros.
Esto porque con frecuencia suelen confundir la comida con las colillas y con ellas alimentan a sus polluelos.
La situación de los pájaros se visibilizó después de que la fotógrafa Karen Mason capturara el momento en el que una madre está alimentando a su polluelo con una colilla de cigarro.
La fotografía dio la vuelta al mundo y enfocó parte de la atención a la relación de los pájaros con las colillas, las cuales hoy en día también utilizan para formar sus nidos, lo que se traduce en afectaciones a su salud debido al contacto constante con las sustancias tóxicas que contienen.
Responsabilidad de las empresas
Si bien la contaminación por colillas es uno de los problemas ambientales más grandes a nivel mundial, aún falta mucho compromiso por parte de las empresas productoras de cigarros.
“Aunque existen jornadas de limpieza de zonas costeras y urbanas por parte de organizaciones, las empresas aún no han volteado a ver el problema que están generando”, explica Restori.
Hoy en día existe el término Responsabilidad Extendida del Productor (REP), el cual refiere que las empresas comercializadoras de productos que se convierten en residuos deben encargarse de la gestión de la basura que producen. Sin embargo, muchas de ellas no lo hacen.
“Las empresas productoras tienen la responsabilidad de propiciar campañas para la recolección y buena gestión de colillas. Deben dejar de educar a sus compradores solo para consumir, también deben de hacerlos conscientes de qué es lo que pasa después de que consumen su producto”, puntualizó Restori.
Mucho por hacer
La gestión de las colillas es un sistema que requiere un cambio integral que abarca desde su recolección hasta su transformación.
“Muchos fumadores las tiran al suelo porque no encuentran botes de basura cerca o simplemente no saben en donde dejarlas. El primer paso es poner ceniceros en lugares donde la gente fuma con regularidad, así se iniciará una recolección más responsable y dedicada a las colillas de cigarro”, explicó el especialista.
Los ceniceros también llamados “capturadores” de colillas, podrán contribuir a que no se mezclen con otros residuos y su gestión sea mucho más sencilla.
Después de la recolección es recomendable llevarlas a un centro de transformación, en donde pueden ser convertidas en materiales de valor para construcción o agregados comerciales.
“Se debe buscar un sistema basado en economía circular. Si bien las colillas en principio no tienen una segunda vida, en los centros de transformación se les puede otorgar una. Así las colillas no terminan en vertederos, mares o en la boca de los animales”, añadió el entrevistado.
Los especialistas llaman a este proceso La ruta de la colilla, en el cual es desechada, recolectada, transformada y reutilizada.
Mientras tanto, algunos ciudadanos preocupados han puesto en las calles de sus ciudades algunos contenedores en los que invitan a depositar sus colillas.
Sin embargo, el especialista nos cuenta el por qué ésta no es una solución viable:
“Las iniciativas de los ciudadanos son buenas, pero los contenedores terminan en los camiones de basura y después en los vertederos, lo que hace que otra vez se mezclen con la demás basura. Es como evitar un problema para meternos a otro”, señaló.
Aunque mucha de la responsabilidad recae en las empresas y en los gobiernos, los grandes cambios empiezan por las acciones individuales.
Es por eso que los especialistas invitan a las personas a actuar sin esperar que alguien más intente resolver esta problemática.
“Antes de tirar una colilla piensen en todo lo que puede pasar. Es muy importante que se informen sobre su gestión para que sepan cómo, cuándo y en dónde actuar para darles así dar un manejo responsable”, dijo finalmente.
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