/ miércoles 18 de mayo de 2022

Los orígenes del totalitarismo

Anne Aplebaum es la autora del libro “El ocaso de la democracia” en el que dice que las democracias occidentales están bajo asedio y el auge del autoritarismo, una cuestión que debería preocuparnos a todos.

La semana pasada en Letras Libres apareció un artículo titulado “Por qué debemos leer a Annah Arendt ahora” y lo justifica diciendo: “Cuando Los orígenes del totalitarismo” se publicó en 1951, el pesimismo de Arendt parecía exagerado para aquel momento de prosperidad. Setenta años más tarde, sus preocupaciones han cobrado una inquietante vigencia”.

El libro de Arendt se ubica dentro de las teorías normativas de las ciencias políticas, en especial analizando las corrientes contemporáneas dedicadas a estudiar las consecuencias de los socialismos y nacionalsocialismos. Estas teorías ponen su atención en la libertad individual y grupal frente al poder estatal. Y con el tema de la progresiva limitación de las libertades fundamentales a través de la manipulación de la ley.

En un detallado análisis, Annah ejemplifica los totalitarismos con los gobiernos de Stalin y Hitler. El desconocimiento de la ley, la anulación progresiva de los derechos y libertades civiles, la omisión de los derechos del hombre, son recursos utilizados por los gobiernos totalitarios para la dominación individual y social.

Alemania en la época del nazismo como Rusia con Stalin, promulgaron nuevas leyes no para buscar el bienestar de los individuos, sino más bien con el fin de someter a la sociedad a un nuevo poder. Annah enumera algunas de las características del totalitarismo:

El dictador o líder totalitario debe mentir a fin de mantenerse en el poder, establece mecanismos de sucesión en caso de la falta absoluta del líder, asegurando el monopolio del poder; desprecia las riquezas naturales e industriales del país; la economía pasa a un segundo plano; anula de manera progresiva los derechos y libertades civiles y el establecimiento de un Estado permanente de ilegalidad.

Varios países dirigidos por populistas y autócratas son, por sus características gobiernos totalitarios. China, Rusia, Corea del Norte, Turquía, Venezuela, Cuba, Nicaragua y nuestro país, México, está por incluirse. Pero debemos admitir que algunos de ellos han logrado avances económicos y tecnológicos como son los casos de China, Rusia y Corea del Norte.

En México, la implantación de una dictadura la ha frenado la pandemia del Covid-19, la crisis económica, los asesinatos, los feminicidios, la inseguridad y las tensas relaciones con países del exterior. Y es que las dictaduras lo son en la medida que logran sortear los problemas sociales y políticos, aunque sea en menoscabo de los principios democráticos.

El analista Moisés Naim dice que “en todos los continentes las democracias se han debilitado, mientras que las dictaduras están en auge abarcando el 70% de la población mundial”. Y esto ha sido motivado, entre otras cosas por la pandemia del Covid-19 y la crisis financiera mundial. A lo anterior hay que sumarle el grave problema del calentamiento global y el reciente encuentro bélico entre Rusia y Ucrania.

Ocupados en los asuntos de primer orden, muchos países desatendieron los caminos democráticos, y por ello un grupo de líderes autoritarios se apropió de gran parte de las democracias del mundo.

A Annah Arendt le llamaba mucho la atención la pasividad de tanta gente frente a las dictaduras; la disposición de creer mentiras y propaganda. Así, las masas “lo creen todo y no creen nada; creen que todo era posible y que nada era cierto”.

Tanto Annah Arendt en el pasado y Anne Aplebaum en el presente, plantean los graves problemas del totalitarismo y el ocaso de las democracias. Ayer como hoy se utilizan las teorías de la conspiración, la polarización social, el poder avasallador de las redes sociales e incluso el sentimiento de nostalgia por el pasado. Para allá va México si nos descuidamos.

Anne Aplebaum es la autora del libro “El ocaso de la democracia” en el que dice que las democracias occidentales están bajo asedio y el auge del autoritarismo, una cuestión que debería preocuparnos a todos.

La semana pasada en Letras Libres apareció un artículo titulado “Por qué debemos leer a Annah Arendt ahora” y lo justifica diciendo: “Cuando Los orígenes del totalitarismo” se publicó en 1951, el pesimismo de Arendt parecía exagerado para aquel momento de prosperidad. Setenta años más tarde, sus preocupaciones han cobrado una inquietante vigencia”.

El libro de Arendt se ubica dentro de las teorías normativas de las ciencias políticas, en especial analizando las corrientes contemporáneas dedicadas a estudiar las consecuencias de los socialismos y nacionalsocialismos. Estas teorías ponen su atención en la libertad individual y grupal frente al poder estatal. Y con el tema de la progresiva limitación de las libertades fundamentales a través de la manipulación de la ley.

En un detallado análisis, Annah ejemplifica los totalitarismos con los gobiernos de Stalin y Hitler. El desconocimiento de la ley, la anulación progresiva de los derechos y libertades civiles, la omisión de los derechos del hombre, son recursos utilizados por los gobiernos totalitarios para la dominación individual y social.

Alemania en la época del nazismo como Rusia con Stalin, promulgaron nuevas leyes no para buscar el bienestar de los individuos, sino más bien con el fin de someter a la sociedad a un nuevo poder. Annah enumera algunas de las características del totalitarismo:

El dictador o líder totalitario debe mentir a fin de mantenerse en el poder, establece mecanismos de sucesión en caso de la falta absoluta del líder, asegurando el monopolio del poder; desprecia las riquezas naturales e industriales del país; la economía pasa a un segundo plano; anula de manera progresiva los derechos y libertades civiles y el establecimiento de un Estado permanente de ilegalidad.

Varios países dirigidos por populistas y autócratas son, por sus características gobiernos totalitarios. China, Rusia, Corea del Norte, Turquía, Venezuela, Cuba, Nicaragua y nuestro país, México, está por incluirse. Pero debemos admitir que algunos de ellos han logrado avances económicos y tecnológicos como son los casos de China, Rusia y Corea del Norte.

En México, la implantación de una dictadura la ha frenado la pandemia del Covid-19, la crisis económica, los asesinatos, los feminicidios, la inseguridad y las tensas relaciones con países del exterior. Y es que las dictaduras lo son en la medida que logran sortear los problemas sociales y políticos, aunque sea en menoscabo de los principios democráticos.

El analista Moisés Naim dice que “en todos los continentes las democracias se han debilitado, mientras que las dictaduras están en auge abarcando el 70% de la población mundial”. Y esto ha sido motivado, entre otras cosas por la pandemia del Covid-19 y la crisis financiera mundial. A lo anterior hay que sumarle el grave problema del calentamiento global y el reciente encuentro bélico entre Rusia y Ucrania.

Ocupados en los asuntos de primer orden, muchos países desatendieron los caminos democráticos, y por ello un grupo de líderes autoritarios se apropió de gran parte de las democracias del mundo.

A Annah Arendt le llamaba mucho la atención la pasividad de tanta gente frente a las dictaduras; la disposición de creer mentiras y propaganda. Así, las masas “lo creen todo y no creen nada; creen que todo era posible y que nada era cierto”.

Tanto Annah Arendt en el pasado y Anne Aplebaum en el presente, plantean los graves problemas del totalitarismo y el ocaso de las democracias. Ayer como hoy se utilizan las teorías de la conspiración, la polarización social, el poder avasallador de las redes sociales e incluso el sentimiento de nostalgia por el pasado. Para allá va México si nos descuidamos.

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