Hace veinte años por primera vez participé en la limpieza manual de la playa Pichilingue, ubicada a unos 20 minutos en carro del Centro Histórico de La Paz. El sol era intenso y sudé a mares, pero el poder de la juventud hizo lo suyo, todos éramos estudiantes universitarios.
La primera vez que vi el mar cuando era niña sentí miedo de que fuera tan enorme, porque desde el cerro de la Calavera rumbo a la playa El Coromuel el manto azul parecía infinito.
Una vez escuché por YouTube la entrevista de un pescador de Baja California que criticaba a quienes no conocen la vida en el mar y quieren decidir sobre su destino: “Nunca han tomado agua salada y quieren andar opinando”, dijo el hombre sabio.
Vivir con vista al mar es una gran suerte, sin querer queriendo tengo un departamento en zona de vida cara y puedo comer pescado que no ha sido congelado. ¡oh fortuna! Yo no tuve que hacer nada para respirar en el Acuario del Mundo; no llegué de ningún lado, aquí nací y no me he ido… todavía.
Tan brillante es la estrella, que mi oficina queda a unas cuadras del malecón de crepúsculos. La vida de los paceños está unida al mar desde siempre.
Por eso, que un proyecto turístico planee construir 20 mil cuartos de hotel frente a Balandra es como si un extraño anunciará que como le gustó tu casa hará una mansión en tu patio, y te contratará para que le ayudes. Claro, un ganar-ganar.
Cuando alguien conoce nuestros litorales no puede evitar desear volver, definitivamente caes en amor, como diciéndolo en inglés; pero el problema empieza cuando la belleza natural se convierte en un producto y entonces ya no es tan natural, o sea se turistifica, se hace ameno, cómodo, monetizable, all inclusive.
De acuerdo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: “El sustantivo turistificación es un término bien formado con el que se alude al impacto que tiene la masificación turística en el tejido comercial y social de determinados barrios o ciudades.
Este sustantivo y el verbo turistificar, que también se emplea habitualmente, se refieren al impacto que tiene para el residente de un barrio o ciudad el hecho de que los servicios, instalaciones y comercios pasen a orientarse y concebirse pensando más en el turista que en el ciudadano que vive en ellos permanentemente”.
En Los Cabos las tortugas desovan frente a los hoteles, no tienen de otra, es más se aprovecha como atractivo; en La Paz siguen habiendo playas privadas con anuncios en español.
En Baja California Sur, miles hemos tomado agua de mar y sabemos a qué sabe, y también hemos sentido la arena en los dientes y los ojos, por eso sí podemos opinar.