/ miércoles 8 de enero de 2020

Reflexiones sobre el diálogo social

Expresándoles un afectuoso saludo y mis sinceros deseos de un feliz año nuevo 2020, en esta ocasión comparto con ustedes las siguientes reflexiones. En el discurso político, histórico y contemporáneo, ha venido siendo una práctica común la utilización de términos de otras materias de las ciencias, desde luego con connotaciones diversas, que han venido delineando una “jerga política” o “lenguaje” que ha ido permeando, de manera que la sociedad lo va introduciendo en su uso y en su entendimiento en el diálogo diario.

Recuerdo haber visto una película que hablaba sobre este tema, recomendada por alguno de mis maestros de facultad, como una de las películas “Obligatorias” para los estudiantes del derecho, donde se exponía incluso que, en un lugar y tiempo determinado, la clase política expresamente acordaba la utilización de algunas palabras en sus discursos para ponerlas de moda, logrando introducirlas en el dialogo común.

Así, por ejemplo, cuando escuchamos que un discurso o mensaje es “ROBUSTO”, la idea general es que se trata de un discurso muy elaborado, muy completo, muy rico, “CONSTRUIDO” con ideas muy definidas, muy de conceptos pues. Esta práctica ha venido normalizándose de forma que existe ya como parte del “dialogo social”.

Son muchas las definiciones de los estudiosos del tema sobre el “diálogo social”, podríamos decir, de forma sencilla que, éste, comprende todo tipo de negociaciones y consultas o, simplemente, el mero intercambio de información entre los representantes de los gobiernos, los empleadores y los trabajadores, sobre cuestiones de interés común relativas a las políticas económicas y sociales.

Aun cuando El diálogo social es, precisamente, una de las instituciones más importantes del mercado de trabajo y está asociado con un concepto amplio de participación ciudadana que, como tal, consolida y fortalece la democracia, es un hecho que resulta primordial para formular políticas de empleo acertadas y para movilizar el apoyo global de la sociedad, necesario para la aplicación eficaz de las mismas; pero también es una realidad que este concepto, extraído de su origen evidentemente laboral y trasladado al lenguaje político, nos lleva a entenderlo como ese dialogo que la sociedad sostiene de forma diaria, donde coexisten tantas opiniones como integrantes hay en ella, donde convergen diversas formas de pensamiento sin que por ello se rompa ese dialogo general que, si bien no es homogéneo, en un margen de respeto a los diálogos individuales establece al dialogo colectivo –social- como un asunto de jerarquía mayor, mismo que, invariable e indiscutiblemente, aun con sus matices, se centra primordialmente en la búsqueda del ”bien común”, forjando un equilibrio en la sociedad como un atributo que la fortalece.

Pues bien, todo este preámbulo sobre el “dialogo social” me sirve de marco para reflexionar sobre su antítesis, la “polarización de la sociedad”, circunstancia que, por exclusión, no beneficia al núcleo social en cualquiera de sus niveles, porque no construye colectividad y hace que perdamos de vista la búsqueda del anhelado bien común; Existen casos ejemplares de polarización en países de nuestro continente, (por referirme a un universo determinado, sin descuidad que en el mudo hay muchos ejemplos), que nos hablan de lo perjudicial que este fenómeno puede resultar para cualquier orden, por lo que cualquier viso de su aparición debe atajarse, ninguna acción para disuadirla es pequeña; por eso la campaña virtual, que impulsaron a mediados del año recién concluido algunos servidores públicos del orden federal, identificada con el hashtags #NOMASFICHAS, me pareció un buen ejercicio en razón de que, evidentemente, se refería a poner un límite a la clasificación social de Fifís y Chairos, justamente porque ésta estaría condicionando un fenómeno de polarización que nuestro México ni necesita ni merece, pues las heridas sociales que un fenómeno de esta naturaleza podría ocasionar en nuestro entorno, definitivamente se deben evitar.

Así, la reflexión conclusiva sería que, la polarización no debe obtener carta de naturalización en nuestro México, debemos apostar y construir más dialogo social, si bien no todos somos expertos en todo, cada visión y cada pensamiento puede contribuir a un contexto general que siga guardando ese equilibrio en la diversidad, el diálogo de ninguna manera puede ser binario, debe ser amplio, incluyente, de respeto, finalmente todos compartimos un sentido común que nos hace apreciar la importancia de un México con menos abismo sociales.

El diálogo social es, precisamente, una de las instituciones más importantes del mercado de trabajo y está asociado con un concepto amplio de participación ciudadana que, como tal, consolida y fortalece la democracia, es un hecho que resulta primordial para formular políticas de empleo acertadas y para movilizar el apoyo global de la sociedad.

