La Paz, Baja California Sur.- Una célebre escritora de BCS plasmó una leyenda en uno de sus libros sobre los gigantes y su origen extraterrestre, basado en lo que las personas le platicaban y lo que había estudiado en libros de historia.
Al respecto, Gilberto Manuel Ortega Avilés, licenciado en Filosofía e investigador de leyendas, indicó que en la obra “Las pinturas rupestres” de Dominga G. Vda. de Amao se menciona que estos dibujos o bocetos en cavernas en San Francisco de la Sierra en Mulegé, no fueron hechos por los nuestros que ni una choza sabían hacer y vivían semisalvajes.
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MANOJO DE LEYENDAS
“Galaxias lejanas existían donde habitaban seres parecidos a los nuestros, uno de los más lejanos tenían un jefe llamado Mínaxes que ordenaba y supervisaba todo, ordenó que salieran a observar otras galaxias, poseían una tecnología tremenda, tenían armas pero no eran guerreros, estas las usaban para defenderse en caso necesario, eran invencibles, dominantes, crueles y eran capaces. Estos hombres no eran blancos ni negros, más bien su piel era clara, su altura de más de tres metros y poseían una característica: eran portonogénicos, es decir ellos carecían de sexo y al ir envejeciendo se iban cayendo hasta desintegrarse, surgiendo seres nuevos iguales, así pasaban muchas generaciones, pero seguían sus exploraciones, una explosión de otra galaxia que se fue apagando poco a poco daba la vuelta alrededor de una grande que permaneció encendida. Todo esto le informaron al jefe, que después de pasar algunos milenios volvieron a visitar y todo seguía girando y se había formado una nueva galaxia”, citó.
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“Un día una de las naves al caer en una espesa niebla, quedándose sin poder comunicarse con su planeta ya que todo quedó destruido, los tripulantes estaban en unas serranías y se dieron por observar, encontrando lugares llanos, hondonadas, desiertos y bellas serranías pobladas por hombres semisalvajes, que vivían de la pesca y la caza, cosa que tuvieron que hacer por no tener otro medio para vivir”, describió.
Según la leyenda los indios nunca pudieron entender las enseñanzas de esos seres y se limitaron a observar. Los forasteros comenzaron a recoger flores y ramas de que podían obtener diferentes colores, como el amarillo, rojo y azul, las cuales utilizaron para pintar en piedras planas y altas en diferentes partes de la península.