/ domingo 14 de noviembre de 2021

La empresa Zerman en California del sur

Hacia la mitad del siglo XIX, el sur de la península californiana vio aunar a sus penurias habituales el acoso extranjero, desde la guerra de los Estados Unidos (1846-1848) que culminó con la pérdida de la Nueva o Alta California que el país había heredado de su reciente pasado virreinal, y continuó con la expedición filibustera de William Walker en 1853 que intentó establecer la república de Baja California y Sonora pero que recibió el rechazo de los californios comandados por los tenientes Manuel Márquez de León y Manuel Pineda en la parte sureña, y los del teniente Francisco Javier del Castillo Negrete y el oficial Antonio Meléndrez en el norte.

Pero estaban lejos de acabarse los problemas: Por una serie de circunstancias, Juan Napoleón Zerman, un veterano de las guerras de Francia, de 58 años de edad, asentado en San Francisco, Alta California, se integró a la causa de Juan Álvarez, caudillo de la Revolución de Ayutla promulgada en el estado de Guerrero contra la dictadura de Antonio López de Santa Ana. Su comisión era conducir armas y abastecimientos desde California continental a Acapulco. Luego de 18 días de travesía llegó a cabo San Lucas el 29 de octubre de 1855, donde se aprovisionó de agua y leña. Enterado de que el gobernador José María Blancarte simpatizaba con el movimiento de Álvarez, decidió ir a La Paz donde le solicitó una entrevista en estos términos:

“Tengo la orden del gobierno mejicano de visitar todos los puertos del golfo de la Baja California, y cuando usted vea la carta que tengo del general Álvarez usted comprenderá que como almirante de Méjico usted no puede tener alguna ostilidad conmigo, ninguna [persona] desembarcará a tierra sino yo y algunos oficiales a fin de comunicarle todos los documentos que traigo. De la corveta mejicana de 14 de nobiembre de 1855.”

Blancarte contestó con este rotundo mensaje:

“Señor don Juan Napoleón Zerman= Puerto de La Paz nobiembre catorce de mil ochocientos cincuenta y cinco =Consecuente con cuanto se le tiene prevenido, ni desembarcará usted ni sus oficiales y si usted [tiene] órdenes del supremo gobierno de la nación, remítalas inmediatamente en respuesta, de lo contrario cualquiera que pise el territorio mejicano lo fucilaré como atentador de la integridad nacional de conformidad con nuestras leyes.= José María Blancarte.”

Zerman le replicó al día siguiente con la nota:

“Sr. general Blancarte. Comandante de La Paz. He recibido la carta que usted a tenido el honor de mandarme y como usted no conoce los documentos que tengo, es muy natural que usted me escriba así, una media hora de conversación entre nosotros estoy cierto que toda dificultad será terminada. Reciba usted el afecto de su amigo. Juan Napoleón Zerman. Nobiembre 15 de 1855.”

En su respuesta, el gobernante advierte:

“Muy señor mío para que no alegue usted ignorancia de lo que le pueda acontecer así como a los que le acompañan, porque con arreglo a las leyes del país les he de hacer una guerra sin cuartel, le prevengo de nuevo que no baya rumbo a canal para entrar al puerto, porque lo recibiré hostilmente.=”

De cualquier manera, el “almirante” desembarcó acompañado de seis oficiales uniformados, su joven hijo y su secretario. Intentó aprehender al gobernador pero éste arrestó al grupo y lo puso bajo guardia en la casa de gobierno. Su secretario, José María García, fue nombrado fiscal militar para tomar las declaraciones de los expedicionarios.

Blancarte llamó a cabildo abierto, el cual le ordenó forzar al resto de la expedición a rendirse de inmediato. El día 16 fueron enviadas órdenes a los ocupantes de los barcos, demandando su rendición incondicional, pero los hombres dudaron sin entender la hostilidad del gobernador. La batería de tierra disparó tres veces, matando a uno de los tripulantes e hiriendo a dos más de la nave principal, luego de lo cual fue izada la bandera blanca. Desembarcaron y fueron tomados prisioneros por los victoriosos defensores de la ciudad.

Todos fueron puestos a bordo de los dos barcos capturados y llevados a Mazatlán en compañía del fiscal y un cuerpo de tropa. Durante el viaje sufrieron toda clase de malos tratos de militares y civiles. Desembarcados en San Blas, Nayarit, los hicieron caminar hasta Guadalajara, donde Zerman habló de la brutalidad así como de los robos sufridos en La Paz por el fiscal García. Los prisioneros fueron puestos en libertad condicional por el gobernador de Jalisco, y enseguida transferidos a la ciudad de México, a finales de marzo, para esperar el proceso, que a mediados de 1868 terminó exonerando a Zerman y acompañantes del cargo de filibusteros, sin que se les hubiese indemnizado debido a su intromisión ilegal en los asuntos internos del país.

