/ jueves 18 de abril de 2019

Tic tac

Tandariola

Condiciono mi celular para que encienda la alarma ensordecedora en el momento específico; el ingreso a mi centro de trabajo es claro y define el inicio de la jornada laboral de 8 horas; cuando tengo un tratamiento médico engorroso llevo control de horarios para las píldoras; la película que espero estrenará en premier a las 00 horas… el tiempo, ese que no existe, que es relativo pero estamos siempre atentos a su marcación en nuestros relojes analógicos o digitales.


El tema que hoy abordo surge de una visita a mi relojero de cabecera, el cual, como suele ser, forma parte de un reducido listado de prestadores de servicios que considero de confianza. En este encuentro para cambiar pilas y un extensible, así como la revisión de un oxidado reloj de uso cotidiano, admiré el esmero de este especialista en miniaturas que utiliza, cual cirujano, herramientas precisas para definir el estado de los ébauches, la esfera, las agujas, corona, etc. y que me dio un fatal diagnóstico. Me considero una enamorada de estas minimáquinas que son en parte, la cúspide de siglos de medición y continua evolución técnica que ahora podemos lucir en la muñeca y que solo manos expertas pueden manipular, habiendo solo 14 talleres de relojería en Baja California Sur: 8 están en La Paz, 4 en Los Cabos y uno en Comondú (INEGI. DENUE).

A los griegos les inquietaba medir el movimiento del sol. Este elemental interés de cronometrar los momentos, dieron pie al diseño de relojes de arena o de agua (clepsidra), incluso hacer mediciones más complejas y astronómicas, como el mecanismo de Antikyithera de 2,100 años de antigüedad (www.elpais.com), todo con el fin de definir los instantes, que aunque en su sentido efímero, dan sustancia a la lógica temporal. La derivación de este interés en medir lo no medible, llevó a la construcción de mecanismos con engranajes más precisos que fueron sofisticándose con el paso de los siglos. Y dependiendo de las épocas de las sociedades, se definen en las tecnologías que desarrollan. La medición del tiempo y su relojería es una de estas, lo cual los franceses del siglo XVII, en plena Ilustración, observaron como la construcción inteligente al darle vida a algo inanimado: “al llevar un reloj contigo, cargabas las leyes del Universo” (www.bbc.com).

Nanosegundos que suman siglos de creaciones de maestros en las artes mecánicas que dominaron los metales y la afinación sincrónica, llevaron a la relojería siempre a sorprendentes momentos. Los monumentales, joyería de emblemáticos edificios, aún marcan el ritmo de una población. Pueden observarse en todos los países del mundo, incluso en pequeñas localidades. En nuestro estado, tenemos el célebre el reloj de la Catedral de Nuestra Señora de La Paz, el del edificio de la Sociedad Mutualista Progreso en Santa Rosalía, de manufactura francesa; en la presidencia municipal de Los Cabos, en pleno bulevar Mijares en San José del Cabo; en la Misión de Nuestra Señora de Loreto y otros más.

El tiempo se hizo portátil con relojes de bolsillo desde el siglo XVII como elemento de distinción para la aristocracia, pero hasta que a finales del siglo XIX Patek Philippe (hoy una de las marcas más caras del mundo) aportó el primer reloj de pulsera para mujeres. En la relojería masculina, es ineludible mencionar a Louis Cartier que diseñó el primer reloj de pulsera atendiendo el sincero interés de su amigo, el piloto brasileño Alberto Santos Dumont, para terminar con el engorroso uso del reloj de bolsillo, surgiendo el célebre Santos de Cartier (www.muyinteresante.com.mx).

En un rondín por las tiendas en línea busqué las secciones de alta relojería en tiendas de primera línea de nuestro país. Encontré estupendas piezas de valiosas marcas de edición limitada, con pedrería, en platino y oro, como el excelso Ulysse Nardin Marine de $773,949 o el Hublot Big Bang de $610,800 pesos (www.liverpool.com.mx). Incluso Nacional Monte de Piedad comercializa en línea finos relojes usados. Algunos cuestan más que una casa de interés social (www.montepiedad.com.mx). Indudablemente quien usa reloj, indistintamente en la diestra o en la siniestra, de manecillas o inteligente, atiende una necesidad, un rigor estético contemporáneo y valora un ápice del alcance de la inteligencia humana y su tiempo.

¡Eytale!

El Big Ben de Londres, ejemplo de la perfección relojera, continúa siendo símbolo de perfección que guarda relación con el Reloj Monumental de la ciudad de Pachuca, cuya máquina instalada en 1906 -financiada por cuatro empresas mineras- es réplica del emblemático reloj británico (www.eluniversal.com.mx). Y hablando de relojes asombrosos, aún recuerdo el de mi abuela, un delicado Orient del cual me decía “no usa pila, pero mientras mueva la mano, estará a la hora”. Años después lo comprendí.

