/ viernes 22 de marzo de 2019

Paño verde

Tandariola

El piso de madera crujía, curtida de pasos. Olía a cigarro, licor y sudor. Las paredes lucían escenarios campiranos de colores extraviados. Tizas horadadas, tacos pulidos por el uso y buchacas de vaqueta añeja. Un vaho a tiempo rancio se interrumpía por el choque de las esferas opacas en una vetusta mesa de billar de un bar en Álamos, Sonora. Viril lugar de reunión, pero curiosidad local para turistas, ahí nació mi asombro por el fino deporte de la precisión.

De aquella célebre imagen de un sórdido billar en Le café de nuit de Van Gogh, a los lugares con mesas de pool contemporáneas, hay una clara transición. Por mucho tiempo fueron santuarios de caballeros, lugar de épicas hazañas de tres bandas, bola 8 y otras tantas modalidades de este gusto adquirido, que en las últimas décadas se ha popularizado entre las mujeres que acuden a los locales que habían sido reservados para los varones; además contar con una mesa suele ser un elemento atractivo de bares y restaurantes, con versiones para infantes o mini como juego de mesa.

Ello conduce al análisis de este giro de negocio. En una serie de 15 años se observa la evidente disminución. Al 2004 había a nivel nacional un total de 4,917 establecimientos; al 2009 ascendió a 5,837, pero en el 2014 bajó a 4,692. Cada unidad económica de este tipo tiene un promedio de dos empleados. Las entidades del país que más billares tienen es México con 594, Jalisco con 575 y la CDMX con 259.

En nuestro estado la oferta para los aficionados y novatos que solo gustan de “chocar bola”, tuvo en el año 2009 un total de 22 billares, pero al 2014 descendió a 17 diseminados en los cinco municipios: 3 en Comondú, 3 en Mulegé, 2 en Loreto, 3 en La Paz y 6 en Los Cabos (INEGI. Sistema Automatizado de Información Censal).

Observará que estas empresas de entretenimiento muestran datos en declive, como sucede con los boliches y los locales con videojuegos. Dicho de otro modo, estos espacios de convivencia van lentamente desapareciendo, motivado quizá por el asequible equipamiento para explotar el potencial del billarista interior en casa. El precio de una mesa varía de 7 mil -la más sencilla o usada- a 50 mil pesos, en diversos materiales y diseños (www.mercadolibre.com.mx). Es ineludible mencionar que puede jugarse a lo digital, con versiones on line o con apps, a cualquier hora y lugar con el mínimo esfuerzo físico.

En otro sentido, los billares incluyen en sus cadenas de valor a negocios locales que proveen bebidas gaseosas, licores, cervezas, botanas, embutidos, desechables, etc. Además, para los verdaderos amantes del pool hay productos de alta calidad, como los tacos elaborados con materiales especiales, maderas de arce o exóticas, incrustaciones de abulón, peltre y plata para líneas clásicas; o bien de alta tecnología, con núcleos de metal para mayor estabilidad y exterior de poliuretano que reduce la humedad, siendo posible personalizarlos en peso, balance, tamaño, punta y grabados (www.forbes.com.mx). También la tecnología abarca a las mesas, como la Elysium de la empresa IXO, que manufacturó solo 50 unidades en fibra de carbono, con iluminación automática para ubicar la bola blanca y el triángulo, con paño de cuero alemán y cámara 4K para visualizar los tiros (www.robbreport.mx). Precio: 160 mil euros, disponible en colores ruby red, sapphire blue y oldcognac (www.expansión.com).

Carlos Anguita, de 21 años y campeón europeo en tres bandas, indica que “este es un deporte especialmente duro porque exige mucha precisión y es muy psicológico”, además reconoce que bastante gente no lo considera como un deporte (www.elpais.com). Golpe, técnica, concentración, práctica continua son para mí elementos de un gustos o desempeño deportivo.

¡Eytale!

En el centro de la industriosa Santa Rosalía existió un centenario billar ubicado en el desaparecido Hotel Central, que proveyó diversión a la población del enclave minero con 6 mesas de la época francesa (cuatro de pool y dos de carambola), local adosado con machimbre y punto de reunión masculina hasta inicios de la década del 2000 (con información de Mario Villa). Este recuerdo se aviva al leer sobre el hotel Palm Casino Resort en Las Vegas, que por 200 mil dólares la noche puede disfrutarse una suite extravagante que incluye una mesa de billar (www.elfinanciero.com.mx). Elucubrar ángulos, potencia, cinética y habilidad con el taco, puede abstraernos sin importar que sea una mesa de un bar decadente o una sofisticada de diseño.

