/ miércoles 9 de diciembre de 2020

Un déjà vu con pantalones cortos (o los deschavetados)

Por aquí pasó, hace un rato, un déjà vu pero ningún niño salió corriendo para trepar en él como lo hacían aquellos en la parte trasera del carrito de las nieves y pasearse en él, durante media cuadra o veinte metros, antes que el chófer te pidiera ,con un grito ,que te bajaras o que tú, por burro, te dieras contra el suelo.

Por aquí pasó , como recuerdo , un vendedor de churros y yo nomas lo escuché como quien escucha a la memoria y cuatro décadas atrás ,cuando éramos unos párvulos muy atrevidos , muy propensos al desafío que significa el juego , nuestro único compromiso comparado con lo de los mayores, y no sabíamos de riesgos que eran verdaderos pero que nosotros , los " inmortales " toreábamos tan igual como hacerlo con una avispa , la mordida de un perro , esa patrulla que nos recogía el balón para que ya no siguiéramos jugando en la calle , o el grito, desde casa, donde la sabia mamá era infalible a la hora de ponerle punto final al día y al recreo .

Ahorita nadie salió al paso ni ese carro se llenó de chamacos desafiantes en su parte trasera, quizá porque obsesiva que es la evocación, a cualquiera de esos fantasmas del ayer, le advertimos como si fuéramos mamás o señores grandes que podía venir un carro y llevárselo de corbata, antes que ese cono de harina pudiera llenarse de nieve de chorro para que una mano extendida lo recibiera, antes de ser devorado con frenético deleite.

No. Ni un alma salió al paso.

Tal vez, porque los niños ya son otros o porque los años han trascurrido lejos del asombro o porque más bien, este sonido que hace un rato se paseó por las calles sin lograr ninguna venta, es tan parecido como ese maestro de carreta y empujón que, harán los años, gritaba churros con canela y huevo, a la boca luego, nomás que llegó un ciclón y se lo llevó para con los difuntos, hasta nunca más volver.

Órale, esto del déjà vu tiene sus ventajas y sus desventajas.

Las desventajas se aparecen cuando uno quiere volver a ver a los que estaban antes y nada más son una aparición volátil. Porque en realidad el déjà vu es eso: una la extraña sensación de que algo de lo que estamos viviendo ya pasó antes, aunque sea imposible.

La ventaja es que se hace posible la representación escénica de esos fantasmas que antes se volvieron protagónicos de carne y hueso y nadie hacía por volverlos eternos porque pensábamos que ya lo eran y toda la vida entera estarían a nuestro lado.

Los meros meros en esto no nos dejan bien parados a quienes vivimos, en ocasiones, algo así pues señalan que es una anomalía de la memoria y que, simplemente es una falsa idea basada en la familiaridad.

Bueno, cuando menos tenemos una idea, aunque sea falsa.

Y subida en ella, por más explicación científica que nos den, no nos impide jugar por un rato entre el pasado y un presente que parecen ser lo mismo.

Es cierto: lo que esa tarde noche viví no lo había vivido antes. Tampoco estoy loco como para no darme cuenta. Bueno, eso creo. Pero la escenografía mental que estaba frente a mí, tenía marca registrada en mi retentiva, la cual, también lo admito, no luce sus años mozos como para acordarse de todo, pero tampoco se encuentra en fase terminal al grado de que, en lugar de acordarme de capítulos reales de mi perdurable vida, estos estén siendo reemplazados por alucinaciones.

Claro que no. Pero sí así fuese, que importaría. Dijeran lo que dijeran los especialistas de que si estamos deschavetados o no quienes vivimos esas experiencias a menudo o a la larga, la verdad tales comentarios pasarían a segundo plano si en ese ratito de confusiones con el tiempo, se nos pone frente así la tramoya de una infancia y ahí están todos los actores que significaron tanto en eso que parece que estamos volviendo a vivir o que ya vivimos , y en una lúdica , en una entrañable reconstrucción de hechos, te sube en la parte trasera de ese carro de la nieves o de los churros o te bañas en los charcos dejados por las lluvias o trepas un árbol o escuchas los gritos de mamá llamando a cenar porque ya obscureció o advirtiéndote que a la próxima desatendida que le dé a sus órdenes, ira por ti a costa de cualquier precio .

Sé que me escucharé medio filósofo, poeta cursi o autor de superación personal de poca monta pero quien quite y la vida de uno ya está escrita y en eso que puede ser un libro, hay páginas que contienen un resumen de lo que vamos siendo: una relectura, un corte de caja, una auditoria vivencial , no sé , pero es algo parecido .

Murakami lo dice más bonito í: “Contemplando ese paisaje, se me ocurrió que estaba escrito que yo debía ver esta escena algún día. No se trataba de un deja vu. No era la sensación de haberlo visto antes, sino el presentimiento de que algún día encontraría un paisaje como aquél. "

Aunque me imagino todo lo que dice y siento como que ya lo viví.

