/ domingo 28 de febrero de 2021

Para la desmemoria, la historia

Contra lo que se pretende hacer creer, la historia de California Sur comenzó mucho antes de la presente centuria: varios miles de años antes. Pero por lo pronto podemos abocarnos a efectuar un sucinto recuento de algunos productos relevantes que continuaron la edificación de nuestra entidad antes del presente siglo.

Tras el triunfo de la Revolución y la promulgación de la Carta constitucional de 1917, tres años más tarde el presidente Adolfo de la Huerta otorgó a los terrisureños la oportunidad de elegir a su gobernante, a través de un plebiscito en que resultó como primera autoridad don Agustín Arriola Martínez, que lo fue hasta 1924 en que terminó su periodo de importantes realizaciones y signado por la honradez.

Los sucesivos gobernantes eran ciudadanos, generalmente militares, designados por el presidente de la República, que llevaron a cabo tareas significativas como la organización y promoción en materias agropecuaria, hidráulica, de electrificación, de comunicaciones, educativa y cultural.

Nacieron, por ejemplo, las colonias Matancitas, Calles y La Ribera; los valles agrícolas de Santo Domingo, La Paz (Las Garzas y Los Bledales) y Los Planes, las casas del pueblo, el teatro de Todos Santos, las escuelas Normal Urbana, la de Música y la Casa de Gobierno de El Caimancito en La Paz.

Relevante apoyo recibieron la minería, la industria, el turismo, la salud, el desarrollo agrícola y ganadero, la educación y las comunicaciones. Fueron pavimentadas las primeras calles y se construyó el campo aéreo paceño.

En 1945 y 1964-65 ocurrieron las demandas del Frente de Unificación Sudcaliforniano, y apenas cinco años después las del movimiento “Loreto 70”, que decidieron al gobierno del presidente Luis Echeverría a designar como gobernante a un sudcaliforniano, Félix Agramont Cota, quien tuvo el encargo de reinstaurar en 1972 el municipio libre y poner las condiciones para la conversión del territorio federal en estado de la federación, el 8 de octubre de 1974.

Se convocó enseguida a elecciones del congreso Constituyente, el cual redactó la nueva Carta estatal, promulgada el 15 de enero de 1975.

De este año a 1999 siguieron gobiernos que entregaron obras materiales relevantes, algunas de las cuales son los aeropuertos internacionales de La Paz, Loreto y Los Cabos, así como algunas aeropistas; el renovado edificio y equipamiento del benemérito hospital “Juan María de Salvatierra” en la avenida Nicolás Bravo, la nueva Casa del Estudiante Sudcaliforniano en México, la eficaz operación del Patronato del Estudiante Sudcaliforniano y comedores estudiantiles, la carretera de cuatro carriles de San José del cabo a Cabo San Lucas, el Centro Regional de Educación Normal, el edificio de la SEP, los nuevos estadios de beisbol y futbol en la capital, los gimnasios de Loreto y La Paz, los palacios de Gobierno, Legislativo y de Justicia; la Unidad Cultural con diversos espacios para el espíritu y la inteligencia de los sudcalifornianos.

Agréguense la Universidad Autónoma de Baja California Sur, la Escuela Normal superior, la nueva Escuela de Música; el acueducto, las desaladoras y la carretera de la zona Pacífico norte; el acueducto de Los Cabos, el Plan Hidráulico, la apertura del valle de Vizcaíno, plazas públicas y parques infantiles, mejoramiento y ampliación de las redes de agua potable, nuevas plantas y redes de energía eléctrica.

Creación de los municipios de Los Cabos y Loreto, centros de Readaptación Social y consejos tutelares para Menores Infractores, planes de Desarrollo Urbano, estructura de apoyo a la cultura, unidades agroindustriales para la Mujer, aumento de la flota pesquera de altura, establecimiento del Centro de Rehabilitación y Educación Especial, y varias otras más.

Pero las realizaciones de mayor significación del siglo XX en Baja California Sur son intangibles y, sin embargo, se hallan presentes en todas partes y en todos los momentos de la vida estatal: el restablecimiento de la vida municipal, la Constitución y un estatuto jurídico autónomo, así como la incorporación de esta media península a la estructura federal, todo lo cual convirtió a los calisureños en ciudadanos de primera clase en el contexto nacional; el programa de Seguridad Pública y la Academia de Policía, escrituración de 330 hectáreas en El Mogote para el patrimonio estatal, que enajenaron a precios ínfimos los gobiernos del cambio... de propietario.

Añádase a lo anterior muchísimo más que ahí está, sirviendo a los sudcalifornianos, que por y para ellos fue proyectado y construido.

La colectividad social tiene siempre preocupaciones nuevas y es proclive al olvido, máxime cuando los intereses políticos abonan la desmemoria en beneficios de índole partidaria.

Sin embargo, los inventarios están al día para recordar a los sudcalifornianos quiénes realmente les han servido en la función pública, más allá de los errores y fallas que son, de suyo, constitutivos de la naturaleza humana.

En estos tiempos de alternancia ha quedado claro que son inexistentes los partidos de malos y partidos de buenos: Hay partidos de humanos y, por tanto, imperfectos y falibles.

La decisión, al final de cuentas, se halla en el voto, ingrediente esencial de la democracia siempre, aunque haya momentos como éste en que se ve severamente amenazada por la intención autocrática. Rescatarla será, una vez más, prerrogativa de los ciudadanos.