Tandariola

El piso de madera crujía, curtida de pasos. Olía a cigarro, licor y sudor. Las paredes lucían escenarios campiranos de colores extraviados. Tizas horadadas, tacos pulidos por el uso y buchacas de vaqueta añeja. Un vaho a tiempo rancio se interrumpía por el choque de las esferas opacas en una vetusta mesa de billar de un bar en Álamos, Sonora. Viril lugar de reunión, pero curiosidad local para turistas, ahí nació mi asombro por el fino deporte de la precisión.

De aquella célebre imagen de un sórdido billar en Le café de nuit de Van Gogh, a los lugares con mesas de pool contemporáneas, hay una clara transición. Por mucho tiempo fueron santuarios de caballeros, lugar de épicas hazañas de tres bandas, bola 8 y otras tantas modalidades de este gusto adquirido, que en las últimas décadas se ha popularizado entre las mujeres que acuden a los locales que habían sido reservados para los varones; además contar con una mesa suele ser un elemento atractivo de bares y restaurantes, con versiones para infantes o mini como juego de mesa.

Ello conduce al análisis de este giro de negocio. En una serie de 15 años se observa la evidente disminución. Al 2004 había a nivel nacional un total de 4,917 establecimientos; al 2009 ascendió a 5,837, pero en el 2014 bajó a 4,692. Cada unidad económica de este tipo tiene un promedio de dos empleados. Las entidades del país que más billares tienen es México con 594, Jalisco con 575 y la CDMX con 259.

En nuestro estado la oferta para los aficionados y novatos que solo gustan de “chocar bola”, tuvo en el año 2009 un total de 22 billares, pero al 2014 descendió a 17 diseminados en los cinco municipios: 3 en Comondú, 3 en Mulegé, 2 en Loreto, 3 en La Paz y 6 en Los Cabos (INEGI. Sistema Automatizado de Información Censal).

Observará que estas empresas de entretenimiento muestran datos en declive, como sucede con los boliches y los locales con videojuegos. Dicho de otro modo, estos espacios de convivencia van lentamente desapareciendo, motivado quizá por el asequible equipamiento para explotar el potencial del billarista interior en casa. El precio de una mesa varía de 7 mil -la más sencilla o usada- a 50 mil pesos, en diversos materiales y diseños (www.mercadolibre.com.mx). Es ineludible mencionar que puede jugarse a lo digital, con versiones on line o con apps, a cualquier hora y lugar con el mínimo esfuerzo físico.

En otro sentido, los billares incluyen en sus cadenas de valor a negocios locales que proveen bebidas gaseosas, licores, cervezas, botanas, embutidos, desechables, etc. Además, para los verdaderos amantes del pool hay productos de alta calidad, como los tacos elaborados con materiales especiales, maderas de arce o exóticas, incrustaciones de abulón, peltre y plata para líneas clásicas; o bien de alta tecnología, con núcleos de metal para mayor estabilidad y exterior de poliuretano que reduce la humedad, siendo posible personalizarlos en peso, balance, tamaño, punta y grabados (www.forbes.com.mx). También la tecnología abarca a las mesas, como la Elysium de la empresa IXO, que manufacturó solo 50 unidades en fibra de carbono, con iluminación automática para ubicar la bola blanca y el triángulo, con paño de cuero alemán y cámara 4K para visualizar los tiros (www.robbreport.mx). Precio: 160 mil euros, disponible en colores ruby red, sapphire blue y oldcognac (www.expansión.com).

Carlos Anguita, de 21 años y campeón europeo en tres bandas, indica que “este es un deporte especialmente duro porque exige mucha precisión y es muy psicológico”, además reconoce que bastante gente no lo considera como un deporte (www.elpais.com). Golpe, técnica, concentración, práctica continua son para mí elementos de un gustos o desempeño deportivo.

¡Eytale!

En el centro de la industriosa Santa Rosalía existió un centenario billar ubicado en el desaparecido Hotel Central, que proveyó diversión a la población del enclave minero con 6 mesas de la época francesa (cuatro de pool y dos de carambola), local adosado con machimbre y punto de reunión masculina hasta inicios de la década del 2000 (con información de Mario Villa). Este recuerdo se aviva al leer sobre el hotel Palm Casino Resort en Las Vegas, que por 200 mil dólares la noche puede disfrutarse una suite extravagante que incluye una mesa de billar (www.elfinanciero.com.mx). Elucubrar ángulos, potencia, cinética y habilidad con el taco, puede abstraernos sin importar que sea una mesa de un bar decadente o una sofisticada de diseño.

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