/ domingo 4 de abril de 2021

La inteligencia de los mexicanos

Preguntaron a un psicólogo qué es la inteligencia, y dio una respuesta definitiva: “Inteligencia es lo que miden las pruebas de inteligencia.”

Es generalmente admitido que viene a ser grandemente difícil elaborar -y aun sostener- una definición de inteligencia, pero quizá resulte importante abordar ahora este asunto, con los riesgos de desacuerdo que conlleva.

Podemos empezar preguntándonos por qué, en el ámbito sociopolítico nacional jamás se habla de la inteligencia de los mexicanos, de lo necesario que resulta y los beneficios que traería consigo su promoción y adecuado aprovechamiento.

En los procesos electorales y en el discurso oficial, los políticos, dirigentes sociales y funcionarios públicos tocan, con frecuencia, lugares tan comunes como ayudar a los pobres (con sus eufemismos “los que menos tienen”, “los más vulnerables”), procurar el desarrollo económico, la salud, la educación (como ellos buenamente los conciben) y algunos otros, siempre en un plano paternalista, apapachador, dadivoso, donde la población desempeña, sin variación, un rol eminentemente pasivo.

Evitan referirse a la inteligencia porque sin duda les parece un concepto de poco impacto retórico, tal vez insultante para la multitud o, en el peor de los casos, vocablo sólo aplicable a un segmento de “refinados” y críticos naturalmente desafectos a los errores, omisiones y desvíos del gobierno.

Cuando hablan de unidad, aluden, desde luego, a la coincidencia de los demás en los objetivos propios, lejos de la unidad que implica disidencia, diversidad, participación activa, colaboración decisiva; democrática, en su acepción más amplia, en cuyo universo se contiene el concepto de aportación lúcida e informada de las personas en particular y de la sociedad en general.

A los del poder les asusta referirse u oír hablar de la inteligencia individual y colectiva; nada hay que les horrorice más que tener que someter sus decisiones al cuestionamiento de los miembros pensantes de la población, por eso prefieren dialogar, cuando es insoslayable hacerlo, con los “representantes” de la sociedad, que muchas veces no lo son tanto. Y si esos delegados son afines al régimen, mejor.

La inteligencia social queda, así, marginada de los mecanismos que determinan la convivencia comunitaria.

La inteligencia ha sido característica de una parte considerable de los mexicanos desde los orígenes de su paulatina integración social, por eso es hora ya, a pesar de quienes pretenden manipular el desenvolvimiento de este pueblo, de que se acuda a ella para reconstruir a esta república ahora deteriorada en sus virtudes, alejada de sus principios esenciales y relegada a términos de masa abnegada, acrítica y obediente.

Próximamente se cumplirán tres años de que la vida nacional se halla paulatina pero inexorablemente trastocada en sus valores tradicionales a términos de ignorancia, vulgaridad, pésimo gusto, ordinariez, simplismo, ridículo, irrespeto, facilismo, ilegalidad, cinismo y ambiciones rampantes. Se ha ido menoscabando, a más de nuestro patrimonio institucional, nuestra naturaleza ética, y ha sido confinada la inteligencia, por parte de quienes gobiernan, desde el denuesto y la imputación de inutilidad a los organismos que la estimulan, hasta el retiro consecuente e irracional de recursos indispensables para su operación y viabilidad.

México es construcción de siglos por el afán inteligente de quienes en las diversas etapas de su rica historia han trabajado con sus empeños, luces y generosidad.

Menos de sus caudillos que de las mujeres y los hombres que han colaborado con talento en el denuedo de edificar la patria que tenemos ahora.

Menos de sus dirigentes que de la capacidad, el talento, la sensibilidad y el trabajo manual e intelectual de quienes han asumido su responsabilidad histórica en cada momento de su acontecer.

Menos de la política que de la inteligencia.

Entonces qué impide apelar a la proverbial capacidad de los mexicanos en las actuales circunstancias en que resulta imprescindible volver a los antiguos preceptos de los que habíamos vivido orgullosos.

Asumir de nuevo, en fin, el ejercicio de la inteligencia que el 6 de junio venidero será puesta a prueba una vez más.

