/ viernes 21 de junio de 2019

Libre de Amar

Quien dijo que morir era doloroso ha olvidado que nacer también lo es.

La madre ha escuchado todo acerca del parto, pero el ser que está desarrollándose dentro no ha escuchado nada en nueve meses, y si lo ha hecho, ha entendido un cacahuate. El feto ha estado tanto tiempo en su madre que no reconoce otro tipo de identidad que la de ser uno mismo con ella. Sinérgicamente nada y se acomoda intuitivamente sobre su vientre. Se siente seguro y tranquilo —ninguna cosa le acecha—, tibio y nutrido —en su nido de amor—. Pero inevitablemente, todo llega a un final cuando al romperse la fuente deberá ingeniárselas para ver la luz del día.

El simple acto de inhalar oxígeno por primera vez es tan frustrante como ahogarse en agua. Así que cuando el bebé grita de dolor —fuerte e incesablemente—, le llaman llorar. Luego vuelve hacerlo… llora y llora. Está adaptándose al mundo externo y no tiene ni la menor idea de esta humanidad alienígena en la que ha aterrizado. Ve a sus padres, pero no sabe distinguir qué son esos entes largos con brazos, caras, cabello y pies.

Entra en pánico entre el cambio de brazos, la conmoción y la energía del escándalo, pero reconoce la voz sosegada de su madre cuando lo pasean hacia ella. Algo inexpugnablemente mágico sucede cuando ambos hacen contacto por primera vez. A diferencia de cualquier otro el calor de su madre es incomparable e inconfundible, pero la experiencia ha sido sumamente traumática y todavía en shock no cesa de chillar. Al acomodarse y acurrucarse se serena, el amor que corre por sus venas le ha empapado y envuelto sutilmente. Finalmente ha de descansar. Algo es claro en esta fotografía, salir del útero no es placentero, sino una experiencia fuera de este mundo —literal—. Seguidamente del descuadre que se manifiesta en el quirófano, viene la calma —y cuando eres bienvenido a este mundo— ocurre después del parto.

¿Ven? lo bonito de nacer, no es nacer… es compartir la vida con padres que reciben y acogen en su presentación más pequeña a su primogénito, con esos brazos repletos de amor absoluto y sin dejar lugar a duda aún sin haber cruzado palabra alguna. Dice Antoine de Saint-Exupér y que, “Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer”. He ahí el milagro de la vida, el cual todos hemos experimentado de alguna u otra manera en sus múltiples presentaciones.

Puedes leer: Niñez alpha

Una tarde ordinaria, cuando estudiaba prepa en el extranjero recibí una carta vía email. Si algo he de recordar vívidamente de aquella tarde invernal fue haber encontrado entre sus líneas un “Felicidades, vas a ser tío, ¡qué emoción!”. Es verdad que la sangre puede subir de los pies a la cabeza en cuestión de nanosegundos, aunque la ciencia diga lo contrario: ¡iba a ser tío!

La creación ha creado a los sobrinos para aquellos que hemos decidido no ser padres, para que por una milésima de tiempo nos olvidemos del tema. Y, como tío optimista a la causa, puedo asegurarles que es una de las bendiciones más grandes que un hermano le puede otorgar al otro. Sin embargo, este mes el Universo conspiró para hacerme padrino. Siempre hay una primera vez para decir sí al padrinazgo. Sabes que haces lo correcto cuando sientes como cada una de las células dentro brinca de felicidad de un lado al otro.

La palabra padrino viene del latín vulgar patrinus, y este de pater, -tris, (padre) y del sufijo latino -inus (procedencia). Ser padrino significa estar bajo la bendición de los padres y Dios de ser un guía espiritual en la vida de la criatura, porque seamos honestos, aunque ustedes aún no lo recuerden del todo; es doloroso nacer y aún más doloroso tener padrinos que no te reciban con los brazos repletos de amor. Nuestra gran misión es la de enseñarle al bautizado a amarse así mismo como a los que le rodean, bendecir su mente, su corazón y su camino. Lo fundamental es hacerlo desde la compasión, la humildad y la gratitud, esa es la clave para que fluyas en la labor como mentor.

Este mes me deleito en dedicar mi trabajo como escritor a mis sobrinos, quienes se han encargado de nutrir mi alma de manera radical. A ellos y a todos mis lectores les deseo que; el respeto; la bondad; la amistad; la generosidad; la honestidad; la dignidad; la justicia; la lealtad; la laboriosidad; la libertad; la afección; la perseverancia; la responsabilidad; la tolerancia; el agradecimiento; la solidaridad; la paz y el amor sean siempre su principal motor para dejar el mundo mejor que cuando recién llegamos, me gusta pensar que solamente así no será igual de perturbador.

Está en nosotros hacer la diferencia, exceptuando del sistema que fallecer es doloroso, porque cuando uno vive dando a amor y cariño a manos llenas… marcharse se convierte en una partida libre de culpa.

