/ martes 13 de agosto de 2019

Universidad y responsabilidad social

La universidad pública en México es producto de su historia, fraguada y escrita con sacrificio; ha respondido a la imperiosa necesidad de ofrecer oportunidades a un amplio sector de la sociedad todavía con desventajas económicas e incluirlo en el necesario desarrollo del país.

La estadística fría es elocuente en materia de educación superior: en 1960 los alumnos matriculados apenas llegaban a ochenta mil, mientras que ahora la cifra ronda los cuatro millones y medio. El avance, en términos cuantitativos, es extraordinario, sin embargo las brechas que generan inequidad e injusticia se han abierto a tal grado que hoy día un número muy alto de compatriotas no encuentran salida a su condición de pobreza y marginación.

Esta situación real de desigualdad obliga a plantearse preguntas directas sobre nuestro quehacer y compromiso: ¿qué universidad somos?, ¿qué universidad queremos ser?, ¿qué clase de universidad pública y qué clase de egresados exige el tiempo que corre?, marcado por el desarrollo increíble de la tecnología, por las dudas sobre el modelo liberal y democrático y por el agotamiento del planeta por una explotación desmedida fincada en hábitos destructivos.

Ninguna institución, ni pública ni privada, puede quedar ajena a la lacerante realidad social y ambiental. Las universidades, por su propia naturaleza, tienen un rol de inobjetable trascendencia frente a los retos que plantea el presente y el futuro. En este sentido, la Universidad Autónoma de Baja California Sur tiene un compromiso muy puntual en materia de responsabilidad social.

Si bien es cierto que nuestra institución, en un marco histórico amplio, es una universidad joven, también lo es que no ha estado exenta de las vicisitudes políticas de su entorno. A lo largo de sus cuarenta y tres años de vida, sin embargo, ha prevalecido la esencia que le imprimieron sus fundadores: ser una casa abierta al pensamiento libre, a la construcción de conocimiento y a la preservación de la cultura que nos da identidad como mexicanos, pero también como sudcalifornianos.

En este apretado contexto, el año 2011 marcó un punto de inflexión ante una crisis profunda que puso en entredicho el modelo mismo de universidad que tenemos. Ante la disyuntiva crucial de mantener inercias o cambiar y corregir, la comunidad universitaria, con la dinámica y creatividad que le son consustanciales, optó por hacer lo que sabe hacer muy bien: transmitir y generar conocimiento, vincularse con todos los sectores de la sociedad para generar capital social y preservar los valores culturales. La universidad, como patrimonio cultural común, se concentró en la trascendente misión que tiene en tanto institución de educación superior: educar integralmente a las jóvenes generaciones.

A partir de ese año axial, la UABCS inició un proceso sostenido de mejora, tanto en el desarrollo de sus funciones sustantivas como en la gestión institucional. La participación activa, decidida y madura de sus dos sindicatos ayudaron a crear un clima laboral de estabilidad nunca antes vista en la historia de la institución que facilitó y auspició que todos los sectores universitarios pudieran concentrarse en lo que por vocación, y también por mandato legal, debe hacer la universidad: academia, en el más amplio sentido del término.

Una vez restablecidas las prioridades, la universidad se sometió a un permanente ejercicio de evaluación, interno y externo que, poco a poco, la fueron posicionando como una universidad que ofrece educación integral de calidad. Tanto autoridades educativas federales como estatales y organismos evaluadores independientes han reconocido la decisión institucional de mejora continua que hoy día se refleja en altos indicadores académicos y en servicios más eficientes que nos colocan, más allá de los rankings y sus metodologías, como una institución fuerte y comprometida con su misión social. La UABCS tiene cuarenta y tres años de existencia y su presente es ininteligible sin estos años previos de un arduo trabajo de varias generaciones de universitarios.

Ante los retos de un mundo que cambia vertiginosamente las instituciones de educación superior en general, y las universidades públicas estatales (UPE) en particular, tienen una misión muy clara en materia de responsabilidad social. Las universidades, por su naturaleza, son espacios idóneos para fraguar cambios. La responsabilidad social universitaria (RSU) se centra en fomentar y mantener sociedades más justas y sostenibles a partir de una educación integral que forme mejores seres humanos que serán, en consecuencia, mejores ciudadanos y mejores profesionistas. La responsabilidad social universitaria es un paradigma que se cimienta en la ética y que propone una construcción permanente de nuestra visión del mundo, en donde la fraternidad y la solidaridad tendrán que ocupar un espacio relevante.

