/ martes 19 de julio de 2022

La bella costumbre de contar historias (tan reales que nadie se anima a desmentir)

Para mis amigos Manuel Ramírez y Francisco Verú

En mi niñez yo era muy crédulo o mi madre era muy buena para contar mentiras.

Le preguntaré ahora que vaya.

Yo le tenía mucha fe a mi madre o era tal su forma de contar historias que parecían verdaderas.

Corrijo: Yo le sigo teniendo mucha fe a mi madre.

Los niños tenían que creerle todo a los grandes o yo temía contradecir a mamá, aun cuando me diera cuenta que eso que afirmaba no era del todo verdad.

Como si en verdad supiéramos que es la verdad.

Mientras despejo estas hipótesis y si ahorita no me da un derrame cerebral por tanto esfuerzo, permítanme acordarme un poco de algunos hechos que motivaron estas dudas.

Como suele pasar en cualquier barrio, en el mío había leyendas que se contaban como si hubieras estado ahí cuando ocurrieron, pese a no tener a la mano, ningún material probatorio para tallárselo en la cara a quien se pusiera muy escéptico o muy cuestionador.

Era nomas decirlo y eso bastaba.

Mi madre era una de esas personas. Una, dije, porque había varias.

Preciso: habíamos varias porque esa costumbre se trasmite, se aprende o se modela y se va pasando de generación en generación.

¡Aguas!

Porque ahorita le puedo estar contando una verdad o una mentira y ni cuenta se darán si no investigan.

Aguas.

Porque eso puede sucederle en la intimidad, entre amigos , en la vida diaria y hasta en la política ,en donde la neta, la neta, mejor ni me meto.

En fin.

Pero con tal de que no se le quiera nombrar de otra manera (porque ya los conozco) me adelanto y diré que esa hermosa maña de alterar la realidad y que nos transmitieron nuestros padres, era patrimonio inmaterial, tradición oral o memoria colectiva.

No era, más bien es, porque muchas de esas cosas que se contaron hace tres o cuatro décadas, aún se siguen contando, no le hace que se entremezclen con las nuevas.

No tengo espacio suficiente aquí para contarlas todas.

Sin embargo, como sé que ya se están comiendo las uñas por enterarse de algunas, les resumo estas:

Según mi madre, el terreno muy grande que estaba frente a mi casa (a donde iré en estos días) y en donde alguna vez una familia que vendía raspados aguanto un chubasco o se asentaron un par de circos o nos sirvió de campo de futbol luego de limpiarlo, era de una contrabandista que vivía en el Norte (decir “el Norte, allá, es decir Tijuana) y que tenía muchísimo dinero, por eso no le interesaba venderlo.

¿Cómo lo supo miama?

No sé, pero lo contaba de tal modo, que parecía que tenía en sus manos el título de propiedad y los antecedentes penales de aquel mal hombre.

Ay miama, nomás por eso quiero ir visitarte, pa que me sigas contando.

Ah, porque según ella y su firmeza, alguna vez existió un loco que tenía encerrado un chubasco en una cañada y que tarde que temprano, si lo seguían haciendo enojar, lo iba a soltar.

Neta: miama pudo ser literata y ni cuenta se dio o quien sabe .

Les juro que por largo tiempo le pedí a dios que nadie se fuera a pasar de la raya con este hombre, temeroso de que cumpliera su promesa y, babalú, nos iríamos pal otro mundo todos.

Hasta miama quien, según yo y tantos recuerdos, es inmortal

Ya veremos.

No. Es inmortal.

Pero bueno, también, según mi madre (y se le sumaba una que otra vecina), don Jaime, el señor que vivía en la esquina y que echaba las cartas, de vez en cuando se convertía en tecolote y se echaba a volar.

Como ella un dia,que se fue al cielo, sin irse y vestida de flores, y dos bellas arracadas, desde allá, cuenta y cuenta , la muy diva .

Según mi madre, esa señora fea fea fea que vivía junto al mar, allá en San Juan de la Costa, alguna vez de niña fue rubia y con los ojos azules pero un día le cayó una prensa para queso en la cabeza y desde entonces se puso, así como ahora estaba: fea fea fea, eternamente, fea.

Así como mi madre, otros y otras hablaban del Barbón de la Guerrero, un señor que según vestía de negro, daba pasos de cinco metros y se robaba a los niños.

Yo creo que a él también se lo robaron porque, amén de su descripción, nadie pudo probar que lo hubiera visto.

Nadie.

Aunque quien sabe, ya ven como es la justicia pronta y expedita en México , que tal que en un descuido, luego de más de cuarenta años, de repente nos presentan ante los medios, al famoso barbón de la Guerrero.

Válgame, esta vida no está hecha más que de ironía pura, nomás hay que encontrarla

Siguiendo con miama, quien sin darse cuenta o si , era dueña de una sutil ironía socrática, jamás escuché que interpelara a otro que pretendiera desenmascarar sus falsedades.

Quizá porque todos éramos muy crédulos o esa persona, al igual que mi madre, era muy buena para contar mentiras.

Quizá porque, así como yo le tenía mucha fe a mi madre, así nos teníamos entre sí o era tal la forma de contar historias en el barrio que parecían verdaderas.

No sé.

Tal vez sea porque ya no importa si una historia es falsa o es verdadera, lo que importa es que ya existen, que como tales son bellas y aquí, para siempre, se quedan a vivir.

