Comondú, Baja California Sur (OEM-Informex).- En su época la Misión de San Ignacio Kada-kaamán llegó a ser la más floreciente de la península, también es hoy una de las mejor conservadas. La Misión fue fundada y financiada en 1728 por el padre Jesuita Juan Luyando, quien era mexicano, se estableció en la región cochimí de Kadakaamangque en idioma cochimílaymónsignifica, Arroyo del carrizal.
El lugar en que se asentó la misión fue descubierto y visitado en varias ocasiones por el padre Píccolo que viajaba desde la Misión de Santa Rosalía de Mulegé donde sirvió hasta 1718, estuvo contemplada desde 1706 por el citado padre jesuita Francisco María Píccolo que era visitador y explorador de la orden jesuita para las misiones de Sonora y Baja California.
El padre Luyando levantó represas y un albergue para los nativos que vivían en las rancherías en el que estableció una escuela parroquial en la que se enseñaban artesanías. En 1733 el padre Consag inició la construcción de la iglesia misional que aún existe, la construcción la terminó el padre dominico Juan Crisóstomo Gómez en 1786, después de la expulsión de los sacerdotes jesuitas de la Nueva España.
El padre Juan Bautista Luyando levantó ocho capillas en las rancherías de los alrededores, y con la ayuda del padre Helen adscrito a la Misión de Nuestra Señora de Guadalupe Huasinapí establecieron huertos y sembradíos y en poco tiempo la buena tierra dio sustento a toda la región gracias a la abundancia de agua y la fertilidad de la tierra.
Después de su fundación la misión estuvo bajo la guía de dos grandes sacerdotes misioneros, los padres Sebastián de Sistiaga originario del estado mexicano de Oaxaca y el padre Fernando Consag, nativo de Croacia.
La Misión de San Ignacio se localiza al norte de Baja California Sur, a 74 kilómetros al oeste de Santa Rosalía y a 149 kilómetros al sureste de Guerrero Negro.
Su fachada es hermosa, ornamentada con bajorrelieves y nichos con esculturas de santos. Fue construida con bloques de piedra volcánica de 120 centímetros de espesor, lo que le ha valido conservarse casi intacta. En su interior destaca el gran altar de madera labrada y chapada en oro, con siete óleos y una estatua de San Ignacio de Loyola, joya del arte religioso del siglo XVIII.
En la actualidad San Ignacio se ha convertido en un lugar turístico, el cual es visitado por cientos de personas que viajan por la península para admirar no solo la misión, sino también su río ya el gobierno federal había construido en los años setenta un hotel y una gasolinera con restaurante, todo ello para impulsarsu desarrollo y aprovechar sus bellezas naturales.
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Durante la segunda guerra mundial el ejecito estableció un destacamento en este lugar y en esos mismos años la escuela normal de Todos Santos fue cambiada a esta comunidad.