Talabartería, la tradición que se resiste a morir

Se ha vuelto un legado y una tradición sudcaliforniana que necesita ser rescatada

Daniela Pérez Reyes

  · martes 30 de abril de 2019

La Paz, Baja California Sur.- Originalmente la talabartería surgió en Baja California Sur con la intención de cubrir la necesidad de utensilios en las rancherías, los cuales eran intercambiados a manera de “trueque”; tal era el caso de Francisco González Urías, quien dedicó toda su vida, desde los 11 años, a transformar la piel en finos productos.

Este legado que Francisco González dejó lo han continuado sus hijos; uno de ellos es Alfredo González Betancourt, quien menciona que actualmente la talabartería tiene un uso comercial pero también se convirtió en toda una tradición local que se ha dejado de hacer pero que no se debe dejar morir.

La descendencia de González Urías se ha dedicado a la talabartería y lo continúa haciendo porque “la gente lo demanda y todavía queremos hacerlo, todavía nos sentimos emocionados de transformar una piel”, menciona Alfredo, pues la talabartería la traen en los genes.

Ellos conciben este oficio como un don y como algo mágico, pues consiste en transformar de forma natural la piel de vaqueta, obtenida de ganado vacuno, chivos, borrego, con sus propias manos en un proceso que implica algunos aditamentos pero sobre todo mucho tiempo, dedicación, conocimiento y experiencia.

PRODUCTOS

A través de muchas técnicas y estilos actualmente se ha llegado a una gran variedad de productos elaborados por talabarteros, ya que aunque originalmente se hacían objetos para ser usados en el campo ahora también los hay para usar fuera del campo, como cintos, fundas para celular, bolsas, carteras, llaveros, etc., aunque inevitablemente el rancho sostiene en gran parte el mercado de los talabarteros, “mientras haya rancherías, gente que tenga ganados o caballos, siempre se va a estar utilizando la vaqueta como un elemento a transformar, y para ellos se hacen sillas de montar, fundas de machetes y cuchillos, cueras, polainas, todo lo campirano”.