/ viernes 8 de enero de 2021

Rituales digitales

Interacción es, en lo físico, lo que ha sustraído de la humanidad el año increíble que recién concluyó. El riesgo del contagio ha trastocado en cada linaje, en cada localidad, los rituales propios de sus usos y costumbres, de las ceremonias religiosas y la vinculación cercana de las personas en los más amplios sentidos de la expresión. Inusitado.

En alegoría, conjugamos en el 2020 los verbos desacostumbrar-acostumbrar en aspectos tan variados de la cotidianeidad. Recuerdo que allá en el mes de abril, una colega hacía la referencia que debido al H1N1, se había extendido el uso del gel antibacterial, convirtiéndose necesariamente en un ritual en los lugares de servicios como son los restaurantes, instalado como un protocolo. Ahora el espectro de sanidad abarca las suelas de los zapatos, la temperatura, la emisión nariz-boca, la protección de los ojos, el uso del gel… una panoplia de protección.

Y ello se convierte rápidamente en un ritual, uno forzado por una contingencia sanitaria que no se le ve final. Esto nos condujo a la búsqueda de alternativas para mantener esa interacción humana y física restringida, no habiendo otra más que con la tecnología. Lo confirmamos desde hace meses, acelerando los procesos que ya iban en esa dirección, como lo ha sido lo educativo, el entretenimiento, el comercio electrónico, etc. (Tandariola. El Sudcaliforniano.16/10/2020).

Hacia el cierre del año, con las fiestas decembrinas encima, para millones de personas del mundo ha sido la interacción un elemento sensible a fin de preservar el espíritu festivo en un momento complejo y trágico. Sí, ha sido un maratón Guadalupe-Reyes atípico y demandante para las instancias de salud, justo en esta época en la que en nuestro país la vida civil -paradójicamente- se detiene para dar cabida a evocación de la religiosidad, la cercanía de las personas queridas y de un despliegue de generosidad (Sacro y profano. Canal 11. 23/12/2020). Justo el rito de la rosca del 6 de enero fue en petit comité.

Esto ha volcado a la población, desde hace ya más de nueve meses, a sacarle todo el jugo posible a los elementos tecnológicos -que desquiten lo que costaron, se dice-, y al ancho de banda -que desquite lo que pagamos, también se dice- para sufragar esas ansias por mantenernos relacionados con familiares y amistades en el entorno digital. Compartir ahora es un acto que viaja a la velocidad de la luz. Mi mente se ve limitada para imaginar lo aburrido que hubiera sido si el covid-19 hubiera aparecido en la década de los ochenta.

En mayo del año pasado se publicó un interesante artículo sobre el gran beneficio en ciernes de los eventos digitales. Si las actividades laborales, espectáculos, clases, conferencias y más ya eran una ventajosa realidad, la gran inquietud era si habían llegado para quedarse (El Economista. 25/05/2020). Estamos confirmándolo. Es la conversión a algo que pudiera pensarse en el corto plazo, en una interacción híbrida.

En el programa radiofónico Radiálogos se habló recientemente de este asunto cuyo quid es, a final de cuentas, ser creativos y solventar la situación. La restricción para reunirse con familiares en los consabidos convivios, ha motivado las vinculaciones para no solo saludarse y saber los pormenores de la estirpe, sino que puede proponerse karaoke, jugar lotería u otras opciones explotables vía Zoom (la más popular) u otra plataforma (Radiálogos #87.22/12/2020). Y es esta era que emerge digital, un acicate para nuevos rituales a fin de rescatar lo más posible la vinculación humana.

Creo que, sin temor a equivocarme, que quienes más extrañan los rituales tradicionales de esta época son la población infantil y la de edad. Sí, ellos y ellas en su experiencia, tienen un marco de referencia individual de cómo se vive esta temporada. Mientras que abuelos y abuelas no vieron a sus familiares como cada año compartiendo momentos y recalentados, las niñas y los niños perciben esta temporada totalmente rara, restringiendo la interacción que en años previos conocieron. Y la generación covid, bebés que nacieron en el año 20 del nuevo siglo, conocieron las interacciones y rituales digitales de esta civilización.

¡Eytale!

Gratamente presenté mi primer libro en el pasado mes de diciembre. Y como otros que se dieron a conocer, fue en línea. Cierto, debió hacerse en un lugar para albergar a varias personas, tener interacción con éstas, celebrar con una copa de vino y bocadillos, etc. Pero fue vía Facebook, unos 26 minutos dedicados a hablar del contenido, presentado por José Escobar y Socorro Aragón, el Director y la Jefa de Redacción de este periódico (y la prologuista también) respectivamente, a quienes agradezco encarecidamente. Fue un ejercicio inédito para difundir una obra literaria y al mismo tiempo, fue una forma con una mayor cobertura. Con el streaming pudieron ver la presentación personas en diferentes puntos del país. Un nuevo ritual.



Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita.

iliana.peralta@gmail.com. En Twitter @LA_PERALTA

La Tandariola también se escucha. Disponible en podcast en Ivoox.

