/ jueves 18 de abril de 2019

Las calles boludas de La Paz

A modo de crónica

No cabe duda, las lluvias son benéficas para el campo pero no para nuestra ciudad. A veces nos ponemos a pensar que las autoridades le piden al dios Tláloc que no sea malo, que tenga compasión de este lugar donde vivimos, ya que de lo contrario no se la acaban con las airadas protestas de los que tienen necesidad de trasladarse de un lugar a otro en sus vehículos.

Que no sea malo, porque en sus presupuestos no tienen el suficiente dinero para el arreglo de las calles y avenidas, y mucho menos para encarpetarlas de nuevo. Que llueva sí, pero en el campo, para que los rancheros alimenten su ganado y puedan sobrevivir de la venta de la carne, la leche y de los chopitos. Y como allí no tienen vehículos para trasladarse, los aguaceros les vienen como el viento a Juárez, pues las “bestias” transitan por veredas por más malas que estén.

Cuando La Paz era la ciudad provinciana de principios del siglo pasado, la mayoría de las calles no estaban pavimentadas y por eso las familias tenían la costumbre, todas las mañanas, de regar el frente de su casa e incluso barrerlas a fin de evitar el polvo. Pero cuando aparecieron las primeras calles pavimentadas, adiós la costumbre. Y de pilón también se olvidaron de barrer las banquetas.

Ahora la ciudad tiene las calles con pavimento en su mayor parte, algunas con concreto hidráulico y otras con eso que llaman asfalto. Cada gobierno sexenal ha puesto su parte aunque no compruebe sus resultados. Y es que recién inauguradas, están lisitas y hasta olorosas, pero pasado el tiempo y las malas artes de Tláloc, esas obras se deterioran rápidamente, sobre todo las que fueron construidas con el mentado asfalto mal aplicado, ya que es un material por lo común impermeable inmune a la penetración del agua de lluvia. En una administración anterior, el gobernador invirtió muchos millones de pesos en reconstruir varias calles del centro de la ciudad y se ufanó de su obra. Pero de todas ellas una, dos o tres utilizaron concreto hidráulico y son las que permanecen en buen estado, las demás están para llorar. Dicen las lenguas viperinas que lástima de dinero invertido pues ahora constituyen un verdadero problema para los que transitan por ellas.

Cuando llueve en esa calles se forman hoyancos que como dijo un crítico ingenioso “parecen cráteres de la luna”. Y otro, con maligna intención, dio por colocar plantas de flores en cada uno de ellos. Lo cierto es que al pasar por algunas de esas calles el conductor la hace de torero aunque al último sale cornado, pues le hace la Verónica a uno, pero cae en el otro. La única solución es ir a vuelta de rueda, pues de lo contrario adiós llantas, adiós la suspensión del vehículo. Y, confesión aparte, las mentadas a los responsables de esos malos trabajos.

Cierto, tanto los ayuntamientos como el Gobierno del Estado hacen lo posible por remediar el mal resanando las calles deterioradas, pero no bien lo hacen cuando otra lluvia, por leve que sea, origina nuevos hoyos. Total es un cuento de nunca acabar. Y lo peor no es eso, ahora con tanto material usado, en los hoyos tapados se ha formado bolas que ¿usted alguna vez ha montado a caballo? Se brinca sobre el lomo de la bestia tanto, que después de unas horas le duelen las asentaderas y no puede ni caminar. Bueno, pues así se zangolotean los vehículos cuando transitan por esas calles. Por eso muchos conductores ahora han bautizado algunas de ellas: la calle boluda de Félix Ortega, la calle boluda de Reforma; la calle 5 de Febrero frente la escuela secundaria, en fin…

Por eso, cuando un servidor tiene que ir al hospital del Seguro Social que está sobre la calle 5 de Febrero evita las calles boludas y transita por Héroes de la Independencia, una calle de concreto hidráulico que va de la Bravo hasta la Márquez de León. El que la construyó de seguro invirtió, en un rasgo de honestidad, el moche en ella, lo que es de felicitar.

Y, desde luego, no podemos dejar de reconocer lo que está haciendo el gobierno estatal al pavimentar las calles del este de la ciudad con concreto hidráulico. Es un gusto transitar por ellas. Y en relación con las lluvias recuerdo al Güero de las Canoas cuando decía que las escuelas construidas de madera los moscorrones perforarían la madera en un dos por tres. Cuando las edificaron con materiales metálicos -las prefabricadas- le preguntaron ¿Y ahora, Güero? “Pues que van a batallar tantito”, contestó.