Ojalá que luego del recuento comicial podamos celebrar que pudimos aplicarla en bien del país.

em_coronado@yahoo.com

Preguntaron a un psicólogo qué es la inteligencia, y dio una respuesta definitiva: “Inteligencia es lo que miden las pruebas de inteligencia.”

Es generalmente admitido que viene a ser grandemente difícil elaborar -y aun sostener- una definición de inteligencia, pero quizá resulte importante abordar ahora este asunto, con los riesgos de desacuerdo que conlleva.

Podemos empezar preguntándonos por qué, en el ámbito sociopolítico nacional jamás se habla de la inteligencia de los mexicanos, de lo necesario que resulta y los beneficios que traería consigo su promoción y adecuado aprovechamiento.

En los procesos electorales y en el discurso oficial, los políticos, dirigentes sociales y funcionarios públicos tocan, con frecuencia, lugares tan comunes como ayudar a los pobres (con sus eufemismos “los que menos tienen”, “los más vulnerables”), procurar el desarrollo económico, la salud, la educación (como ellos buenamente los conciben) y algunos otros, siempre en un plano paternalista, apapachador, dadivoso, donde la población desempeña, sin variación, un rol eminentemente pasivo.

Evitan referirse a la inteligencia porque sin duda les parece un concepto de poco impacto retórico, tal vez insultante para la multitud o, en el peor de los casos, vocablo sólo aplicable a un segmento de “refinados” y críticos naturalmente desafectos a los errores, omisiones y desvíos del gobierno.

Cuando hablan de unidad, aluden, desde luego, a la coincidencia de los demás en los objetivos propios, lejos de la unidad que implica disidencia, diversidad, participación activa, colaboración decisiva; democrática, en su acepción más amplia, en cuyo universo se contiene el concepto de aportación lúcida e informada de las personas en particular y de la sociedad en general.

A los del poder les asusta referirse u oír hablar de la inteligencia individual y colectiva; nada hay que les horrorice más que tener que someter sus decisiones al cuestionamiento de los miembros pensantes de la población, por eso prefieren dialogar, cuando es insoslayable hacerlo, con los “representantes” de la sociedad, que muchas veces no lo son tanto. Y si esos delegados son afines al régimen, mejor.

La inteligencia social queda, así, marginada de los mecanismos que determinan la convivencia comunitaria.

La inteligencia ha sido característica de una parte considerable de los mexicanos desde los orígenes de su paulatina integración social, por eso es hora ya, a pesar de quienes pretenden manipular el desenvolvimiento de este pueblo, de que se acuda a ella para reconstruir a esta república ahora deteriorada en sus virtudes, alejada de sus principios esenciales y relegada a términos de masa abnegada, acrítica y obediente.

Próximamente se cumplirán tres años de que la vida nacional se halla paulatina pero inexorablemente trastocada en sus valores tradicionales a términos de ignorancia, vulgaridad, pésimo gusto, ordinariez, simplismo, ridículo, irrespeto, facilismo, ilegalidad, cinismo y ambiciones rampantes. Se ha ido menoscabando, a más de nuestro patrimonio institucional, nuestra naturaleza ética, y ha sido confinada la inteligencia, por parte de quienes gobiernan, desde el denuesto y la imputación de inutilidad a los organismos que la estimulan, hasta el retiro consecuente e irracional de recursos indispensables para su operación y viabilidad.

México es construcción de siglos por el afán inteligente de quienes en las diversas etapas de su rica historia han trabajado con sus empeños, luces y generosidad.

Menos de sus caudillos que de las mujeres y los hombres que han colaborado con talento en el denuedo de edificar la patria que tenemos ahora.

Menos de sus dirigentes que de la capacidad, el talento, la sensibilidad y el trabajo manual e intelectual de quienes han asumido su responsabilidad histórica en cada momento de su acontecer.

Menos de la política que de la inteligencia.

Entonces qué impide apelar a la proverbial capacidad de los mexicanos en las actuales circunstancias en que resulta imprescindible volver a los antiguos preceptos de los que habíamos vivido orgullosos.

Asumir de nuevo, en fin, el ejercicio de la inteligencia que el 6 de junio venidero será puesta a prueba una vez más.

Ojalá que luego del recuento comicial podamos celebrar que pudimos aplicarla en bien del país.

em_coronado@yahoo.com