Así mero, como mi santa madre.

Para mis amigos Manuel Ramírez y Francisco Verú

En mi niñez yo era muy crédulo o mi madre era muy buena para contar mentiras.

Le preguntaré ahora que vaya.

Yo le tenía mucha fe a mi madre o era tal su forma de contar historias que parecían verdaderas.

Corrijo: Yo le sigo teniendo mucha fe a mi madre.

Los niños tenían que creerle todo a los grandes o yo temía contradecir a mamá, aun cuando me diera cuenta que eso que afirmaba no era del todo verdad.

Como si en verdad supiéramos que es la verdad.

Mientras despejo estas hipótesis y si ahorita no me da un derrame cerebral por tanto esfuerzo, permítanme acordarme un poco de algunos hechos que motivaron estas dudas.

Como suele pasar en cualquier barrio, en el mío había leyendas que se contaban como si hubieras estado ahí cuando ocurrieron, pese a no tener a la mano, ningún material probatorio para tallárselo en la cara a quien se pusiera muy escéptico o muy cuestionador.

Era nomas decirlo y eso bastaba.

Mi madre era una de esas personas. Una, dije, porque había varias.

Preciso: habíamos varias porque esa costumbre se trasmite, se aprende o se modela y se va pasando de generación en generación.

¡Aguas!

Porque ahorita le puedo estar contando una verdad o una mentira y ni cuenta se darán si no investigan.

Aguas.

Porque eso puede sucederle en la intimidad, entre amigos , en la vida diaria y hasta en la política ,en donde la neta, la neta, mejor ni me meto.

En fin.

Pero con tal de que no se le quiera nombrar de otra manera (porque ya los conozco) me adelanto y diré que esa hermosa maña de alterar la realidad y que nos transmitieron nuestros padres, era patrimonio inmaterial, tradición oral o memoria colectiva.

No era, más bien es, porque muchas de esas cosas que se contaron hace tres o cuatro décadas, aún se siguen contando, no le hace que se entremezclen con las nuevas.

No tengo espacio suficiente aquí para contarlas todas.

Sin embargo, como sé que ya se están comiendo las uñas por enterarse de algunas, les resumo estas:

Según mi madre, el terreno muy grande que estaba frente a mi casa (a donde iré en estos días) y en donde alguna vez una familia que vendía raspados aguanto un chubasco o se asentaron un par de circos o nos sirvió de campo de futbol luego de limpiarlo, era de una contrabandista que vivía en el Norte (decir “el Norte, allá, es decir Tijuana) y que tenía muchísimo dinero, por eso no le interesaba venderlo.

¿Cómo lo supo miama?

No sé, pero lo contaba de tal modo, que parecía que tenía en sus manos el título de propiedad y los antecedentes penales de aquel mal hombre.

Ay miama, nomás por eso quiero ir visitarte, pa que me sigas contando.

Ah, porque según ella y su firmeza, alguna vez existió un loco que tenía encerrado un chubasco en una cañada y que tarde que temprano, si lo seguían haciendo enojar, lo iba a soltar.

Neta: miama pudo ser literata y ni cuenta se dio o quien sabe .

Les juro que por largo tiempo le pedí a dios que nadie se fuera a pasar de la raya con este hombre, temeroso de que cumpliera su promesa y, babalú, nos iríamos pal otro mundo todos.

Hasta miama quien, según yo y tantos recuerdos, es inmortal

Ya veremos.

No. Es inmortal.

Pero bueno, también, según mi madre (y se le sumaba una que otra vecina), don Jaime, el señor que vivía en la esquina y que echaba las cartas, de vez en cuando se convertía en tecolote y se echaba a volar.

Como ella un dia,que se fue al cielo, sin irse y vestida de flores, y dos bellas arracadas, desde allá, cuenta y cuenta , la muy diva .

Según mi madre, esa señora fea fea fea que vivía junto al mar, allá en San Juan de la Costa, alguna vez de niña fue rubia y con los ojos azules pero un día le cayó una prensa para queso en la cabeza y desde entonces se puso, así como ahora estaba: fea fea fea, eternamente, fea.

Así como mi madre, otros y otras hablaban del Barbón de la Guerrero, un señor que según vestía de negro, daba pasos de cinco metros y se robaba a los niños.

Yo creo que a él también se lo robaron porque, amén de su descripción, nadie pudo probar que lo hubiera visto.

Nadie.

Aunque quien sabe, ya ven como es la justicia pronta y expedita en México , que tal que en un descuido, luego de más de cuarenta años, de repente nos presentan ante los medios, al famoso barbón de la Guerrero.

Válgame, esta vida no está hecha más que de ironía pura, nomás hay que encontrarla

Siguiendo con miama, quien sin darse cuenta o si , era dueña de una sutil ironía socrática, jamás escuché que interpelara a otro que pretendiera desenmascarar sus falsedades.

Quizá porque todos éramos muy crédulos o esa persona, al igual que mi madre, era muy buena para contar mentiras.

Quizá porque, así como yo le tenía mucha fe a mi madre, así nos teníamos entre sí o era tal la forma de contar historias en el barrio que parecían verdaderas.

No sé.

Tal vez sea porque ya no importa si una historia es falsa o es verdadera, lo que importa es que ya existen, que como tales son bellas y aquí, para siempre, se quedan a vivir.

Así mero, como mi santa madre.