/ martes 23 de julio de 2019

Incendio de archivos: tragedia y lección

Al referirse a la administración del jefe político de Baja California Sur, coronel Francisco Padilla, en los años 1842-1843, Manuel Clemente Rojo* relata las peripecias de aquel personaje llegado al mando territorial a instancias del último presidente dominico, Gabriel González (de origen español), ante el gobierno central del país.

Expresa don Manuel Clemente que ni bien había tomado posesión de su puesto en La Paz, el señor Padilla cuando ya le habían armado una revuelta los adversarios del misionero, encabezada por Juan José Cota acompañado de algunos amigos suyos.

Advertido del peligro que corría, el gobernador huyó de los golpistas, quienes al fracasar en el intento de aprehenderlo, quemaron su casa, lo que produjo enseguida el incendio de los archivos oficiales.

Uno de los testigos de esos hechos, Manuel Amao, contó al señor Rojo años más tarde, entre otros varios pormenores de la rebelión, que,una vez sofocada, “remitimos a Mazatlán, con las diligencias preliminares de sus causas, a Juan José Cota, Cirilo Fierro, Lucas Patrón, José Angulo, José María Cota y Antonio Sandoval; resultaban contra ellos los cargos de revolucionarios, incendiarios, asesinos y ladrones por el saqueo de las casas del coronel Padilla y don Gregorio Durazo, por el motín que promovieron en la noche del 21 al 24 de marzo [de 1843], por la muerte del asistente del señor Padilla y por el incendio de los archivos de la aduana y la jefatura política”.

Aseveró el informante que el quebranto sufrido por los archivos ,“es el más lamentable de todos y el más trascendental de todos cuantos se han cometido hasta ahora en el Territorio, porque en ese archivo de la jefatura política, no sólo se guardaban todos los documentos históricos cambiados entre el gobernador y las diferentes órdenes religiosas, jesuitas, fernandinos y dominicos que se han ido sucediendo en el gobierno eclesiástico de las misiones de la Baja California, lo mismo que las estadísticas de los diferentes tiempos desde la conquista hasta nuestros días, cuyos documentos eran de un valor inapreciable para la historia, sino también los registros de todas las minas descubiertas desde tiempos muy remotos, que se dejaron de trabajar por no saber entonces el beneficio de sus metales, y ahora se buscan y no se hallan, a la par que todos los títulos y concesiones de terrenos que se hicieron desde la llegada del visitador regio don José de Gálvez hasta las últimas fechas, cuyos títulos quedaban originales en el archivo de la jefatura política, librando de ellos testimonio a los interesados, cuyos testimonios se han perdido en su mayor parte por la ignorancia y descuido de los mismos agraciados que ahora no tienen cómo sacar nuevas copias, ocasionando su falta la pérdida de sus derechos, según los imprevisores decretos del general Santana, y arruinando a muchas familias.”

Agregó que, “De la propia manera que estos documentos se perdieron, también todos los libros de la comandancia militar que corría a cargo de la jefatura superior política, porque el jefe político desde los primeros días de la conquista hasta la fecha ha ejercido los dos cargos a la vez, y hubo tiempo en que administraba justicia y hasta intervenía en los ramos de Hacienda y de Fomento; en dichos libros estaban anotados todos los nombres de los soldados de la Compañía Presidial de Loreto, el tiempo de sus servicios, las cédulas que habían ganado por su acreditada honradez, conforme al decreto de 4 de octubre de 1776, y lo que se les debía por estas cédulas, así como por sus sueldos, siendo que había soldado que alcanzaba desde 10 hasta 20 y 40 años de salarios no pagados y que tenían derecho a cobrar.

Recordó que, “Cuando el señor comandante general de Sinaloa recibió en Mazatlán las comunicaciones que le mandamos del Territorio, con las partes de todo lo ocurrido en la noche del 26 y los días 27,28, 29, 30 de marzo, desaprobó la conducta del señor coronel Padilla por haber abandonado su puesto ,como lo hizo, sin haber hecho nada para restablecer el orden ,como se lo propuse, saliéndose en fuga para Guaymas, y por esta causa lo relevó de su destino, nombrando en su lugar al señor coronel don Mariano Garfias…”

Tales acontecimientos nos dejan la lección relativa al deber que tenemos todos de conservar los testimonios del pasado común, por la conveniencia de poseer documentos que legitimen el presente y la de tener constancia de hechos y fenómenos con las cuales construir la historia, que nos permite tener conciencia de lo que fuimos, para lograr entender lo que somos…

Dato

* En Apuntes históricos de la Baja California, en proceso de reedición por el gobierno de Baja California Sur.