Hacia la mitad del siglo XIX, el sur de la península californiana vio aunar a sus penurias habituales el acoso extranjero, desde la guerra de los Estados Unidos (1846-1848) que culminó con la pérdida de la Nueva o Alta California que el país había heredado de su reciente pasado virreinal, y continuó con la expedición filibustera de William Walker en 1853 que intentó establecer la república de Baja California y Sonora pero que recibió el rechazo de los californios comandados por los tenientes Manuel Márquez de León y Manuel Pineda en la parte sureña, y los del teniente Francisco Javier del Castillo Negrete y el oficial Antonio Meléndrez en el norte.

Pero estaban lejos de acabarse los problemas: Por una serie de circunstancias, Juan Napoleón Zerman, un veterano de las guerras de Francia, de 58 años de edad, asentado en San Francisco, Alta California, se integró a la causa de Juan Álvarez, caudillo de la Revolución de Ayutla promulgada en el estado de Guerrero contra la dictadura de Antonio López de Santa Ana. Su comisión era conducir armas y abastecimientos desde California continental a Acapulco. Luego de 18 días de travesía llegó a cabo San Lucas el 29 de octubre de 1855, donde se aprovisionó de agua y leña. Enterado de que el gobernador José María Blancarte simpatizaba con el movimiento de Álvarez, decidió ir a La Paz donde le solicitó una entrevista en estos términos:

“Tengo la orden del gobierno mejicano de visitar todos los puertos del golfo de la Baja California, y cuando usted vea la carta que tengo del general Álvarez usted comprenderá que como almirante de Méjico usted no puede tener alguna ostilidad conmigo, ninguna [persona] desembarcará a tierra sino yo y algunos oficiales a fin de comunicarle todos los documentos que traigo. De la corveta mejicana de 14 de nobiembre de 1855.”

Blancarte contestó con este rotundo mensaje:

“Señor don Juan Napoleón Zerman= Puerto de La Paz nobiembre catorce de mil ochocientos cincuenta y cinco =Consecuente con cuanto se le tiene prevenido, ni desembarcará usted ni sus oficiales y si usted [tiene] órdenes del supremo gobierno de la nación, remítalas inmediatamente en respuesta, de lo contrario cualquiera que pise el territorio mejicano lo fucilaré como atentador de la integridad nacional de conformidad con nuestras leyes.= José María Blancarte.”

Zerman le replicó al día siguiente con la nota:

“Sr. general Blancarte. Comandante de La Paz. He recibido la carta que usted a tenido el honor de mandarme y como usted no conoce los documentos que tengo, es muy natural que usted me escriba así, una media hora de conversación entre nosotros estoy cierto que toda dificultad será terminada. Reciba usted el afecto de su amigo. Juan Napoleón Zerman. Nobiembre 15 de 1855.”

En su respuesta, el gobernante advierte:

“Muy señor mío para que no alegue usted ignorancia de lo que le pueda acontecer así como a los que le acompañan, porque con arreglo a las leyes del país les he de hacer una guerra sin cuartel, le prevengo de nuevo que no baya rumbo a canal para entrar al puerto, porque lo recibiré hostilmente.=”

De cualquier manera, el “almirante” desembarcó acompañado de seis oficiales uniformados, su joven hijo y su secretario. Intentó aprehender al gobernador pero éste arrestó al grupo y lo puso bajo guardia en la casa de gobierno. Su secretario, José María García, fue nombrado fiscal militar para tomar las declaraciones de los expedicionarios.

Blancarte llamó a cabildo abierto, el cual le ordenó forzar al resto de la expedición a rendirse de inmediato. El día 16 fueron enviadas órdenes a los ocupantes de los barcos, demandando su rendición incondicional, pero los hombres dudaron sin entender la hostilidad del gobernador. La batería de tierra disparó tres veces, matando a uno de los tripulantes e hiriendo a dos más de la nave principal, luego de lo cual fue izada la bandera blanca. Desembarcaron y fueron tomados prisioneros por los victoriosos defensores de la ciudad.

Todos fueron puestos a bordo de los dos barcos capturados y llevados a Mazatlán en compañía del fiscal y un cuerpo de tropa. Durante el viaje sufrieron toda clase de malos tratos de militares y civiles. Desembarcados en San Blas, Nayarit, los hicieron caminar hasta Guadalajara, donde Zerman habló de la brutalidad así como de los robos sufridos en La Paz por el fiscal García. Los prisioneros fueron puestos en libertad condicional por el gobernador de Jalisco, y enseguida transferidos a la ciudad de México, a finales de marzo, para esperar el proceso, que a mediados de 1868 terminó exonerando a Zerman y acompañantes del cargo de filibusteros, sin que se les hubiese indemnizado debido a su intromisión ilegal en los asuntos internos del país.