/ miércoles 12 de mayo de 2021

Los partidos en la democracia

Unos días después de la publicación en el Sudcaliforniano de mi crónica sobre la democracia en México, el buen amigo Gerardo Ceja García me envió un reportaje de la BBC News Mundo relacionado con el filósofo Platón y lo que pensaba de la mejor forma de gobierno, ideas plasmadas en el libro VI de la República, uno de los primeros y más influyentes textos relacionados con la justicia, la naturaleza humana y la virtud.

Platón se refiere al ejercicio de la democracia y la importancia del voto, el cual resultaba arriesgado “pues los electores podían ser fácilmente influenciados por características irrelevantes, como la apariencia de los candidatos, sin darse cuenta de que se requieren calificaciones para gobernar.

Al leer el artículo me acordé de Maurice Duverger, autor del libro “Los partidos políticos” escrito en 1951 en Francia y publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1957. Este libro, al igual que “La democracia en América” de Alexis de Tocqueville, contiene información valiosa para entender hasta que grado son importantes los partidos en el devenir político de los pueblos.

Dice Duverger—recuérdese que lo hizo en 1951—que “la mayor parte de los estudios relativos a los partidos políticos se dedican al estudio de sus doctrinas y que por ello son agrupaciones de personas que profesan la misma doctrina política”. En general, el desarrollo de los partidos tiene como fin común la democracia, lo que significa el sufragio popular y su ejercicio como fuente de poder. Así, debemos considerar el valor de la política como expresión superior de la sociedad organizada y del Estado de Derecho.

Javier López Moreno en sus “Lecciones de ayer y de mañana” lo afirma aludiendo al voto ciudadano: “El voto es fuente de legitimidad política. Un sistema democrático se funda en él y por él se renueva y se prolonga. Sin democracia, sin participación de todos en los asuntos de todos, la crisis desarticularía el Estado y a la República. Por ello, en vez de descalificar la vía electoral hay que desbrozarla a fin de que por ella transiten cuantos aspiren a la conducción política de la sociedad”

Ahora que nuestro país atraviesa por problemas insolubles a corto plazo, de inseguridad y de pobreza, así como la polarización que incide directamente en los partidos políticos, una de las soluciones mas viables es el ejercicio de la democracia y, desde luego, las elecciones como fuente del poder legitimador en México. Proclamar la identidad de gobernantes y gobernados, de los que someten y los sometidos, es el único medio de justificar la obediencia de los segundos respecto a los primeros.

En un artículo reciente, Francisco Guerrero Aguirre dice cuando se refiere al lenguaje de la democracia “ En democracia la polarización se ha transformado en el signo de nuestra época. Antes y durante la pandemia, la calidad del debate político se ha deteriorado de la mano de un lenguaje violento, lleno de adjetivos incendiarios, frases efectistas y expresiones fanáticas. Por otra parte, la pandemia nos ha enseñado que el fortalecimiento de la democracia exige de estadistas inteligentes que una vez electos, gobiernen sin distingos para todos. No son momentos para un lenguaje divisivo y excluyente”

Otro analista político afirma que cuando en México los resultados de las elecciones ya no sean puestas en entredicho por la oposición, entonces por fin la sociedad mexicana habrá concluido su periodo de transición política y será capaz de consolidar su democracia y resolver sus desafíos históricos.

Uno de ellos de suma importancia es el respeto a las leyes y al estado de derecho. Por motivos conocidos, el actual gobierno de la república hace caso omiso de estos compromisos constitucionales lo que deriva en una cada vez indignación ciudadana y la alteración de la armonía social. Desconocer las leyes que nos rigen es un principio de autoritarismo, un camino que lleva a la tiranía.

Debemos considerar que las leyes son perfectibles por lo que las democracias modernas crean los mecanismos necesarios para reformarlas. Por eso, cuando no se respetan violando el derecho, se da al traste con la democracia, esa que tanto ha costado a los mexicanos.

Octavio Paz en su “Ogro filantrópico” acierta al decir que la democratización del país es una de las dos alternativas en su desarrollo; la otra es la dictadura. Cierto,--continúa—la democratización no significa la solución automática de los problemas de México, pero es la vía, la única vía para que aparezcan a la superficie esos problemas y sobre todo las soluciones, las posibles soluciones.

Problemas y soluciones invocando la democracia. De ahí la importancia del voto ciudadano el próximo 6 de junio.

