/ domingo 4 de noviembre de 2018

La carroza misteriosa de la Ciénega de las Flores

Una tarde friolenta de 1940, el cuidador vio llegar una bella carroza tipo cabriolet

La desaparición de lugares, sean naturales o históricos por el avance de la mancha urbana, lamentablemente no sólo disipa los espacios físicos sino también se lleva los recuerdos anécdotas y leyendas con ellos.

Una de estas leyendas es la relatada por el célebre Carlos Domínguez Tapia, figura emblemática en difusión de historias y leyendas de BCS.
Al respecto, Gilberto Manuel Ortega Avilés, investigador de lo paranormal y leyendas, mencionó que hace unos años desapareció lo que quedaba de la Ciénega de Flores (una ciénega o ciénaga, como también suele llamarse, es un pantano cuya humedad se aprovecha para cultivar plantas), en las entonces afueras de esta ciudad.

“Era un huerto ubicado en donde se encuentra la Escuela Secundaria Técnica No.1. La Ciénega de La Paz era llamada ‘de flores’, precisamente porque desde la antigüedad había sido apropiado para la siembra de diversas variedades de plantas de flores multicolores”, dijo.

Indicó que hacía 1940 una tarde friolenta de enero el cuidador vio llegar una bella carroza tipo cabriolet, muy antigua, desusada, especie de aparición misteriosa, de la que bajó, después del cochero, una hermosísima dama ataviada al estilo del siglo pasado. “El conductor ayudó a su ama a llegar al interior de la huerta, como si ambos flotaran entre nubecillas vaporosas. Don Porfirio, como se llamaba el cuidador, se encaminó cauteloso hacia los extraños visitantes para saber la razón de su llegada. Se quedó mudo de terror. La carroza negra reluciente, pareciera sacada de un antiguo libro de cuentos de hadas. La presencia de la mujer ponía los pelos de punta, pese a su hermosura”, describió.

Comentó que don Porfirio vio que la dama de lúgubre presencia cortaba algunas flores; haciendo un ramo con ellas y subiendo nuevamente, ayudada por su cochero, a la imponente carroza. “Esta escena que podría haber sido común a fines del siglo anterior resultaba patética en pleno 1940, año en que en la ciudad de La Paz solamente quedaba la carroza mortuoria, ya desvencijada, de Trasviñita”, expresó.

“Tan silenciosamente como llegaron, carroza y ocupantes partieron sin decir una sola palabra. Era tanto el miedo que invadía al cuidador que pasó por alto el cobro de las flores. A la llegada de los propietarios del huerto, al día siguiente les platicó azorado la inexplicable escena de la tarde anterior. Por supuesto, nadie le creyó, pensaron que había bebido y la fantasía fuera fruto, como en varias ocasiones anteriores, de su deplorable estado”, refirió.

Evidenció que días después apareció otra vez la carroza negra, ahora solamente tirada por dos enormes caballos de color negro brllante, sin cochero ni pasajera. “Don Porfirio se acercó temeroso primero y resuelto después, para ver de cerca el interior del vehículo, del que salía un empalagoso olor a extraños perfumes y los detalles que adornaban cada espacio parecían de oro puro”, detalló.

Especificó que los caballos tenían ojos diabólicos, por lo que al cuidador le parecían dos pares de tizones rojos que proyectaban destellos como para ablandarle las piernas a cualquiera.

“Don Porfirio fue ante el delegado de Gobierno para enterarlo de las apariciones de la misteriosa carroza, ya que sus patrones no le creerían. Por más que las autoridades mandaron gendarmes para esperar el siguiente arribo del carromato misterioso, no llegó jamás. Sin embargo no fue solamente el viejo Porfirio quien daba razones de la carroza. Cierta noche había sido vista por poco más de una veintena de personas adultas residentes a la orilla de la carretera (hoy avenida Isabel La Católica).

Todos los testigos coincidían en los detalles aportados por don Porfirio en cuanto a las características de la carroza. Hubo quien abundó más en sus declaraciones, asegurando haber visto el rostro blanquísimo, de belleza indescriptible, de la misteriosa mujer del coche fantasma que ya había despertado la psicosis colectiva de gran parte de la entidad sudcaliforniana”, concluyó.

Cabe destacar que con el paso del tiempo, la misteriosa presencia de la carroza enjoyada de la Ciénega de Flores empezó a olvidarse. Jamás se supo nada más sobre las apariciones. Fuente: “Leyendas Mexicanas” José Rogelio Álvarez.

