El 27 de junio de 2024, las y los legisladores del Congreso del Estado aprobaron la Ley de Infancias Trans en Baja California Sur. Fue en medio de muchos "sí" y muchos "no", pero independientemente de eso, una semana después, el jueves 4 de julio, se hizo oficial al ser publicada en el Boletín Oficial del Gobierno del Estado de Baja California Sur.
La ley permite que menores de edad puedan solicitar su cambio de identidad de género y nombre en el acta de nacimiento a través de un tutor o representante legal.
Cuando se conversa sobre cualquier tema o situación en la que los niños y niñas aparecen, mis antenitas de vinil se activan porque ellos deben ser prioridad. Muchos adultos nos lanzaríamos sobre granadas para protegerlos, eso no se discute. No son pocos los intelectuales y poetas que han hablado sobre la niñez como la etapa de la vida en la que se conoce la verdadera felicidad. "Los niños son las campanillas de la vida, Platero. Ellos son la risa y la canción de la mañana" (Juan Ramón Jiménez, Platero y yo, 1914).
De acuerdo con el portal del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés), desde 1990 existe la Convención sobre los Derechos del Niño, que es el tratado de derechos humanos más ratificado de la historia. Los 196 Estados que la han ratificado tienen que rendir cuentas sobre su cumplimiento al Comité de los Derechos del Niño. “Hoy podemos afirmar que su adopción es casi universal, siendo aceptada por todos los países del mundo, con la única excepción de Estados Unidos”, se agrega en la página.
También cuando se trata un tema que involucra a la niñez, me hace añorar mis vivencias de cuando fui una niña antes de llegar a ser una mujer. Hubo momentos memorables por buenos y memorables por no tan buenos. Al final de cuentas, los adultos de antes, como los de hoy, creían que los niños no sabíamos nada, no sentíamos. No los juzgaré desde mi yo adulta; creo que era el “espíritu de la época”.
Recuerdo que en una tienda departamental del Centro Histórico de La Paz, a la que seguido iba con mi mamá, había un letrero que advertía: “Cuide a los niños, ellos no saben, usted sí”. Siempre lo leía y pensaba, ‘¿Qué será lo que no sé, lo que no sabemos?’Obviamente que en aquel tiempo nunca pensé que se referían solo a los niños y no a las niñas (como tampoco lo pensaría ahora, debo confesarlo).
¿Será verdad que los niños y las niñas son ignorantes naturales? ¿Y los adultos, sabios declarados por tener años de más? Creo que, como siempre, como desde hace más de 30 años que crucé el puente de la niñez, los niños de antes y los de ahora esperan lo mismo: que los adultos sean una fuente de protección y los dejen pensar. Que nunca se asimile que no sienten, que no piensan, que no escuchan, que no miran.
Sabio lector adulto, démosle un golpe a la nostalgia. ¿Recuerda esa imagen popular a color de un Ángel de la Guarda cuidando a un niño y una niña que atraviesan un puente de madera endeble sobre un arroyo, bajo un cielo con rayos? Así nos sentimos muchas veces cuando éramos niños, ¿verdad? Seamos empáticos.