Unos días después de la publicación en el Sudcaliforniano de mi crónica sobre la democracia en México, el buen amigo Gerardo Ceja García me envió un reportaje de la BBC News Mundo relacionado con el filósofo Platón y lo que pensaba de la mejor forma de gobierno, ideas plasmadas en el libro VI de la República, uno de los primeros y más influyentes textos relacionados con la justicia, la naturaleza humana y la virtud.

Platón se refiere al ejercicio de la democracia y la importancia del voto, el cual resultaba arriesgado “pues los electores podían ser fácilmente influenciados por características irrelevantes, como la apariencia de los candidatos, sin darse cuenta de que se requieren calificaciones para gobernar.

Al leer el artículo me acordé de Maurice Duverger, autor del libro “Los partidos políticos” escrito en 1951 en Francia y publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1957. Este libro, al igual que “La democracia en América” de Alexis de Tocqueville, contiene información valiosa para entender hasta que grado son importantes los partidos en el devenir político de los pueblos.

Dice Duverger—recuérdese que lo hizo en 1951—que “la mayor parte de los estudios relativos a los partidos políticos se dedican al estudio de sus doctrinas y que por ello son agrupaciones de personas que profesan la misma doctrina política”. En general, el desarrollo de los partidos tiene como fin común la democracia, lo que significa el sufragio popular y su ejercicio como fuente de poder. Así, debemos considerar el valor de la política como expresión superior de la sociedad organizada y del Estado de Derecho.

Javier López Moreno en sus “Lecciones de ayer y de mañana” lo afirma aludiendo al voto ciudadano: “El voto es fuente de legitimidad política. Un sistema democrático se funda en él y por él se renueva y se prolonga. Sin democracia, sin participación de todos en los asuntos de todos, la crisis desarticularía el Estado y a la República. Por ello, en vez de descalificar la vía electoral hay que desbrozarla a fin de que por ella transiten cuantos aspiren a la conducción política de la sociedad”

Ahora que nuestro país atraviesa por problemas insolubles a corto plazo, de inseguridad y de pobreza, así como la polarización que incide directamente en los partidos políticos, una de las soluciones mas viables es el ejercicio de la democracia y, desde luego, las elecciones como fuente del poder legitimador en México. Proclamar la identidad de gobernantes y gobernados, de los que someten y los sometidos, es el único medio de justificar la obediencia de los segundos respecto a los primeros.

En un artículo reciente, Francisco Guerrero Aguirre dice cuando se refiere al lenguaje de la democracia “ En democracia la polarización se ha transformado en el signo de nuestra época. Antes y durante la pandemia, la calidad del debate político se ha deteriorado de la mano de un lenguaje violento, lleno de adjetivos incendiarios, frases efectistas y expresiones fanáticas. Por otra parte, la pandemia nos ha enseñado que el fortalecimiento de la democracia exige de estadistas inteligentes que una vez electos, gobiernen sin distingos para todos. No son momentos para un lenguaje divisivo y excluyente”

Otro analista político afirma que cuando en México los resultados de las elecciones ya no sean puestas en entredicho por la oposición, entonces por fin la sociedad mexicana habrá concluido su periodo de transición política y será capaz de consolidar su democracia y resolver sus desafíos históricos.

Uno de ellos de suma importancia es el respeto a las leyes y al estado de derecho. Por motivos conocidos, el actual gobierno de la república hace caso omiso de estos compromisos constitucionales lo que deriva en una cada vez indignación ciudadana y la alteración de la armonía social. Desconocer las leyes que nos rigen es un principio de autoritarismo, un camino que lleva a la tiranía.

Debemos considerar que las leyes son perfectibles por lo que las democracias modernas crean los mecanismos necesarios para reformarlas. Por eso, cuando no se respetan violando el derecho, se da al traste con la democracia, esa que tanto ha costado a los mexicanos.

Octavio Paz en su “Ogro filantrópico” acierta al decir que la democratización del país es una de las dos alternativas en su desarrollo; la otra es la dictadura. Cierto,--continúa—la democratización no significa la solución automática de los problemas de México, pero es la vía, la única vía para que aparezcan a la superficie esos problemas y sobre todo las soluciones, las posibles soluciones.

Problemas y soluciones invocando la democracia. De ahí la importancia del voto ciudadano el próximo 6 de junio.

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