De nadie más.

Contra lo que se pretende hacer creer, la historia de California Sur comenzó mucho antes de la presente centuria: varios miles de años antes. Pero por lo pronto podemos abocarnos a efectuar un sucinto recuento de algunos productos relevantes que continuaron la edificación de nuestra entidad antes del presente siglo.

Tras el triunfo de la Revolución y la promulgación de la Carta constitucional de 1917, tres años más tarde el presidente Adolfo de la Huerta otorgó a los terrisureños la oportunidad de elegir a su gobernante, a través de un plebiscito en que resultó como primera autoridad don Agustín Arriola Martínez, que lo fue hasta 1924 en que terminó su periodo de importantes realizaciones y signado por la honradez.

Los sucesivos gobernantes eran ciudadanos, generalmente militares, designados por el presidente de la República, que llevaron a cabo tareas significativas como la organización y promoción en materias agropecuaria, hidráulica, de electrificación, de comunicaciones, educativa y cultural.

Nacieron, por ejemplo, las colonias Matancitas, Calles y La Ribera; los valles agrícolas de Santo Domingo, La Paz (Las Garzas y Los Bledales) y Los Planes, las casas del pueblo, el teatro de Todos Santos, las escuelas Normal Urbana, la de Música y la Casa de Gobierno de El Caimancito en La Paz.

Relevante apoyo recibieron la minería, la industria, el turismo, la salud, el desarrollo agrícola y ganadero, la educación y las comunicaciones. Fueron pavimentadas las primeras calles y se construyó el campo aéreo paceño.

En 1945 y 1964-65 ocurrieron las demandas del Frente de Unificación Sudcaliforniano, y apenas cinco años después las del movimiento “Loreto 70”, que decidieron al gobierno del presidente Luis Echeverría a designar como gobernante a un sudcaliforniano, Félix Agramont Cota, quien tuvo el encargo de reinstaurar en 1972 el municipio libre y poner las condiciones para la conversión del territorio federal en estado de la federación, el 8 de octubre de 1974.

Se convocó enseguida a elecciones del congreso Constituyente, el cual redactó la nueva Carta estatal, promulgada el 15 de enero de 1975.

De este año a 1999 siguieron gobiernos que entregaron obras materiales relevantes, algunas de las cuales son los aeropuertos internacionales de La Paz, Loreto y Los Cabos, así como algunas aeropistas; el renovado edificio y equipamiento del benemérito hospital “Juan María de Salvatierra” en la avenida Nicolás Bravo, la nueva Casa del Estudiante Sudcaliforniano en México, la eficaz operación del Patronato del Estudiante Sudcaliforniano y comedores estudiantiles, la carretera de cuatro carriles de San José del cabo a Cabo San Lucas, el Centro Regional de Educación Normal, el edificio de la SEP, los nuevos estadios de beisbol y futbol en la capital, los gimnasios de Loreto y La Paz, los palacios de Gobierno, Legislativo y de Justicia; la Unidad Cultural con diversos espacios para el espíritu y la inteligencia de los sudcalifornianos.

Agréguense la Universidad Autónoma de Baja California Sur, la Escuela Normal superior, la nueva Escuela de Música; el acueducto, las desaladoras y la carretera de la zona Pacífico norte; el acueducto de Los Cabos, el Plan Hidráulico, la apertura del valle de Vizcaíno, plazas públicas y parques infantiles, mejoramiento y ampliación de las redes de agua potable, nuevas plantas y redes de energía eléctrica.

Creación de los municipios de Los Cabos y Loreto, centros de Readaptación Social y consejos tutelares para Menores Infractores, planes de Desarrollo Urbano, estructura de apoyo a la cultura, unidades agroindustriales para la Mujer, aumento de la flota pesquera de altura, establecimiento del Centro de Rehabilitación y Educación Especial, y varias otras más.

Pero las realizaciones de mayor significación del siglo XX en Baja California Sur son intangibles y, sin embargo, se hallan presentes en todas partes y en todos los momentos de la vida estatal: el restablecimiento de la vida municipal, la Constitución y un estatuto jurídico autónomo, así como la incorporación de esta media península a la estructura federal, todo lo cual convirtió a los calisureños en ciudadanos de primera clase en el contexto nacional; el programa de Seguridad Pública y la Academia de Policía, escrituración de 330 hectáreas en El Mogote para el patrimonio estatal, que enajenaron a precios ínfimos los gobiernos del cambio... de propietario.

Añádase a lo anterior muchísimo más que ahí está, sirviendo a los sudcalifornianos, que por y para ellos fue proyectado y construido.

La colectividad social tiene siempre preocupaciones nuevas y es proclive al olvido, máxime cuando los intereses políticos abonan la desmemoria en beneficios de índole partidaria.

Sin embargo, los inventarios están al día para recordar a los sudcalifornianos quiénes realmente les han servido en la función pública, más allá de los errores y fallas que son, de suyo, constitutivos de la naturaleza humana.

En estos tiempos de alternancia ha quedado claro que son inexistentes los partidos de malos y partidos de buenos: Hay partidos de humanos y, por tanto, imperfectos y falibles.

La decisión, al final de cuentas, se halla en el voto, ingrediente esencial de la democracia siempre, aunque haya momentos como éste en que se ve severamente amenazada por la intención autocrática. Rescatarla será, una vez más, prerrogativa de los ciudadanos.

De nadie más.