A modo de crónica

No cabe duda, las lluvias son benéficas para el campo pero no para nuestra ciudad. A veces nos ponemos a pensar que las autoridades le piden al dios Tláloc que no sea malo, que tenga compasión de este lugar donde vivimos, ya que de lo contrario no se la acaban con las airadas protestas de los que tienen necesidad de trasladarse de un lugar a otro en sus vehículos.

Que no sea malo, porque en sus presupuestos no tienen el suficiente dinero para el arreglo de las calles y avenidas, y mucho menos para encarpetarlas de nuevo. Que llueva sí, pero en el campo, para que los rancheros alimenten su ganado y puedan sobrevivir de la venta de la carne, la leche y de los chopitos. Y como allí no tienen vehículos para trasladarse, los aguaceros les vienen como el viento a Juárez, pues las “bestias” transitan por veredas por más malas que estén.

Cuando La Paz era la ciudad provinciana de principios del siglo pasado, la mayoría de las calles no estaban pavimentadas y por eso las familias tenían la costumbre, todas las mañanas, de regar el frente de su casa e incluso barrerlas a fin de evitar el polvo. Pero cuando aparecieron las primeras calles pavimentadas, adiós la costumbre. Y de pilón también se olvidaron de barrer las banquetas.

Ahora la ciudad tiene las calles con pavimento en su mayor parte, algunas con concreto hidráulico y otras con eso que llaman asfalto. Cada gobierno sexenal ha puesto su parte aunque no compruebe sus resultados. Y es que recién inauguradas, están lisitas y hasta olorosas, pero pasado el tiempo y las malas artes de Tláloc, esas obras se deterioran rápidamente, sobre todo las que fueron construidas con el mentado asfalto mal aplicado, ya que es un material por lo común impermeable inmune a la penetración del agua de lluvia. En una administración anterior, el gobernador invirtió muchos millones de pesos en reconstruir varias calles del centro de la ciudad y se ufanó de su obra. Pero de todas ellas una, dos o tres utilizaron concreto hidráulico y son las que permanecen en buen estado, las demás están para llorar. Dicen las lenguas viperinas que lástima de dinero invertido pues ahora constituyen un verdadero problema para los que transitan por ellas.

Cuando llueve en esa calles se forman hoyancos que como dijo un crítico ingenioso “parecen cráteres de la luna”. Y otro, con maligna intención, dio por colocar plantas de flores en cada uno de ellos. Lo cierto es que al pasar por algunas de esas calles el conductor la hace de torero aunque al último sale cornado, pues le hace la Verónica a uno, pero cae en el otro. La única solución es ir a vuelta de rueda, pues de lo contrario adiós llantas, adiós la suspensión del vehículo. Y, confesión aparte, las mentadas a los responsables de esos malos trabajos.

Cierto, tanto los ayuntamientos como el Gobierno del Estado hacen lo posible por remediar el mal resanando las calles deterioradas, pero no bien lo hacen cuando otra lluvia, por leve que sea, origina nuevos hoyos. Total es un cuento de nunca acabar. Y lo peor no es eso, ahora con tanto material usado, en los hoyos tapados se ha formado bolas que ¿usted alguna vez ha montado a caballo? Se brinca sobre el lomo de la bestia tanto, que después de unas horas le duelen las asentaderas y no puede ni caminar. Bueno, pues así se zangolotean los vehículos cuando transitan por esas calles. Por eso muchos conductores ahora han bautizado algunas de ellas: la calle boluda de Félix Ortega, la calle boluda de Reforma; la calle 5 de Febrero frente la escuela secundaria, en fin…

Por eso, cuando un servidor tiene que ir al hospital del Seguro Social que está sobre la calle 5 de Febrero evita las calles boludas y transita por Héroes de la Independencia, una calle de concreto hidráulico que va de la Bravo hasta la Márquez de León. El que la construyó de seguro invirtió, en un rasgo de honestidad, el moche en ella, lo que es de felicitar.

Y, desde luego, no podemos dejar de reconocer lo que está haciendo el gobierno estatal al pavimentar las calles del este de la ciudad con concreto hidráulico. Es un gusto transitar por ellas. Y en relación con las lluvias recuerdo al Güero de las Canoas cuando decía que las escuelas construidas de madera los moscorrones perforarían la madera en un dos por tres. Cuando las edificaron con materiales metálicos -las prefabricadas- le preguntaron ¿Y ahora, Güero? “Pues que van a batallar tantito”, contestó.

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