Diputada federal por el Partido del Trabajo. Fungió como secretaroa del IEE de BCS.

ruth.garcia@diputados.gob.mx

@anaruthgrande

Expresándoles un afectuoso saludo y mis sinceros deseos de un feliz año nuevo 2020, en esta ocasión comparto con ustedes las siguientes reflexiones. En el discurso político, histórico y contemporáneo, ha venido siendo una práctica común la utilización de términos de otras materias de las ciencias, desde luego con connotaciones diversas, que han venido delineando una “jerga política” o “lenguaje” que ha ido permeando, de manera que la sociedad lo va introduciendo en su uso y en su entendimiento en el diálogo diario.

Recuerdo haber visto una película que hablaba sobre este tema, recomendada por alguno de mis maestros de facultad, como una de las películas “Obligatorias” para los estudiantes del derecho, donde se exponía incluso que, en un lugar y tiempo determinado, la clase política expresamente acordaba la utilización de algunas palabras en sus discursos para ponerlas de moda, logrando introducirlas en el dialogo común.

Así, por ejemplo, cuando escuchamos que un discurso o mensaje es “ROBUSTO”, la idea general es que se trata de un discurso muy elaborado, muy completo, muy rico, “CONSTRUIDO” con ideas muy definidas, muy de conceptos pues. Esta práctica ha venido normalizándose de forma que existe ya como parte del “dialogo social”.

Son muchas las definiciones de los estudiosos del tema sobre el “diálogo social”, podríamos decir, de forma sencilla que, éste, comprende todo tipo de negociaciones y consultas o, simplemente, el mero intercambio de información entre los representantes de los gobiernos, los empleadores y los trabajadores, sobre cuestiones de interés común relativas a las políticas económicas y sociales.

Aun cuando El diálogo social es, precisamente, una de las instituciones más importantes del mercado de trabajo y está asociado con un concepto amplio de participación ciudadana que, como tal, consolida y fortalece la democracia, es un hecho que resulta primordial para formular políticas de empleo acertadas y para movilizar el apoyo global de la sociedad, necesario para la aplicación eficaz de las mismas; pero también es una realidad que este concepto, extraído de su origen evidentemente laboral y trasladado al lenguaje político, nos lleva a entenderlo como ese dialogo que la sociedad sostiene de forma diaria, donde coexisten tantas opiniones como integrantes hay en ella, donde convergen diversas formas de pensamiento sin que por ello se rompa ese dialogo general que, si bien no es homogéneo, en un margen de respeto a los diálogos individuales establece al dialogo colectivo –social- como un asunto de jerarquía mayor, mismo que, invariable e indiscutiblemente, aun con sus matices, se centra primordialmente en la búsqueda del ”bien común”, forjando un equilibrio en la sociedad como un atributo que la fortalece.

Pues bien, todo este preámbulo sobre el “dialogo social” me sirve de marco para reflexionar sobre su antítesis, la “polarización de la sociedad”, circunstancia que, por exclusión, no beneficia al núcleo social en cualquiera de sus niveles, porque no construye colectividad y hace que perdamos de vista la búsqueda del anhelado bien común; Existen casos ejemplares de polarización en países de nuestro continente, (por referirme a un universo determinado, sin descuidad que en el mudo hay muchos ejemplos), que nos hablan de lo perjudicial que este fenómeno puede resultar para cualquier orden, por lo que cualquier viso de su aparición debe atajarse, ninguna acción para disuadirla es pequeña; por eso la campaña virtual, que impulsaron a mediados del año recién concluido algunos servidores públicos del orden federal, identificada con el hashtags #NOMASFICHAS, me pareció un buen ejercicio en razón de que, evidentemente, se refería a poner un límite a la clasificación social de Fifís y Chairos, justamente porque ésta estaría condicionando un fenómeno de polarización que nuestro México ni necesita ni merece, pues las heridas sociales que un fenómeno de esta naturaleza podría ocasionar en nuestro entorno, definitivamente se deben evitar.

Así, la reflexión conclusiva sería que, la polarización no debe obtener carta de naturalización en nuestro México, debemos apostar y construir más dialogo social, si bien no todos somos expertos en todo, cada visión y cada pensamiento puede contribuir a un contexto general que siga guardando ese equilibrio en la diversidad, el diálogo de ninguna manera puede ser binario, debe ser amplio, incluyente, de respeto, finalmente todos compartimos un sentido común que nos hace apreciar la importancia de un México con menos abismo sociales.

El diálogo social es, precisamente, una de las instituciones más importantes del mercado de trabajo y está asociado con un concepto amplio de participación ciudadana que, como tal, consolida y fortalece la democracia, es un hecho que resulta primordial para formular políticas de empleo acertadas y para movilizar el apoyo global de la sociedad.

Diputada federal por el Partido del Trabajo. Fungió como secretaroa del IEE de BCS.

ruth.garcia@diputados.gob.mx

@anaruthgrande