/ miércoles 1 de diciembre de 2021

La Baja Mil y la Transpeninsular

El ingeniero César Kernz Pérez es el autor de un interesante libro titulado “Misioneros de acero. La transpeninsular, 1972-1973”, editado por el Archivo Histórico Pablo L. Martínez en este año de 2021. A mi buen parecer fue un acierto su publicación, porque además de narrar de forma amena su experiencia como empleado de la compañía constructora ICA, describe su estancia en la parte norte de nuestra entidad, en especial el pueblo de Santa Rosalía.

Comisionado para participar en la construcción de la carretera en el tramo de San Ignacio al poblado de Punta Prieta, lugar situado en el estado de Baja California, el ingeniero Kernz detalla los pormenores de esa obra de ingeniería, personal de apoyo y la maquinaria utilizada. Narra también los obstáculos a que tuvieron que enfrentarse, en especial la falta de agua para la compactación y que en esa zona desértica era difícil encontrarla.

En uno de los últimos capítulos hace mención de la carrera Baja Mil la que en 1973 le tocó presenciar y se enteró de ella. Dice que se organizó por primera vez en el año de 1967 promovida por el señor Ed Pearlman a través de la empresa NORRA (National off Road Racing Association)

En ese entonces, ante un territorio desolado un evento de esta naturaleza fue bien recibido por los habitantes de toda la península. incluso no les llamó la atención sobre su nombre Baja Mil. Pero ahora, después de transcurridos un poco más de 50 años, todavía se organiza esa carrera con el mismo nombre olvidando que la península se llama Baja California.

Allá, en el estado de Baja California se han alzado voces, entre ellas la de Carlos Lascano, criticando duramente la realización de esta carrera. Y no solamente por el despectivo Baja, sino también por los destrozos que causan al medio natural. Y lo que parece incongruente, es que ahora, cuando nos oponemos a que nos llamen habitantes de Baja Sur y defendamos el vocablo California, nadie o quizá uno que otro ha llamado la atención para que esa carrera deje de llamarse Baja Mil. Y, además, que pueda suprimirse ya que son negocios ajenos que no benefician a nuestra entidad.

En un artículo que publicó en el periódico El Vigía de Ensenada años atrás, Lascano describió el daño ambiental que causan estas carreras: erosión, fragmentación de ecosistemas, perturbación de zonas florísticas y faunísticas, degradación de la tierra, contaminación del subsuelo, destrucción de hábitats y contaminación acústica. Y justifica lo anterior afirmando que “Baja California es una de las regiones naturales más hermosas, biodiversas y mejor conservadas del mundo.

Tiene razón Carlos cuando se lamenta: ”Baja California es una tierra única, si la impactamos jamás volveremos a tener otra. En lugar de hacerle culto a los vehículos depredadores, ¿por qué no rendirle culto a una Tierra que nos sustenta y nos da vida? Y recientemente, durante el Encuentro de Escritores efectuado a fines del mes pasado, Rebeca Gutiérrez Avilés en su poemario “De tus entrañas, madre” ratifica el amor a la tierra:

“De ahí nacimos tus ingratos hijos,

Al verte así sangrante, dándonos vida,

Me aterra olvidarme de donde he venido.

El ingeniero Kernz estuvo en California hasta fines de 1973, pues por disposiciones de los directivos de la ICA lo concentraron en la ciudad de México. Atrás quedaron los recuerdos de una tierra agreste a la que supieron dominar para lograr la construcción de una carretera que abrió el camino para el progreso de los habitantes de la península.

Pero aparte de llevarse las mejores impresiones de esta tierra, se llevó también a la novia, una hermosa joven de Santa Rosalía a la que hizo su esposa y madre de sus cuatro hijos que llevan el apellido de Kernz Covarrubias.

El libro del ingeniero César Kernz Pérez se suma a otros anteriores como “La carretera transpeninsular “ de Ulises Irigoyen, publicado en 1943, “Al margen de la carretera transpeninsular” de El Colegio de México y el artículo “La California inventada” de Héctor Mendoza Vargas y Karina Busto Ibarra.