*Profesor-investigador / UABCS

dante@uabcs.mx

La universidad pública en México es producto de su historia, fraguada y escrita con sacrificio; ha respondido a la imperiosa necesidad de ofrecer oportunidades a un amplio sector de la sociedad todavía con desventajas económicas e incluirlo en el necesario desarrollo del país.

La estadística fría es elocuente en materia de educación superior: en 1960 los alumnos matriculados apenas llegaban a ochenta mil, mientras que ahora la cifra ronda los cuatro millones y medio. El avance, en términos cuantitativos, es extraordinario, sin embargo las brechas que generan inequidad e injusticia se han abierto a tal grado que hoy día un número muy alto de compatriotas no encuentran salida a su condición de pobreza y marginación.

Esta situación real de desigualdad obliga a plantearse preguntas directas sobre nuestro quehacer y compromiso: ¿qué universidad somos?, ¿qué universidad queremos ser?, ¿qué clase de universidad pública y qué clase de egresados exige el tiempo que corre?, marcado por el desarrollo increíble de la tecnología, por las dudas sobre el modelo liberal y democrático y por el agotamiento del planeta por una explotación desmedida fincada en hábitos destructivos.

Ninguna institución, ni pública ni privada, puede quedar ajena a la lacerante realidad social y ambiental. Las universidades, por su propia naturaleza, tienen un rol de inobjetable trascendencia frente a los retos que plantea el presente y el futuro. En este sentido, la Universidad Autónoma de Baja California Sur tiene un compromiso muy puntual en materia de responsabilidad social.

Si bien es cierto que nuestra institución, en un marco histórico amplio, es una universidad joven, también lo es que no ha estado exenta de las vicisitudes políticas de su entorno. A lo largo de sus cuarenta y tres años de vida, sin embargo, ha prevalecido la esencia que le imprimieron sus fundadores: ser una casa abierta al pensamiento libre, a la construcción de conocimiento y a la preservación de la cultura que nos da identidad como mexicanos, pero también como sudcalifornianos.

En este apretado contexto, el año 2011 marcó un punto de inflexión ante una crisis profunda que puso en entredicho el modelo mismo de universidad que tenemos. Ante la disyuntiva crucial de mantener inercias o cambiar y corregir, la comunidad universitaria, con la dinámica y creatividad que le son consustanciales, optó por hacer lo que sabe hacer muy bien: transmitir y generar conocimiento, vincularse con todos los sectores de la sociedad para generar capital social y preservar los valores culturales. La universidad, como patrimonio cultural común, se concentró en la trascendente misión que tiene en tanto institución de educación superior: educar integralmente a las jóvenes generaciones.

A partir de ese año axial, la UABCS inició un proceso sostenido de mejora, tanto en el desarrollo de sus funciones sustantivas como en la gestión institucional. La participación activa, decidida y madura de sus dos sindicatos ayudaron a crear un clima laboral de estabilidad nunca antes vista en la historia de la institución que facilitó y auspició que todos los sectores universitarios pudieran concentrarse en lo que por vocación, y también por mandato legal, debe hacer la universidad: academia, en el más amplio sentido del término.

Una vez restablecidas las prioridades, la universidad se sometió a un permanente ejercicio de evaluación, interno y externo que, poco a poco, la fueron posicionando como una universidad que ofrece educación integral de calidad. Tanto autoridades educativas federales como estatales y organismos evaluadores independientes han reconocido la decisión institucional de mejora continua que hoy día se refleja en altos indicadores académicos y en servicios más eficientes que nos colocan, más allá de los rankings y sus metodologías, como una institución fuerte y comprometida con su misión social. La UABCS tiene cuarenta y tres años de existencia y su presente es ininteligible sin estos años previos de un arduo trabajo de varias generaciones de universitarios.

Ante los retos de un mundo que cambia vertiginosamente las instituciones de educación superior en general, y las universidades públicas estatales (UPE) en particular, tienen una misión muy clara en materia de responsabilidad social. Las universidades, por su naturaleza, son espacios idóneos para fraguar cambios. La responsabilidad social universitaria (RSU) se centra en fomentar y mantener sociedades más justas y sostenibles a partir de una educación integral que forme mejores seres humanos que serán, en consecuencia, mejores ciudadanos y mejores profesionistas. La responsabilidad social universitaria es un paradigma que se cimienta en la ética y que propone una construcción permanente de nuestra visión del mundo, en donde la fraternidad y la solidaridad tendrán que ocupar un espacio relevante.

*Profesor-investigador / UABCS

dante@uabcs.mx