/ sábado 15 de diciembre de 2018

San Diego, la línea de encuentro

La zona conocida como Tijuana -San Diego, nos une la historia, la  geografía, y la economía

Estamos en la frontera México-Estados Unidos en la zona conocida como Tijuana -San Diego, nos une la historia, la geografía, y la economía pues miles de mexicanos cruzan diariamente a trabajar del otro lado de la línea.

Las coordenadas de San Diego en el atlas marcan 32°42´54’’ N.

Nos separa una ideología, y la crueldad de la migra. Se escucha al fondo la sinfonía 7 de Verdi con I Vespri Siciliani y su musa María Callas.

El clima es fronterizo, como los duelos cuando terminan, con clima mediterráneo como en Tijuana.

Dicen que la población indígena Kumeyaay aun habita esta circunferencia, pero yo no los reconocí.

San Diego se ha hermanado solo con Ensenada, Juárez, Tijuana, Guadalajara y Guanajuato.

Surreal su escudo con campana como la de Hidalgo y la imperdible águila con serpientes vueltos brazos sobre el gran mar que tolera a sus barcos.

Semper Vigilans [siempre vigilantes] es su lema en latín o eso dice su bandera. Porque la flota militar más grande de EE.UU está aquí justo en el Océano Pacífico que también compartimos.

Oceánico San Diego se fundó en el año 1889 como parte formal de U.S.A y la mayoría de la población, -dice la guía turística- es blanca aunque una “porción” era latina también.

Conocí San Diego por vez primera en 1999 cuando visitando Baja California Sur mi profesor de golf (única clase) dijo que era de allá, “pero” sus padres eran mexicanos…

Clásico…parece estar de moda tener hijos allá y luego venirlos a registrar y a vivir acá, parte del acuerdo, y desencuentro con los estadounidenses que luego dicen, “lucran con sus hijos”, “los usan de escudo”, “de carta de migración” uno de los últimos comentarios de Donald Trump.

Mejor vamos a comer.

Al restaurante más top: El Nine Ten un bistró de cocina californiana fusión que no te debes perder, como la nieve de frutas de la estación.

La economía local se basa en las fuerzas armadas y en el turismo del lado mexicano que viene para acá.

Aun le llaman la alta California los más sabios, cultos y une a dos almas, y se habla inglés, a veces pocho una combinación rara entre ingles y español.

San Diego huele a mezquite y sabe a cerveza güera local, una nueva industria quizá.

Famosa ciudad por su poderío naval de submarinos nucleares y marinos, muchos de origen mexicano.

Llegar al monumento a Cabrillo que representa un puño de tierra cual mirador para ver desde lo alto, es imperdible.

Brisa y viento de otoño resalta nuestro encuentro, siempre casual, siempre confrontado, me invita a cenar en el East Village, un pubs que me recuerda a Dublín y su tratado internacional que respetaría a los migrantes al llegar al primer país que les pudiera refugiar…

Cumple… y degustamos unos deliciosos tacos de maíz que en Los Cabos, aun México, le llamamos tacos Rosy, pero aquí se convierten en “food trucks” y los sandiegueños se chupan los dedos y nosotros nos gusta compartir.

Compartir tradiciones sin envidia nos hace felices, los sabores en la boca y sin frontera son los mejores…

La pequeña Italia me atrae… porque alberga a emprendedores latinos que empezaron a chambear desde muy chicos como casi todos los niños de América Latina.

Tijuana-San Diego le llaman con confianza por aquí, porque es un estilo de vida con su estira y afloja, pero el racismo no existe en la gastronomía local, y después de un buen vino de la región somos como igual.

Los mercados y granjas locales nos permiten reunir energías para luego ir al parque Balboa y sus más de diez museos, parque que tiene 100 años.

Regresar al hotel del Coronado es regresar a 1888 en la época Victoriana a base de maderas y spas de tinas y esencias como la mirra.

En el North Park existen los puestos de comida del mar, que en Sinaloa llamamos carretas a pie de calle, y aquí con música de jazz en vivo, es como Montreal.

Nada nuevo bajo el sol…

Excepto el ambiente binacional que empuja esta ciudad militar.

Las playas como La Jolla Cove albergan especies de aves que observan a los viejos leones marinos descansados.

Fue en los años cuarenta cuando campesinos mexicanos migraron con permiso y visado a esta tierra, y se les llamó “braseros” uno de mis tíos iba entre ellos.

Aun se respira arte agrícola hecho con amor en sus verduras y frutas de sus campos bien cuidados que circundan la ciudad, y ¡¡ahora nos venden frutas exquisitas!! que antes cultivamos.

Emprendedores californios e invitados entretejen las artes, y se dicen arquitectos espontáneos de la vida.

Point Loma es una selección de playas “gourmet” para tirarse al sol que se disfruta con algo de frío.

Vamos por Mission Bay Park…

Visitemos sus universidades que son importantes como el San Diego Mesa College, aunque dice Woody Allen que hasta la educación de U.S.A. es de baja calidad.

A saber…

Que se puede visitar la zona de Miramar donde está la estación militar aérea, si te gusta navegar por el cielo de habla inglesa.