La desaparición de lugares, sean naturales o históricos por el avance de la mancha urbana, lamentablemente no sólo disipa los espacios físicos sino también se lleva los recuerdos anécdotas y leyendas con ellos.

Una de estas leyendas es la relatada por el célebre Carlos Domínguez Tapia, figura emblemática en difusión de historias y leyendas de BCS.
Al respecto, Gilberto Manuel Ortega Avilés, investigador de lo paranormal y leyendas, mencionó que hace unos años desapareció lo que quedaba de la Ciénega de Flores (una ciénega o ciénaga, como también suele llamarse, es un pantano cuya humedad se aprovecha para cultivar plantas), en las entonces afueras de esta ciudad.

“Era un huerto ubicado en donde se encuentra la Escuela Secundaria Técnica No.1. La Ciénega de La Paz era llamada ‘de flores’, precisamente porque desde la antigüedad había sido apropiado para la siembra de diversas variedades de plantas de flores multicolores”, dijo.

Indicó que hacía 1940 una tarde friolenta de enero el cuidador vio llegar una bella carroza tipo cabriolet, muy antigua, desusada, especie de aparición misteriosa, de la que bajó, después del cochero, una hermosísima dama ataviada al estilo del siglo pasado. “El conductor ayudó a su ama a llegar al interior de la huerta, como si ambos flotaran entre nubecillas vaporosas. Don Porfirio, como se llamaba el cuidador, se encaminó cauteloso hacia los extraños visitantes para saber la razón de su llegada. Se quedó mudo de terror. La carroza negra reluciente, pareciera sacada de un antiguo libro de cuentos de hadas. La presencia de la mujer ponía los pelos de punta, pese a su hermosura”, describió.

Comentó que don Porfirio vio que la dama de lúgubre presencia cortaba algunas flores; haciendo un ramo con ellas y subiendo nuevamente, ayudada por su cochero, a la imponente carroza. “Esta escena que podría haber sido común a fines del siglo anterior resultaba patética en pleno 1940, año en que en la ciudad de La Paz solamente quedaba la carroza mortuoria, ya desvencijada, de Trasviñita”, expresó.

“Tan silenciosamente como llegaron, carroza y ocupantes partieron sin decir una sola palabra. Era tanto el miedo que invadía al cuidador que pasó por alto el cobro de las flores. A la llegada de los propietarios del huerto, al día siguiente les platicó azorado la inexplicable escena de la tarde anterior. Por supuesto, nadie le creyó, pensaron que había bebido y la fantasía fuera fruto, como en varias ocasiones anteriores, de su deplorable estado”, refirió.

Evidenció que días después apareció otra vez la carroza negra, ahora solamente tirada por dos enormes caballos de color negro brllante, sin cochero ni pasajera. “Don Porfirio se acercó temeroso primero y resuelto después, para ver de cerca el interior del vehículo, del que salía un empalagoso olor a extraños perfumes y los detalles que adornaban cada espacio parecían de oro puro”, detalló.

Especificó que los caballos tenían ojos diabólicos, por lo que al cuidador le parecían dos pares de tizones rojos que proyectaban destellos como para ablandarle las piernas a cualquiera.

“Don Porfirio fue ante el delegado de Gobierno para enterarlo de las apariciones de la misteriosa carroza, ya que sus patrones no le creerían. Por más que las autoridades mandaron gendarmes para esperar el siguiente arribo del carromato misterioso, no llegó jamás. Sin embargo no fue solamente el viejo Porfirio quien daba razones de la carroza. Cierta noche había sido vista por poco más de una veintena de personas adultas residentes a la orilla de la carretera (hoy avenida Isabel La Católica).

Todos los testigos coincidían en los detalles aportados por don Porfirio en cuanto a las características de la carroza. Hubo quien abundó más en sus declaraciones, asegurando haber visto el rostro blanquísimo, de belleza indescriptible, de la misteriosa mujer del coche fantasma que ya había despertado la psicosis colectiva de gran parte de la entidad sudcaliforniana”, concluyó.

Cabe destacar que con el paso del tiempo, la misteriosa presencia de la carroza enjoyada de la Ciénega de Flores empezó a olvidarse. Jamás se supo nada más sobre las apariciones. Fuente: “Leyendas Mexicanas” José Rogelio Álvarez.

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