Tenía 26 años cuando con paso lento y mirada desorientada, un día llegué a firmar mi compromiso de pertenecer a un periódico impreso. 20 años después celebró esa tarde veraz y oportuna, y me alegra ser testigo directo de la evolución de la prensa escrita.
El 28 de octubre se celebró el Día Mundial de las Noticias, una campaña de concientización global para amplificar el valor del periodismo basado en hechos, impulsada por cientos de organizaciones de noticias, asociaciones de apoyo a los medios y personas de más de 100 países, entre ellos México. De aquí arranco la pregunta: ¿El periodismo que no está basado en hechos merece ser llamado periodismo? Y respondo que no, porque el alma de este es precisamente describir hechos reales, es un contribuir constante a la historiografía de los barrios y de las grandes metrópolis, y ahora que los medios digitales permiten que la difusión de las noticias sea más expedita que nunca, la velocidad de la entrega no debe dejar tirada la exigencia de la veracidad.
Hace ocho años, tomé un curso-taller de actualización sobre redacción periodística, porque aunque no soy reportera, me he movido en el mundo, casi siempre fuera de cuadro. Allí nos recomendaron ver la película Spotlight(2015) En primera plana, basada en una investigación ganadora de un premio Pulitzer, la cual también recomiendo ver como una manera de celebrar al periodismo.
Luego de ver el filme pensé que ser periodista es ser procurador o procuradora de la verdad, es decir, es quien entrega sus fuerzas en ello, en muchas ocasiones de manera arriesgada, tanto es así que hacerlo merece un premio, porque la actividad exige ir más allá de lo que dice el manual.
La literatura y el cine que sí tienen el permiso de "mentir" para divertirnos y hacernos pensar; basan su arte en la realidad y la imaginación y nos regalan referencias que forman los pensamiento de millones de personas, eso puede ser positivo o negativo a la vez.
Una vez una amiga, no sé si de verdad o de mentira, me dijo que prefería las películas basadas en hechos reales, y yo le dije 'a mí gustan los hechos reales que parecen película' y bromeamos con esa referencia ochentera muy propia de la prensa: “En una persecución peliculesca atraparon al ladrón”.
Al final reflexionamos: si a una película mala le decimos "churro", a una noticia falsa hay que decirle aceite hirviente requemado, que solo hace daño.