Interacción es, en lo físico, lo que ha sustraído de la humanidad el año increíble que recién concluyó. El riesgo del contagio ha trastocado en cada linaje, en cada localidad, los rituales propios de sus usos y costumbres, de las ceremonias religiosas y la vinculación cercana de las personas en los más amplios sentidos de la expresión. Inusitado.

En alegoría, conjugamos en el 2020 los verbos desacostumbrar-acostumbrar en aspectos tan variados de la cotidianeidad. Recuerdo que allá en el mes de abril, una colega hacía la referencia que debido al H1N1, se había extendido el uso del gel antibacterial, convirtiéndose necesariamente en un ritual en los lugares de servicios como son los restaurantes, instalado como un protocolo. Ahora el espectro de sanidad abarca las suelas de los zapatos, la temperatura, la emisión nariz-boca, la protección de los ojos, el uso del gel… una panoplia de protección.

Y ello se convierte rápidamente en un ritual, uno forzado por una contingencia sanitaria que no se le ve final. Esto nos condujo a la búsqueda de alternativas para mantener esa interacción humana y física restringida, no habiendo otra más que con la tecnología. Lo confirmamos desde hace meses, acelerando los procesos que ya iban en esa dirección, como lo ha sido lo educativo, el entretenimiento, el comercio electrónico, etc. (Tandariola. El Sudcaliforniano.16/10/2020).

Hacia el cierre del año, con las fiestas decembrinas encima, para millones de personas del mundo ha sido la interacción un elemento sensible a fin de preservar el espíritu festivo en un momento complejo y trágico. Sí, ha sido un maratón Guadalupe-Reyes atípico y demandante para las instancias de salud, justo en esta época en la que en nuestro país la vida civil -paradójicamente- se detiene para dar cabida a evocación de la religiosidad, la cercanía de las personas queridas y de un despliegue de generosidad (Sacro y profano. Canal 11. 23/12/2020). Justo el rito de la rosca del 6 de enero fue en petit comité.

Esto ha volcado a la población, desde hace ya más de nueve meses, a sacarle todo el jugo posible a los elementos tecnológicos -que desquiten lo que costaron, se dice-, y al ancho de banda -que desquite lo que pagamos, también se dice- para sufragar esas ansias por mantenernos relacionados con familiares y amistades en el entorno digital. Compartir ahora es un acto que viaja a la velocidad de la luz. Mi mente se ve limitada para imaginar lo aburrido que hubiera sido si el covid-19 hubiera aparecido en la década de los ochenta.

En mayo del año pasado se publicó un interesante artículo sobre el gran beneficio en ciernes de los eventos digitales. Si las actividades laborales, espectáculos, clases, conferencias y más ya eran una ventajosa realidad, la gran inquietud era si habían llegado para quedarse (El Economista. 25/05/2020). Estamos confirmándolo. Es la conversión a algo que pudiera pensarse en el corto plazo, en una interacción híbrida.

En el programa radiofónico Radiálogos se habló recientemente de este asunto cuyo quid es, a final de cuentas, ser creativos y solventar la situación. La restricción para reunirse con familiares en los consabidos convivios, ha motivado las vinculaciones para no solo saludarse y saber los pormenores de la estirpe, sino que puede proponerse karaoke, jugar lotería u otras opciones explotables vía Zoom (la más popular) u otra plataforma (Radiálogos #87.22/12/2020). Y es esta era que emerge digital, un acicate para nuevos rituales a fin de rescatar lo más posible la vinculación humana.

Creo que, sin temor a equivocarme, que quienes más extrañan los rituales tradicionales de esta época son la población infantil y la de edad. Sí, ellos y ellas en su experiencia, tienen un marco de referencia individual de cómo se vive esta temporada. Mientras que abuelos y abuelas no vieron a sus familiares como cada año compartiendo momentos y recalentados, las niñas y los niños perciben esta temporada totalmente rara, restringiendo la interacción que en años previos conocieron. Y la generación covid, bebés que nacieron en el año 20 del nuevo siglo, conocieron las interacciones y rituales digitales de esta civilización.

¡Eytale!

Gratamente presenté mi primer libro en el pasado mes de diciembre. Y como otros que se dieron a conocer, fue en línea. Cierto, debió hacerse en un lugar para albergar a varias personas, tener interacción con éstas, celebrar con una copa de vino y bocadillos, etc. Pero fue vía Facebook, unos 26 minutos dedicados a hablar del contenido, presentado por José Escobar y Socorro Aragón, el Director y la Jefa de Redacción de este periódico (y la prologuista también) respectivamente, a quienes agradezco encarecidamente. Fue un ejercicio inédito para difundir una obra literaria y al mismo tiempo, fue una forma con una mayor cobertura. Con el streaming pudieron ver la presentación personas en diferentes puntos del país. Un nuevo ritual.



Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita.

iliana.peralta@gmail.com. En Twitter @LA_PERALTA

La Tandariola también se escucha. Disponible en podcast en Ivoox.

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