Tandariola

Condiciono mi celular para que encienda la alarma ensordecedora en el momento específico; el ingreso a mi centro de trabajo es claro y define el inicio de la jornada laboral de 8 horas; cuando tengo un tratamiento médico engorroso llevo control de horarios para las píldoras; la película que espero estrenará en premier a las 00 horas… el tiempo, ese que no existe, que es relativo pero estamos siempre atentos a su marcación en nuestros relojes analógicos o digitales.


El tema que hoy abordo surge de una visita a mi relojero de cabecera, el cual, como suele ser, forma parte de un reducido listado de prestadores de servicios que considero de confianza. En este encuentro para cambiar pilas y un extensible, así como la revisión de un oxidado reloj de uso cotidiano, admiré el esmero de este especialista en miniaturas que utiliza, cual cirujano, herramientas precisas para definir el estado de los ébauches, la esfera, las agujas, corona, etc. y que me dio un fatal diagnóstico. Me considero una enamorada de estas minimáquinas que son en parte, la cúspide de siglos de medición y continua evolución técnica que ahora podemos lucir en la muñeca y que solo manos expertas pueden manipular, habiendo solo 14 talleres de relojería en Baja California Sur: 8 están en La Paz, 4 en Los Cabos y uno en Comondú (INEGI. DENUE).

A los griegos les inquietaba medir el movimiento del sol. Este elemental interés de cronometrar los momentos, dieron pie al diseño de relojes de arena o de agua (clepsidra), incluso hacer mediciones más complejas y astronómicas, como el mecanismo de Antikyithera de 2,100 años de antigüedad (www.elpais.com), todo con el fin de definir los instantes, que aunque en su sentido efímero, dan sustancia a la lógica temporal. La derivación de este interés en medir lo no medible, llevó a la construcción de mecanismos con engranajes más precisos que fueron sofisticándose con el paso de los siglos. Y dependiendo de las épocas de las sociedades, se definen en las tecnologías que desarrollan. La medición del tiempo y su relojería es una de estas, lo cual los franceses del siglo XVII, en plena Ilustración, observaron como la construcción inteligente al darle vida a algo inanimado: “al llevar un reloj contigo, cargabas las leyes del Universo” (www.bbc.com).

Nanosegundos que suman siglos de creaciones de maestros en las artes mecánicas que dominaron los metales y la afinación sincrónica, llevaron a la relojería siempre a sorprendentes momentos. Los monumentales, joyería de emblemáticos edificios, aún marcan el ritmo de una población. Pueden observarse en todos los países del mundo, incluso en pequeñas localidades. En nuestro estado, tenemos el célebre el reloj de la Catedral de Nuestra Señora de La Paz, el del edificio de la Sociedad Mutualista Progreso en Santa Rosalía, de manufactura francesa; en la presidencia municipal de Los Cabos, en pleno bulevar Mijares en San José del Cabo; en la Misión de Nuestra Señora de Loreto y otros más.

El tiempo se hizo portátil con relojes de bolsillo desde el siglo XVII como elemento de distinción para la aristocracia, pero hasta que a finales del siglo XIX Patek Philippe (hoy una de las marcas más caras del mundo) aportó el primer reloj de pulsera para mujeres. En la relojería masculina, es ineludible mencionar a Louis Cartier que diseñó el primer reloj de pulsera atendiendo el sincero interés de su amigo, el piloto brasileño Alberto Santos Dumont, para terminar con el engorroso uso del reloj de bolsillo, surgiendo el célebre Santos de Cartier (www.muyinteresante.com.mx).

En un rondín por las tiendas en línea busqué las secciones de alta relojería en tiendas de primera línea de nuestro país. Encontré estupendas piezas de valiosas marcas de edición limitada, con pedrería, en platino y oro, como el excelso Ulysse Nardin Marine de $773,949 o el Hublot Big Bang de $610,800 pesos (www.liverpool.com.mx). Incluso Nacional Monte de Piedad comercializa en línea finos relojes usados. Algunos cuestan más que una casa de interés social (www.montepiedad.com.mx). Indudablemente quien usa reloj, indistintamente en la diestra o en la siniestra, de manecillas o inteligente, atiende una necesidad, un rigor estético contemporáneo y valora un ápice del alcance de la inteligencia humana y su tiempo.

¡Eytale!

El Big Ben de Londres, ejemplo de la perfección relojera, continúa siendo símbolo de perfección que guarda relación con el Reloj Monumental de la ciudad de Pachuca, cuya máquina instalada en 1906 -financiada por cuatro empresas mineras- es réplica del emblemático reloj británico (www.eluniversal.com.mx). Y hablando de relojes asombrosos, aún recuerdo el de mi abuela, un delicado Orient del cual me decía “no usa pila, pero mientras mueva la mano, estará a la hora”. Años después lo comprendí.

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