Quien dijo que morir era doloroso ha olvidado que nacer también lo es.

La madre ha escuchado todo acerca del parto, pero el ser que está desarrollándose dentro no ha escuchado nada en nueve meses, y si lo ha hecho, ha entendido un cacahuate. El feto ha estado tanto tiempo en su madre que no reconoce otro tipo de identidad que la de ser uno mismo con ella. Sinérgicamente nada y se acomoda intuitivamente sobre su vientre. Se siente seguro y tranquilo —ninguna cosa le acecha—, tibio y nutrido —en su nido de amor—. Pero inevitablemente, todo llega a un final cuando al romperse la fuente deberá ingeniárselas para ver la luz del día.

El simple acto de inhalar oxígeno por primera vez es tan frustrante como ahogarse en agua. Así que cuando el bebé grita de dolor —fuerte e incesablemente—, le llaman llorar. Luego vuelve hacerlo… llora y llora. Está adaptándose al mundo externo y no tiene ni la menor idea de esta humanidad alienígena en la que ha aterrizado. Ve a sus padres, pero no sabe distinguir qué son esos entes largos con brazos, caras, cabello y pies.

Entra en pánico entre el cambio de brazos, la conmoción y la energía del escándalo, pero reconoce la voz sosegada de su madre cuando lo pasean hacia ella. Algo inexpugnablemente mágico sucede cuando ambos hacen contacto por primera vez. A diferencia de cualquier otro el calor de su madre es incomparable e inconfundible, pero la experiencia ha sido sumamente traumática y todavía en shock no cesa de chillar. Al acomodarse y acurrucarse se serena, el amor que corre por sus venas le ha empapado y envuelto sutilmente. Finalmente ha de descansar. Algo es claro en esta fotografía, salir del útero no es placentero, sino una experiencia fuera de este mundo —literal—. Seguidamente del descuadre que se manifiesta en el quirófano, viene la calma —y cuando eres bienvenido a este mundo— ocurre después del parto.

¿Ven? lo bonito de nacer, no es nacer… es compartir la vida con padres que reciben y acogen en su presentación más pequeña a su primogénito, con esos brazos repletos de amor absoluto y sin dejar lugar a duda aún sin haber cruzado palabra alguna. Dice Antoine de Saint-Exupér y que, “Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer”. He ahí el milagro de la vida, el cual todos hemos experimentado de alguna u otra manera en sus múltiples presentaciones.

Puedes leer: Niñez alpha

Una tarde ordinaria, cuando estudiaba prepa en el extranjero recibí una carta vía email. Si algo he de recordar vívidamente de aquella tarde invernal fue haber encontrado entre sus líneas un “Felicidades, vas a ser tío, ¡qué emoción!”. Es verdad que la sangre puede subir de los pies a la cabeza en cuestión de nanosegundos, aunque la ciencia diga lo contrario: ¡iba a ser tío!

La creación ha creado a los sobrinos para aquellos que hemos decidido no ser padres, para que por una milésima de tiempo nos olvidemos del tema. Y, como tío optimista a la causa, puedo asegurarles que es una de las bendiciones más grandes que un hermano le puede otorgar al otro. Sin embargo, este mes el Universo conspiró para hacerme padrino. Siempre hay una primera vez para decir sí al padrinazgo. Sabes que haces lo correcto cuando sientes como cada una de las células dentro brinca de felicidad de un lado al otro.

La palabra padrino viene del latín vulgar patrinus, y este de pater, -tris, (padre) y del sufijo latino -inus (procedencia). Ser padrino significa estar bajo la bendición de los padres y Dios de ser un guía espiritual en la vida de la criatura, porque seamos honestos, aunque ustedes aún no lo recuerden del todo; es doloroso nacer y aún más doloroso tener padrinos que no te reciban con los brazos repletos de amor. Nuestra gran misión es la de enseñarle al bautizado a amarse así mismo como a los que le rodean, bendecir su mente, su corazón y su camino. Lo fundamental es hacerlo desde la compasión, la humildad y la gratitud, esa es la clave para que fluyas en la labor como mentor.

Este mes me deleito en dedicar mi trabajo como escritor a mis sobrinos, quienes se han encargado de nutrir mi alma de manera radical. A ellos y a todos mis lectores les deseo que; el respeto; la bondad; la amistad; la generosidad; la honestidad; la dignidad; la justicia; la lealtad; la laboriosidad; la libertad; la afección; la perseverancia; la responsabilidad; la tolerancia; el agradecimiento; la solidaridad; la paz y el amor sean siempre su principal motor para dejar el mundo mejor que cuando recién llegamos, me gusta pensar que solamente así no será igual de perturbador.

Está en nosotros hacer la diferencia, exceptuando del sistema que fallecer es doloroso, porque cuando uno vive dando a amor y cariño a manos llenas… marcharse se convierte en una partida libre de culpa.

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