Al referirse a la administración del jefe político de Baja California Sur, coronel Francisco Padilla, en los años 1842-1843, Manuel Clemente Rojo* relata las peripecias de aquel personaje llegado al mando territorial a instancias del último presidente dominico, Gabriel González (de origen español), ante el gobierno central del país.

Expresa don Manuel Clemente que ni bien había tomado posesión de su puesto en La Paz, el señor Padilla cuando ya le habían armado una revuelta los adversarios del misionero, encabezada por Juan José Cota acompañado de algunos amigos suyos.

Advertido del peligro que corría, el gobernador huyó de los golpistas, quienes al fracasar en el intento de aprehenderlo, quemaron su casa, lo que produjo enseguida el incendio de los archivos oficiales.

Uno de los testigos de esos hechos, Manuel Amao, contó al señor Rojo años más tarde, entre otros varios pormenores de la rebelión, que,una vez sofocada, “remitimos a Mazatlán, con las diligencias preliminares de sus causas, a Juan José Cota, Cirilo Fierro, Lucas Patrón, José Angulo, José María Cota y Antonio Sandoval; resultaban contra ellos los cargos de revolucionarios, incendiarios, asesinos y ladrones por el saqueo de las casas del coronel Padilla y don Gregorio Durazo, por el motín que promovieron en la noche del 21 al 24 de marzo [de 1843], por la muerte del asistente del señor Padilla y por el incendio de los archivos de la aduana y la jefatura política”.

Aseveró el informante que el quebranto sufrido por los archivos ,“es el más lamentable de todos y el más trascendental de todos cuantos se han cometido hasta ahora en el Territorio, porque en ese archivo de la jefatura política, no sólo se guardaban todos los documentos históricos cambiados entre el gobernador y las diferentes órdenes religiosas, jesuitas, fernandinos y dominicos que se han ido sucediendo en el gobierno eclesiástico de las misiones de la Baja California, lo mismo que las estadísticas de los diferentes tiempos desde la conquista hasta nuestros días, cuyos documentos eran de un valor inapreciable para la historia, sino también los registros de todas las minas descubiertas desde tiempos muy remotos, que se dejaron de trabajar por no saber entonces el beneficio de sus metales, y ahora se buscan y no se hallan, a la par que todos los títulos y concesiones de terrenos que se hicieron desde la llegada del visitador regio don José de Gálvez hasta las últimas fechas, cuyos títulos quedaban originales en el archivo de la jefatura política, librando de ellos testimonio a los interesados, cuyos testimonios se han perdido en su mayor parte por la ignorancia y descuido de los mismos agraciados que ahora no tienen cómo sacar nuevas copias, ocasionando su falta la pérdida de sus derechos, según los imprevisores decretos del general Santana, y arruinando a muchas familias.”

Agregó que, “De la propia manera que estos documentos se perdieron, también todos los libros de la comandancia militar que corría a cargo de la jefatura superior política, porque el jefe político desde los primeros días de la conquista hasta la fecha ha ejercido los dos cargos a la vez, y hubo tiempo en que administraba justicia y hasta intervenía en los ramos de Hacienda y de Fomento; en dichos libros estaban anotados todos los nombres de los soldados de la Compañía Presidial de Loreto, el tiempo de sus servicios, las cédulas que habían ganado por su acreditada honradez, conforme al decreto de 4 de octubre de 1776, y lo que se les debía por estas cédulas, así como por sus sueldos, siendo que había soldado que alcanzaba desde 10 hasta 20 y 40 años de salarios no pagados y que tenían derecho a cobrar.

Recordó que, “Cuando el señor comandante general de Sinaloa recibió en Mazatlán las comunicaciones que le mandamos del Territorio, con las partes de todo lo ocurrido en la noche del 26 y los días 27,28, 29, 30 de marzo, desaprobó la conducta del señor coronel Padilla por haber abandonado su puesto ,como lo hizo, sin haber hecho nada para restablecer el orden ,como se lo propuse, saliéndose en fuga para Guaymas, y por esta causa lo relevó de su destino, nombrando en su lugar al señor coronel don Mariano Garfias…”

Tales acontecimientos nos dejan la lección relativa al deber que tenemos todos de conservar los testimonios del pasado común, por la conveniencia de poseer documentos que legitimen el presente y la de tener constancia de hechos y fenómenos con las cuales construir la historia, que nos permite tener conciencia de lo que fuimos, para lograr entender lo que somos…

Dato

* En Apuntes históricos de la Baja California, en proceso de reedición por el gobierno de Baja California Sur.