/ lunes 21 de marzo de 2022

País de cruces

No sé si sea una cruz de madera de lo más corriente lo que pida yo, para cuando me muera. No sé, porque eso de andar pidiendo cumplidos para el día final, me hacen recordar a un amigo quien se reía como solo él sabía hacerlo de todos aquellos que hacían una amplia lista a sus familiares sobre lo que querían en su velación- mariachi, grupo norteño, una canción especial tocada mil veces, sepultura en su lugar de origen- nomás que no dejaban nada para cubrir sus gastos.

Digo" no sé" porque no se me ocurre nada y porque creo que, si cambio de parecer, me temo que no será una cruz, porque para entonces, según veo, ya habrá muchas y quien quite y hasta estén prohibidas, al grado tal que puede que exista una ley que advierta:

Se sancionará como pena de prisión de 3 a 6 años, a quien fabrique, use, exhiba, coloque, ponga o clave una cruz en cualquier espacio público del escenario nacional para honrar, recordar o venerar a un ser querido.

Entiendo que la cruz es un símbolo de la fe cristiana y simboliza la fe y la esperanza en la resurrección y la vida eterna.

Por eso, con respecto a un difunto, estaban en la iglesia, en la casa usada como velatorio y en el panteón.

Nomás.

Pero no sé, tampoco, cuando traspasaron estas cercas y marcaron su territorio en una carretera, debido a un accidente hasta volverse ya comunes en un barrio, justo ahí donde un filero le atravesó el corazón al chaval que apenas pasaba de los veinte años de edad; en un boulevard donde se quiso recordar por siempre al que cayó en ese lugar, desangrado luego de un asalto; la que se levantó a modo de cenotafio, esa tumba vacía o monumento funerario erigido en honor de una persona, que en antaño costumbre moderna nacida de las guerras mundiales.

¿Por qué se pone una cruz donde muere alguien?

En la antigüedad, cuando una persona fallecía su cuerpo era tendido en el suelo con la cabeza sobre un ladrillo y sobre una cruz de cal, que significa las tres horas de agonía que Jesucristo pasó en la cruz antes de morir y que al tender al difunto sobre de ella representa que se muere de la mis manera que él murió.

La cruz que no quiere olvidar, la cruz que representa, la cruz que distingue, la cruz, una antítesis de la ausencia, la cruz que inmortaliza en un recuerdo para siempre, la cruz que muestra coraje, la que se vuelve impotencia, la que no hace más que aplastar la herida, la que deja constancia, la que señala.

Y ahí están : una y otra y otra más, como si fuesen infalibles, como si fueran ya otro símbolo patrio, como si fuesen animales endémicos, como si se estuvieran reproduciendo.

Cruces en el camino, cruces en la calle, cruces en la falda de un cerro, cruces en el barrio, cruces en la ciudad. Somos el más grande velatorio, somos los del duelo permanente, somos la negación de lo incontenible .

En Hermosillo 49 cruces, en Culiacán más de 500 cenotafios,motivos encontrados, luchas distantes, pero al fin y al cabo, significa ausencia, y golpe en el corazón querido.

En ascenso están ahora por el ingrediente maldito que es el narco y los futuros muertos no tardarán en tener su cruz gloriosa, como ya la tienen tantos.

Somos un país de cruces. No de escuelas, ni hospitales, ni campos deportivos, ni centros de investigación, ni campos agrícolas en espera de las cosechas. No,somos el país que edifica la desgracia con cruces de a montón.

De Mérida hasta Ensenada, el país es la gran maqueta,donde se fronteriza la desventura y donde, casi con júbilo, se esboza el dolor.

No sé si sea una cruz de madera de lo más corriente lo que pida yo, para cuando me muera. No sé, porque eso de andar pidiendo cumplidos para el día final, me hacen recordar a un amigo quien se reía como solo él sabía hacerlo de todos aquellos que hacían una amplia lista a sus familiares sobre lo que querían en su velación- mariachi, grupo norteño, una canción especial tocada mil veces, sepultura en su lugar de origen- nomás que no dejaban nada para cubrir sus gastos.

Digo" no sé" porque no se me ocurre nada y porque creo que, si cambio de parecer, me temo que no será una cruz, porque para entonces, según veo, ya habrá muchas y quien quite y hasta estén prohibidas, al grado tal que puede que exista una ley que advierta:

Se sancionará como pena de prisión de 3 a 6 años, a quien fabrique, use, exhiba, coloque, ponga o clave una cruz en cualquier espacio público del escenario nacional para honrar, recordar o venerar a un ser querido.

Entiendo que la cruz es un símbolo de la fe cristiana y simboliza la fe y la esperanza en la resurrección y la vida eterna.

Por eso, con respecto a un difunto, estaban en la iglesia, en la casa usada como velatorio y en el panteón.

Nomás.

Pero no sé, tampoco, cuando traspasaron estas cercas y marcaron su territorio en una carretera, debido a un accidente hasta volverse ya comunes en un barrio, justo ahí donde un filero le atravesó el corazón al chaval que apenas pasaba de los veinte años de edad; en un boulevard donde se quiso recordar por siempre al que cayó en ese lugar, desangrado luego de un asalto; la que se levantó a modo de cenotafio, esa tumba vacía o monumento funerario erigido en honor de una persona, que en antaño costumbre moderna nacida de las guerras mundiales.

¿Por qué se pone una cruz donde muere alguien?

En la antigüedad, cuando una persona fallecía su cuerpo era tendido en el suelo con la cabeza sobre un ladrillo y sobre una cruz de cal, que significa las tres horas de agonía que Jesucristo pasó en la cruz antes de morir y que al tender al difunto sobre de ella representa que se muere de la mis manera que él murió.

La cruz que no quiere olvidar, la cruz que representa, la cruz que distingue, la cruz, una antítesis de la ausencia, la cruz que inmortaliza en un recuerdo para siempre, la cruz que muestra coraje, la que se vuelve impotencia, la que no hace más que aplastar la herida, la que deja constancia, la que señala.

Y ahí están : una y otra y otra más, como si fuesen infalibles, como si fueran ya otro símbolo patrio, como si fuesen animales endémicos, como si se estuvieran reproduciendo.

Cruces en el camino, cruces en la calle, cruces en la falda de un cerro, cruces en el barrio, cruces en la ciudad. Somos el más grande velatorio, somos los del duelo permanente, somos la negación de lo incontenible .

En Hermosillo 49 cruces, en Culiacán más de 500 cenotafios,motivos encontrados, luchas distantes, pero al fin y al cabo, significa ausencia, y golpe en el corazón querido.

En ascenso están ahora por el ingrediente maldito que es el narco y los futuros muertos no tardarán en tener su cruz gloriosa, como ya la tienen tantos.

Somos un país de cruces. No de escuelas, ni hospitales, ni campos deportivos, ni centros de investigación, ni campos agrícolas en espera de las cosechas. No,somos el país que edifica la desgracia con cruces de a montón.

De Mérida hasta Ensenada, el país es la gran maqueta,donde se fronteriza la desventura y donde, casi con júbilo, se esboza el dolor.