En cuanto a libros dedicados a Santa Rosalía están “Centenario de Santa Rosalía” de Roberto Gastélum Arce, y “Memorias de un cachanía” de Guillermo Castro Miranda. Y el de Juan Romero Gil, “Santa Rosalía, un pueblo que se negó a morir”

El ingeniero César Kernz Pérez es el autor de un interesante libro titulado “Misioneros de acero. La transpeninsular, 1972-1973”, editado por el Archivo Histórico Pablo L. Martínez en este año de 2021. A mi buen parecer fue un acierto su publicación, porque además de narrar de forma amena su experiencia como empleado de la compañía constructora ICA, describe su estancia en la parte norte de nuestra entidad, en especial el pueblo de Santa Rosalía.

Comisionado para participar en la construcción de la carretera en el tramo de San Ignacio al poblado de Punta Prieta, lugar situado en el estado de Baja California, el ingeniero Kernz detalla los pormenores de esa obra de ingeniería, personal de apoyo y la maquinaria utilizada. Narra también los obstáculos a que tuvieron que enfrentarse, en especial la falta de agua para la compactación y que en esa zona desértica era difícil encontrarla.

En uno de los últimos capítulos hace mención de la carrera Baja Mil la que en 1973 le tocó presenciar y se enteró de ella. Dice que se organizó por primera vez en el año de 1967 promovida por el señor Ed Pearlman a través de la empresa NORRA (National off Road Racing Association)

En ese entonces, ante un territorio desolado un evento de esta naturaleza fue bien recibido por los habitantes de toda la península. incluso no les llamó la atención sobre su nombre Baja Mil. Pero ahora, después de transcurridos un poco más de 50 años, todavía se organiza esa carrera con el mismo nombre olvidando que la península se llama Baja California.

Allá, en el estado de Baja California se han alzado voces, entre ellas la de Carlos Lascano, criticando duramente la realización de esta carrera. Y no solamente por el despectivo Baja, sino también por los destrozos que causan al medio natural. Y lo que parece incongruente, es que ahora, cuando nos oponemos a que nos llamen habitantes de Baja Sur y defendamos el vocablo California, nadie o quizá uno que otro ha llamado la atención para que esa carrera deje de llamarse Baja Mil. Y, además, que pueda suprimirse ya que son negocios ajenos que no benefician a nuestra entidad.

En un artículo que publicó en el periódico El Vigía de Ensenada años atrás, Lascano describió el daño ambiental que causan estas carreras: erosión, fragmentación de ecosistemas, perturbación de zonas florísticas y faunísticas, degradación de la tierra, contaminación del subsuelo, destrucción de hábitats y contaminación acústica. Y justifica lo anterior afirmando que “Baja California es una de las regiones naturales más hermosas, biodiversas y mejor conservadas del mundo.

Tiene razón Carlos cuando se lamenta: ”Baja California es una tierra única, si la impactamos jamás volveremos a tener otra. En lugar de hacerle culto a los vehículos depredadores, ¿por qué no rendirle culto a una Tierra que nos sustenta y nos da vida? Y recientemente, durante el Encuentro de Escritores efectuado a fines del mes pasado, Rebeca Gutiérrez Avilés en su poemario “De tus entrañas, madre” ratifica el amor a la tierra:

“De ahí nacimos tus ingratos hijos,

Al verte así sangrante, dándonos vida,

Me aterra olvidarme de donde he venido.

El ingeniero Kernz estuvo en California hasta fines de 1973, pues por disposiciones de los directivos de la ICA lo concentraron en la ciudad de México. Atrás quedaron los recuerdos de una tierra agreste a la que supieron dominar para lograr la construcción de una carretera que abrió el camino para el progreso de los habitantes de la península.

Pero aparte de llevarse las mejores impresiones de esta tierra, se llevó también a la novia, una hermosa joven de Santa Rosalía a la que hizo su esposa y madre de sus cuatro hijos que llevan el apellido de Kernz Covarrubias.

El libro del ingeniero César Kernz Pérez se suma a otros anteriores como “La carretera transpeninsular “ de Ulises Irigoyen, publicado en 1943, “Al margen de la carretera transpeninsular” de El Colegio de México y el artículo “La California inventada” de Héctor Mendoza Vargas y Karina Busto Ibarra.

En cuanto a libros dedicados a Santa Rosalía están “Centenario de Santa Rosalía” de Roberto Gastélum Arce, y “Memorias de un cachanía” de Guillermo Castro Miranda. Y el de Juan Romero Gil, “Santa Rosalía, un pueblo que se negó a morir”

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