Desde Scenic Drive nos despedimos para regresar por Tijuana, la California que está a solo 23 km circundantes de San Diego no sin antes pasar a La Mesa y a la aduana.

Estamos en la frontera México-Estados Unidos en la zona conocida como Tijuana -San Diego, nos une la historia, la geografía, y la economía pues miles de mexicanos cruzan diariamente a trabajar del otro lado de la línea.

Las coordenadas de San Diego en el atlas marcan 32°42´54’’ N.

Nos separa una ideología, y la crueldad de la migra. Se escucha al fondo la sinfonía 7 de Verdi con I Vespri Siciliani y su musa María Callas.

El clima es fronterizo, como los duelos cuando terminan, con clima mediterráneo como en Tijuana.

Dicen que la población indígena Kumeyaay aun habita esta circunferencia, pero yo no los reconocí.

San Diego se ha hermanado solo con Ensenada, Juárez, Tijuana, Guadalajara y Guanajuato.

Surreal su escudo con campana como la de Hidalgo y la imperdible águila con serpientes vueltos brazos sobre el gran mar que tolera a sus barcos.

Semper Vigilans [siempre vigilantes] es su lema en latín o eso dice su bandera. Porque la flota militar más grande de EE.UU está aquí justo en el Océano Pacífico que también compartimos.

Oceánico San Diego se fundó en el año 1889 como parte formal de U.S.A y la mayoría de la población, -dice la guía turística- es blanca aunque una “porción” era latina también.

Conocí San Diego por vez primera en 1999 cuando visitando Baja California Sur mi profesor de golf (única clase) dijo que era de allá, “pero” sus padres eran mexicanos…

Clásico…parece estar de moda tener hijos allá y luego venirlos a registrar y a vivir acá, parte del acuerdo, y desencuentro con los estadounidenses que luego dicen, “lucran con sus hijos”, “los usan de escudo”, “de carta de migración” uno de los últimos comentarios de Donald Trump.

Mejor vamos a comer.

Al restaurante más top: El Nine Ten un bistró de cocina californiana fusión que no te debes perder, como la nieve de frutas de la estación.

La economía local se basa en las fuerzas armadas y en el turismo del lado mexicano que viene para acá.

Aun le llaman la alta California los más sabios, cultos y une a dos almas, y se habla inglés, a veces pocho una combinación rara entre ingles y español.

San Diego huele a mezquite y sabe a cerveza güera local, una nueva industria quizá.

Famosa ciudad por su poderío naval de submarinos nucleares y marinos, muchos de origen mexicano.

Llegar al monumento a Cabrillo que representa un puño de tierra cual mirador para ver desde lo alto, es imperdible.

Brisa y viento de otoño resalta nuestro encuentro, siempre casual, siempre confrontado, me invita a cenar en el East Village, un pubs que me recuerda a Dublín y su tratado internacional que respetaría a los migrantes al llegar al primer país que les pudiera refugiar…

Cumple… y degustamos unos deliciosos tacos de maíz que en Los Cabos, aun México, le llamamos tacos Rosy, pero aquí se convierten en “food trucks” y los sandiegueños se chupan los dedos y nosotros nos gusta compartir.

Compartir tradiciones sin envidia nos hace felices, los sabores en la boca y sin frontera son los mejores…

La pequeña Italia me atrae… porque alberga a emprendedores latinos que empezaron a chambear desde muy chicos como casi todos los niños de América Latina.

Tijuana-San Diego le llaman con confianza por aquí, porque es un estilo de vida con su estira y afloja, pero el racismo no existe en la gastronomía local, y después de un buen vino de la región somos como igual.

Los mercados y granjas locales nos permiten reunir energías para luego ir al parque Balboa y sus más de diez museos, parque que tiene 100 años.

Regresar al hotel del Coronado es regresar a 1888 en la época Victoriana a base de maderas y spas de tinas y esencias como la mirra.

En el North Park existen los puestos de comida del mar, que en Sinaloa llamamos carretas a pie de calle, y aquí con música de jazz en vivo, es como Montreal.

Nada nuevo bajo el sol…

Excepto el ambiente binacional que empuja esta ciudad militar.

Las playas como La Jolla Cove albergan especies de aves que observan a los viejos leones marinos descansados.

Fue en los años cuarenta cuando campesinos mexicanos migraron con permiso y visado a esta tierra, y se les llamó “braseros” uno de mis tíos iba entre ellos.

Aun se respira arte agrícola hecho con amor en sus verduras y frutas de sus campos bien cuidados que circundan la ciudad, y ¡¡ahora nos venden frutas exquisitas!! que antes cultivamos.

Emprendedores californios e invitados entretejen las artes, y se dicen arquitectos espontáneos de la vida.

Point Loma es una selección de playas “gourmet” para tirarse al sol que se disfruta con algo de frío.

Vamos por Mission Bay Park…

Visitemos sus universidades que son importantes como el San Diego Mesa College, aunque dice Woody Allen que hasta la educación de U.S.A. es de baja calidad.

A saber…

Que se puede visitar la zona de Miramar donde está la estación militar aérea, si te gusta navegar por el cielo de habla inglesa.

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