/ martes 7 de junio de 2022

Reflexiones de la derrota

Andrés Manuel López Obrador ha caído en aprobación algo más de 9 puntos en un mes. Eso implica que casi diez millones de personas le han dado la espalda.

Ha perdido el control de la agenda y su gobierno se muestra hueco, incapaz, arrogante.

¿Y?

Eso no se refleja en resultados electorales ni en triunfos para las oposiciones.

¿Por qué? Por dos factores: sus errores no son nuestros éxitos. Segundo: la sociedad está cambiando, las oposiciones no.

No ha privado una estrategia consistente, profunda y amplia, para lograr conectar con amplios segmentos de la sociedad. No hay mensaje, creatividad, ni operación.

Los lamentables resultados electorales responden a que se pretende jugar un juego que ya no existe. Los dos triunfos opositores muestran que la combinación de buenos gobiernos, candidatos y campañas pueden dar resultados. Pero esas golondrinas no hacen verano: la paupérrima participación ciudadana habla de la desconexión que hay con una población lastimada. En política, lo he dicho ya, nadie gana: alguien pierde. La derrota se la lleva quien comete más errores. Eso ocurre hoy en el bando opositor.

Luis Buñuel hizo una obra maestra del cine del absurdo: el Ángel Exterminador. Un grupo de personas quedan atrapadas en una casa en donde nada ni nadie les impide salir.

Igual, las oposiciones están secuestradas en el ataque al presidente. No hay una alternativa de salida a una peligrosa crisis múltiple —de seguridad, alimentaria, económica, de salud—que consume la esperanza de millones.

Repetirle a la gente lo que el gobierno hace mal es insuficiente: les decimos lo que ya saben. Lo que no saben es cómo resolver su día a día: esa sería la principal obligación de las oposiciones.

Nadie ha hecho un esfuerzo de operación política real para atraer a tres grandes segmentos reiteradamente lastimados de la población. Las clases medias no encuentran receptividad en nadie de la oposición. Las mujeres, agraviadas por el poder hasta la sevicia, se auto organizan. Las y los mexicanos más humildes no hallan ninguna conexión emocional con algún liderazgo opositor.

En los partidos prevalece el mismo juego mezquino, de una estrechez de miras pasmosa.

No se ve en el horizonte un proyecto novedoso que brinde aliento a las personas y despierten su interés de luchar por un futuro distinto y mejor.

No se ha encendido el radar de búsqueda de talentos en la sociedad. Los partidos se niegan a cambiar y se niegan a abrirse. Al hacerlo, se niegan a sobrevivir.

Por lo mismo, que López Obrador se debilite no significa nada. La gente se consume en desaliento. Que las manzanas caigan del árbol no implica que caigan en nuestra canasta.

Nadie gana: alguien pierde.

No ganó Morena.

Perdimos nosotros.

@fvazquezrig

Andrés Manuel López Obrador ha caído en aprobación algo más de 9 puntos en un mes. Eso implica que casi diez millones de personas le han dado la espalda.

Ha perdido el control de la agenda y su gobierno se muestra hueco, incapaz, arrogante.

¿Y?

Eso no se refleja en resultados electorales ni en triunfos para las oposiciones.

¿Por qué? Por dos factores: sus errores no son nuestros éxitos. Segundo: la sociedad está cambiando, las oposiciones no.

No ha privado una estrategia consistente, profunda y amplia, para lograr conectar con amplios segmentos de la sociedad. No hay mensaje, creatividad, ni operación.

Los lamentables resultados electorales responden a que se pretende jugar un juego que ya no existe. Los dos triunfos opositores muestran que la combinación de buenos gobiernos, candidatos y campañas pueden dar resultados. Pero esas golondrinas no hacen verano: la paupérrima participación ciudadana habla de la desconexión que hay con una población lastimada. En política, lo he dicho ya, nadie gana: alguien pierde. La derrota se la lleva quien comete más errores. Eso ocurre hoy en el bando opositor.

Luis Buñuel hizo una obra maestra del cine del absurdo: el Ángel Exterminador. Un grupo de personas quedan atrapadas en una casa en donde nada ni nadie les impide salir.

Igual, las oposiciones están secuestradas en el ataque al presidente. No hay una alternativa de salida a una peligrosa crisis múltiple —de seguridad, alimentaria, económica, de salud—que consume la esperanza de millones.

Repetirle a la gente lo que el gobierno hace mal es insuficiente: les decimos lo que ya saben. Lo que no saben es cómo resolver su día a día: esa sería la principal obligación de las oposiciones.

Nadie ha hecho un esfuerzo de operación política real para atraer a tres grandes segmentos reiteradamente lastimados de la población. Las clases medias no encuentran receptividad en nadie de la oposición. Las mujeres, agraviadas por el poder hasta la sevicia, se auto organizan. Las y los mexicanos más humildes no hallan ninguna conexión emocional con algún liderazgo opositor.

En los partidos prevalece el mismo juego mezquino, de una estrechez de miras pasmosa.

No se ve en el horizonte un proyecto novedoso que brinde aliento a las personas y despierten su interés de luchar por un futuro distinto y mejor.

No se ha encendido el radar de búsqueda de talentos en la sociedad. Los partidos se niegan a cambiar y se niegan a abrirse. Al hacerlo, se niegan a sobrevivir.

Por lo mismo, que López Obrador se debilite no significa nada. La gente se consume en desaliento. Que las manzanas caigan del árbol no implica que caigan en nuestra canasta.

Nadie gana: alguien pierde.

No ganó Morena.

Perdimos nosotros.

@fvazquezrig

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