...

Por aquí pasó, hace un rato, un déjà vu pero ningún niño salió corriendo para trepar en él como lo hacían aquellos en la parte trasera del carrito de las nieves y pasearse en él, durante media cuadra o veinte metros, antes que el chófer te pidiera ,con un grito ,que te bajaras o que tú, por burro, te dieras contra el suelo.

Por aquí pasó , como recuerdo , un vendedor de churros y yo nomas lo escuché como quien escucha a la memoria y cuatro décadas atrás ,cuando éramos unos párvulos muy atrevidos , muy propensos al desafío que significa el juego , nuestro único compromiso comparado con lo de los mayores, y no sabíamos de riesgos que eran verdaderos pero que nosotros , los " inmortales " toreábamos tan igual como hacerlo con una avispa , la mordida de un perro , esa patrulla que nos recogía el balón para que ya no siguiéramos jugando en la calle , o el grito, desde casa, donde la sabia mamá era infalible a la hora de ponerle punto final al día y al recreo .

Ahorita nadie salió al paso ni ese carro se llenó de chamacos desafiantes en su parte trasera, quizá porque obsesiva que es la evocación, a cualquiera de esos fantasmas del ayer, le advertimos como si fuéramos mamás o señores grandes que podía venir un carro y llevárselo de corbata, antes que ese cono de harina pudiera llenarse de nieve de chorro para que una mano extendida lo recibiera, antes de ser devorado con frenético deleite.

No. Ni un alma salió al paso.

Tal vez, porque los niños ya son otros o porque los años han trascurrido lejos del asombro o porque más bien, este sonido que hace un rato se paseó por las calles sin lograr ninguna venta, es tan parecido como ese maestro de carreta y empujón que, harán los años, gritaba churros con canela y huevo, a la boca luego, nomás que llegó un ciclón y se lo llevó para con los difuntos, hasta nunca más volver.

Órale, esto del déjà vu tiene sus ventajas y sus desventajas.

Las desventajas se aparecen cuando uno quiere volver a ver a los que estaban antes y nada más son una aparición volátil. Porque en realidad el déjà vu es eso: una la extraña sensación de que algo de lo que estamos viviendo ya pasó antes, aunque sea imposible.

La ventaja es que se hace posible la representación escénica de esos fantasmas que antes se volvieron protagónicos de carne y hueso y nadie hacía por volverlos eternos porque pensábamos que ya lo eran y toda la vida entera estarían a nuestro lado.

Los meros meros en esto no nos dejan bien parados a quienes vivimos, en ocasiones, algo así pues señalan que es una anomalía de la memoria y que, simplemente es una falsa idea basada en la familiaridad.

Bueno, cuando menos tenemos una idea, aunque sea falsa.

Y subida en ella, por más explicación científica que nos den, no nos impide jugar por un rato entre el pasado y un presente que parecen ser lo mismo.

Es cierto: lo que esa tarde noche viví no lo había vivido antes. Tampoco estoy loco como para no darme cuenta. Bueno, eso creo. Pero la escenografía mental que estaba frente a mí, tenía marca registrada en mi retentiva, la cual, también lo admito, no luce sus años mozos como para acordarse de todo, pero tampoco se encuentra en fase terminal al grado de que, en lugar de acordarme de capítulos reales de mi perdurable vida, estos estén siendo reemplazados por alucinaciones.

Claro que no. Pero sí así fuese, que importaría. Dijeran lo que dijeran los especialistas de que si estamos deschavetados o no quienes vivimos esas experiencias a menudo o a la larga, la verdad tales comentarios pasarían a segundo plano si en ese ratito de confusiones con el tiempo, se nos pone frente así la tramoya de una infancia y ahí están todos los actores que significaron tanto en eso que parece que estamos volviendo a vivir o que ya vivimos , y en una lúdica , en una entrañable reconstrucción de hechos, te sube en la parte trasera de ese carro de la nieves o de los churros o te bañas en los charcos dejados por las lluvias o trepas un árbol o escuchas los gritos de mamá llamando a cenar porque ya obscureció o advirtiéndote que a la próxima desatendida que le dé a sus órdenes, ira por ti a costa de cualquier precio .

Sé que me escucharé medio filósofo, poeta cursi o autor de superación personal de poca monta pero quien quite y la vida de uno ya está escrita y en eso que puede ser un libro, hay páginas que contienen un resumen de lo que vamos siendo: una relectura, un corte de caja, una auditoria vivencial , no sé , pero es algo parecido .

Murakami lo dice más bonito í: “Contemplando ese paisaje, se me ocurrió que estaba escrito que yo debía ver esta escena algún día. No se trataba de un deja vu. No era la sensación de haberlo visto antes, sino el presentimiento de que algún día encontraría un paisaje como aquél. "

Aunque me imagino todo lo que dice y siento como que ya lo viví.

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